La DinastÍa (libro 8. Rhyfeldstar)

Cap. 1 Primeros años

 

Yaroslavl, 1641

Swaney Lothian, cuyo nombre original y antiguo fue Seirian, aunque era improbable que alguien supiese con certeza por qué lo había cambiado o de dónde provenía su apellido y solo podían aventurar que fuese de Lodian, una población escocesa, había pertenecido a una tribu de pictos muy salvaje conocida como milesios. Aunque dieron mucha batalla, aquella zona sufrió diversas ocupaciones y en realidad nunca pudieron ostentar la posesión de grandes extensiones de tierra, y posiblemente de ahí la manía de Swaney a hacerse con las de los Yaroslávich, algo en lo que evidentemente fracasó en forma lastimosa. 

Iziaslav y Avitzedek habían sido formados para la guerra, para la expansión y la invasión, mientras que la tribu de Swaney luchaba para conservar su territorio, de modo que el deseo de expansión de éste nació de forma personal y nunca obedeció a un deseo tribal. Sin embargo, y si bien Swaney falló en aquel aspecto, lo que adquirió con el tiempo fue mucha destreza en dos cosas, la primera, en la transformación de los devrigs, algo que le era sumamente importante ya que él no contaba con la enorme cantidad de seguidores que tenían los otros dos, y segundo, en el arte de la intriga y el espionaje, pues una vez que se convenció que por la fuerza le quedaría difícil vencer a sus dos poderosos enemigos, se convenció igualmente que la manera era socavando su influencia política, porque a diferencia de Avitzedek a quien le tomaría mucho más tiempo aceptar que la guerra del futuro se libraría en los centros de poder político y no en los campos de batalla, aunque eso no evitaría muchos conflictos armados, Swaney lo entendió mucho más rápido, pero no teniendo paciencia para entrenar a nadie en aquel terreno, se esforzó en transformar a individuos de buena cuna y de preferencia influyentes cortesanos por derecho de sangre y no por coacción. Era por lo anterior que en las cortes inglesa, francesa, italiana, española y austro-húngara, había tantos devrigs de noble cuna, aunque no por ello eran menos peligrosos, y fue justamente en estos individuos en los que Lucien centraría su atención, pues su reconocido instinto le indicaba que aquella era la dirección en la que debía buscar.

Lucien era posiblemente uno de los devrigs que tenía más información acerca de los miembros de su raza, y quizá más que individuos como Sttaford en Inglaterra, DiVella en Florencia, la baronesa Nedeczky, en el imperio austro-húngaro, Sayed Al-Hazim en el otomano, y Jahi Khalid que vivía en el peor lugar del planeta en opinión de Lucien, ya que se trataba de la convulsa zona que se disputaban las corrientes islámicas de los suníes y los chiítas, así que el pobre infeliz pasaba más tiempo intentado que ambos bandos no se aniquilasen entre ellos que viviendo su propia vida.

Lucien había conocido a Jahi precisamente en oportunidad de un horroroso enfrentamiento entre ambos bandos. El qué hacía Lucien en un lugar que no era de su especial agrado, era justamente obedeciendo a su obsesiva manía por la información. 

Una vez que Lucien había abandonado definitivamente su hogar, estuvo algún tiempo alejado de casi todo, no solo de los suyos, sino de todo el mundo retirándose a Cerdeña; a pesar de que por ese entonces la isla estaba siendo ocupada por los sarracenos, aquello no afectaba a Lucien, pues él era perfectamente capaz no solo de pasar desapercibido, sino de crear el suficiente terror alrededor de sus propiedades como para que nadie se atreviese a acercarse, y menos aún hombres que eran en extremo supersticiosos. No obstante, aquel individuo era demasiado inquieto como para pasar mucho tiempo en un mismo lugar sin aburrirse, de modo que comenzó a salir y a enterarse de cómo estaban las cosas en el mundo viajando de un extremo a otro del mismo, algo que si bien le aportó conocimiento, no contribuyó a que su opinión del género humano mejorase, y de hecho, pensó que si ellos merecían lo que les había sucedido como decían los Levjaners, sin duda los actuales habitantes de la tierra estaban demostrando no ser mucho mejores. Fue por aquel entonces cuando conoció a Jahi, y aunque decía que no valía la pena meterse en aquel lío y si aquella gente quería matarse era asunto de ellos y no de él, como de costumbre, Lucien podía decir muchas cosas que no estaban en consonancia con lo que sentía en realidad, de modo que intentó detener aquello, y una vez que lo había hecho, se paseó por entre los muertos o heridos, ayudando a los últimos a tener una muerte rápida y menos dolorosa, pero cuando se acercó a uno cuyo pecho aún se movía pero que estaba bañado en sangre, fue cuando notó que se trataba de un devrig. Aquello lo sorprendió y no porque no supiese que su raza se había extendido mucho, sino porque estuviese en aquellas terribles condiciones. Hizo un rápido registro para saber si había más, pero no siendo así, cargó con Jahi y envió a uno de sus sirvientes por Haris. Cuando Jahi estuvo en condiciones de hablar, fue cuando se enteró que aquel chico, y antes de su transformación, había sido uno de los primeros cristianos de Egipto, y que intentaba que los bandos en conflicto no se masacraran. Lucien pensó que aquel infeliz era muy optimista, pero en su compañía recorrió los territorios del oriente medio enterándose bien de lo que sucedía, pero en su opinión aquello no tenía arreglo, porque siempre habría quien pensase que tenía la razón y los demás estaban equivocados. Aunque inicialmente se había concentrado en ayudarlo porque estaba muy herido, no se fijó si llevaba un anillo o una slabira que lo identificase, pero en efecto lo llevaba y era un miembro del clan Savaresce, algo que lo sorprendió poco, pues los Yaroslavich rara vez se aventuraban hacia aquella zona mayoritariamente Savaresce, y del mismo modo Jahi le contó que había sido transformado por un lijenik que se lo había encontrado de la misma forma que lo había hecho Lucien, es decir, gravemente herido y de hecho había muerto. Aquello había ocurrido por la época de la invasión árabe a Egipto, de modo que cuando Lucien lo conoció, tenía alrededor de trescientos años de transformado.




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