La DinastÍa (libro 8. Rhyfeldstar)

Cap. 40 Visita inesperada

 

Aunque ya Lucien le llevaba ventaja, pues había decidido no esperar el carruaje y se había marchado andando, cuando Itlar le dio alcance, se sintió de veras furioso y eso eran malas noticias para cualquiera.

 

Lucien iba pensando en que había sido una miserable pérdida de tiempo haber atendido aquella invitación, así como extrañado de que su instinto lo hubiese engañado. Sin embargo, por ocupada que estuviese su cabeza, el mencionado instinto no solo no le había fallado en lo absoluto, sino que ahora le estaba gritando el peligro que no se hizo esperar.

  • No tan de prisa, alteza – dijo un hombre con acento extranjero, pero no español precisamente
  • ¿De veras? – dijo Lucien al ver al grupo que a todas luces eran malhechores
  • Hay un par de cosas que queremos conversar
  • Y como no me interesa a mí, fuera de mi camino
  • ¡No vinimos a hablar una maldita cosa! – dijo otro con voz áspera y que definitivamente estaba lejos de ser educada – ¡Disparen!

No obstante, varias cosas sucedieron al mismo tiempo. La primera, que Lucien le quitó la cabeza al que había dado la orden, la segunda, que varios rayos convocados por el furioso Itlar, impactaron entre Lucien y los otros sujetos que en teoría debían dispararle. Y por último, estos mismos individuos soltaron las armas muy de prisa cuando fue evidente que estaban ahogándose.

  • Kasny dunheit, kicyk livlje – escuchó Lucien

Tanto Lucien como Itlar no pudieron ocultar de ningún modo su sorpresa, pues ambos conocían a Radek, que era quien se había presentado, pero como no era el caso de los guardias, intentaron impedirle acercarse, algo que desde luego era pésima idea.

  • Tranquilícense niños. Si quisiera matarlo, ya estaría muerto y ustedes también

Después de eso, miró a los que estaban tirados en el piso, y con un rápido y violento movimiento de su mano, o al menos eso les pareció a los sorprendidos guardias, todas las cabezas fueron separadas de sus respectivos cuerpos.

  • ¿Qué demonios…? – comenzó Lucien cuando se recuperó de la sorpresa
  • Nunca me gustó mucho este lugar – dijo Radek mirando alrededor y como si estuviesen en un agradable paseo – pero es evidente que por mucho que tú lo ames, no es seguro en este momento para ti, kicyk
  • ¿Es que todos los muertos han decidido…? – estaba diciendo, pero se interrumpió al escuchar reír a Radek
  • Sigues teniendo mucha imaginación, pero ya estás como crecidito para creer en los cuentos de Atli – en este punto volvió a mirar alrededor – Es mejor ir a un lugar más seguro, kicyk

Pero aquel individuo no era de la clase que se contentase solo con hablar, pues  diciendo aquello sujetó a Lucien arrastrándolo con él.

 

Naturalmente si había alguien que conociese a Lucien mejor que casi cualquiera, ese era Radek, pues la vigilancia del pequeño príncipe que en teoría era responsabilidad de Mikha, fue una que compartieron durante todos los años de la infancia y la adolescencia de Lucien. Fue Radek quien lo sacó de un pozo en el que cayó cuando tenía alrededor de cuatro años, fue Radek  quien lo ayudó a escabullirse la primera vez que Lucien se antojó de una bizlyk, fue Radek quien apaleó a Mikha cuando se dejó descubrir por Lucien en oportunidad de la desdichada erwedais del chico, porque a pesar de que todos habían ido, al único que Lucien no descubrió fue a Radek y de hecho nadie lo hizo; y finalmente, fue Radek quien lo encontró cuando Lucien se marchó de Illir para no regresar, pero también advirtió a Mikha que perdían el tiempo, pues él sabía tan bien como ellos, que si no quería regresar, simplemente no lo haría a menos que lo llevasen atado y lo encerraran en un calabozo de daearprin. Por todo lo anterior, no se sorprendió cuando Lucien intentó sacudirlo y quien lo hizo fue él para horror de Itlar y de los guardias.

  • ¡Soy tu sizvitel, desgraciado!
  • Eso lo sé yo antes de que lo supieras tú mismo, pero sigues siendo el mismo niño malcriado y como tal voy a tratarte a menos que me demuestres que estoy en un error

Así como Radek conocía bien a Lucien, sucedía lo mismo con él, la variante era que para Lucien ver o escuchar a Radek, era como ver y escuchar a su hermano, aunque físicamente no se parecían pero ni un poco, así que era por lo anterior que no había reaccionado como habría sido lo habitual para sorpresa de los demás, pero eso no le impidió soltar una retahíla de improperios en una mezcla imposible de devriùrik e italiano, mientras Radek se sentaba tranquilamente a escucharlo y hasta que el furioso individuo pareció calmarse.

  • ¿Ya terminaste? ¿Ahora podemos hablar en forma civilizada?
  • ¡Voy a…!
  • Lo que vas a hacer es a sentarte y a escuchar, brari – le dijo empujándolo hacia el sillón, pero agregó, aunque no para él – Y tú quédate tranquilo, pequeño Drachavo, porque por si lo has olvidado, puedo apalearlos a ambos con una mano atada a la espalda

Itlar pensó que aquel arrogante sujeto se había perdido de algunas cosas, pero al segundo siguiente había caído sentado después de golpearse contra la pared y escuchó reír a Radek.

  • De veras no quiero lastimarte, Itlar, pero si yo me perdí algunas cosas, creo que tú olvidaste que no solo soy un itsliev, algo que no me concedería mucha ventaja ante cualquier otro devrig que lo fuese, pero también soy hijo de una poderosa vidmagy ¿recuerdas?




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