Riùrik. Noviembre-Diciembre, 2006
Si bien Norman estaba muy contento, Gino no, así que detuvo a Gianfranco antes de que éste se marchase.
Gianfranco era más bien poco paciente, porque era cierto que había efectuado muchísimas transformaciones, pero pocas las que se había encargado él mismo del djali en cuestión, así que el niño aquel solía agotar su escasa paciencia con mucha rapidez.
Después de eso, si bien Gino seguía sin estar muy contento, dejaría de fastidiar con el asunto.
A pesar de que aquella parte del día le había salido bien y según lo que Lucien tenía planeado, las cosas iban a cambiar, pues se presentó un levramzyk con un mensaje de Iziaslav para que se presentase en el palacio real, y no fue exactamente el ser requerido por él lo que le molestó, sino porque no dijo el motivo. Él se presentó temprano, algo más bien extraño, al menos en él, porque siempre era el último en llegar.
Aquello obedecía a que Iziaslav estaba hablando con Michel y Armand, aunque en realidad quien hablaba era el primero sin dejar que nadie más dijese nada. Como Iziaslav recordaba que el problema de Lucien eran los celos, y si había sido difícil con sus hermanos, ya no digamos con cualquier otro, apartó a Michel antes de que Lucien reaccionase mal, pues él era el que se había girado y ya estaba diciendo quién sabía qué barbaridad.
Armand que conocía bien a su hermano, había tomado la precaución de silenciarlo, aunque no tendría que esforzarse mucho más, pues en ese momento estaban entrando Iyul y Dylan. Alex llegó un poco después en compañía de Aureliè, y fue cuando comenzaron los problemas.
Iziaslav tenía aspecto de ir a sacudir a aquel necio; Iyul se frotó la frente y pensó que su padre, conociendo a Lucien, debió prepararse para aquella reacción; Dylan se moría de la vergüenza; Michel tenía una grosera expresión que estaba a medio camino entre la burla y la satisfacción; Armand y Alexander lo que tenían era una máscara idéntica de inexpresividad; y Aureliè, a pesar de que había probado de muy distintas maneras su valentía, siempre le había temido a Lucien, no solo porque no era necesario ser un devrig para percibir con claridad la negatividad que emanaba de aquel sujeto en presencia de una Saint-Claire, sino que había sido testigo de los memorables pleitos entre Lucía y Lucien, de manera que le constaba que el hecho de ser una chica, no hacía que él se comportase con más delicadeza. Aunque Iyul habría querido estar en cualquier otro lugar, llevaba demasiado tiempo ocupándose de que Lucien no cometiese disparates demasiado grandes, así que lo sujetó por un brazo y salieron a una de las terrazas.
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Editado: 16.03.2022