La Doble Vida De Noa

Última Noche En Florencia.

Entró a la casa con su hija en brazos dormida y acurrucada en su pecho.

—Lleve a la pequeña a su habitación, yo iré en un momento a ponerle la pijama será muy incómodo para ella pasar la noche con ese peinado y esa ropa.

—Gracias. —Dijo llevando a la pequeña en sus brazos.

Subió las escaleras, entró a la habitación donde Luna se estaba quedando acostó a la chiquilla, acto seguido tomó asiento a un lado para quitarle los zapatos a la pequeña castaña.

—Ya estoy aquí —dijo Noa entrando a la habitación, la morena caminó al armario de ahí saco una dormilona azul celeste con pequeñas lunas y estrellas de color amarillo—, será más fácil ponerle está pijama, trataré de desarmar su peinado así dormirá más cómoda.

Alexander se puso de pie para que Noa cambiara a Luna con más comodidad. En cuestión de minutos la morena con la mayor paciencia retiró el vestido de la niña, para acto seguido envolver a  Luna en el camisón celeste que había escogido la niñera para ella.  

—Con cuidado —musitó Noa quitándole los apliques en forma de  flores a la niña, dejó de hacer lo que hacía en cuanto sintió a Luna removerse incómoda, poco después en cuanto la niña volvió a quedarse tranquila retiró los broches que aún no podía quitarle—, ya estás lista preciosa, ahora nada podrá molestarte en la noche podrás dormir tranquila.

Luego de decir aquello la morena cubrió a la niña con las cobijas, apagó las luces,  solo dejó la lámpara de la mesa junto a la cama.

Salió de la habitación cerrando la puerta tras su espalda, recordó lo sucedido el día de hoy suspiró emocionada, ya no era una adolescente pero así se sentía en ese momento, por primera vez en mucho tiempo  mariposas en su estómago ya no era una jovencita pero la emoción era igual.

Bajó las escaleras quería ir por un poco de agua antes de irse a dormir, la noche estaba fresca pero el vestido daba un poco de calor. Al llegar a la sala vió a Alexander sentado en el mueble.  

«Alejate, alejate y vete a dormir Noa no tienes nada más que hacer aquí», una cosa era lo que debía hacer pero Noa llevada por sus impulsos llegó a la estancia.

—Ya Luna está durmiendo en su pijama, pude quitarle los broches de su cabello así dormirá más tranquila.

—Gracias —respondió el rubio poniéndose de pie dió unos pasos hasta quedar frente a  la morena, incluso con tacones era notoriamente más baja que él. Nuevamente  las palabras de sus amigos y familiares hicieron mella en él «¿Será Noa la mujer indicada para volver a empezar?» esa pregunta cada vez cobraba más peso en él.

Lentamente se acercó a la chica tomándole del menton, sin previo aviso hizo suyos los labios de la morena, Noa le tomó un momento reaccionar pero terminó presa al sentir como una lengua intrusa pedía entrar a su cavidad bucal. Ella se hizo participe de aquella danza que ese par de lenguas tenían entre ellas para explorarse mutuamente.

El rubio llevó  sus manos a su cadera acercando el cuerpo de la morena al suyo. Ella detuvo el beso, respiraba agitada por falta del  preciado aire, Alexander no dió oportunidad a Noa de reponerse pasó de sus labios a su cuello arrancándole un pequeño gemido a la dama del vestido azul.

Noa tomó la iniciativa tomando los labios de Alexander, él la tomó en sus brazos en ese momento ya no eran jefe, empleada, ahora eran solo un hombre y una mujer dispuestos a por un momento olvidar su posición. Alexander caminó escaleras arriba con torpeza abrió la puerta de su habitación todo sin bajar a la mujer que se aferraba a su cuello con sus delegados brazos.

Dejó a Noa en la cama, allí siguió devorando con sus labios a la muchacha y acariando la pequeña espalda de la pelinegra.  

—Ese vestido tiene mucha tela ya no me gusta —dijo el rubio rompiendo la parte superior de la prenda, acto seguido puso a la muchacha debajo de él. Se detuvo mirando la belleza de la chica debajo de él—, eres jodidamente hermosa Noa te haré mía está noche.

—Señor Alexander yo...

Puso un dedo en los labios de terciopelo de la morena.

—Hoy no, solo dime Alexander o este otro apodo tuyo, aunque crees que no lo noto se que a mis espaldas me llamas don refri. —Dijo con una sonrisa de boca cerrada sus ojos de profundo azul se oscurecieron ante la lujuria acumulada.

—Lo sabía, lo siento es que yo...

Ahora no solo fueron sus dedos, ahora eran sus labios, el rubio llevó su mano derecha a la intimidad.

—Ah. —Musitaba la morena en un ahogado quejido aferrandose  al alemán.

—¿Te gusta? —susurró él al oído de la morena en un tono de voz grave y ronco que erizó la piel de la muchacha—. ¿Dime lo que quieres? —pidio Alexander de manera dominante.

—Te quiero a ti.  —Musitó Noa en un hilo de voz presa de la excitación.

—¿Y a dónde me quieres? —cuestionó el rubio besando la comisura de los carnosos labios rosa de la muchacha.

—Alexander, no me hagas esto. —gruñó ella ahogando un gemido otra vez tirando de las hebras doradas de su jefe con desesperación.

—Solo pídelo hermosa. —Dijo Alexander con una sonrisa ladina alejándose un poco de la niñera.

Sus orbes celestes estaban más dilatados por la creciente exitacion, Noa miraba a su jefe con desespero ella tenía ganas de tenerlo ya dentro pero no quería pedirle nada, ella quería esperar un poco o eso creyó hasta que el astuto rubio comenzó a mover las caderas torturando a la chica debajo de él.

—Te-te quiero dentro de mi. —Dijo ella ahogando un gemido.

Volvió a sonreír sintiéndose victorioso   había llevado a la chica donde quería, se quitó la ropa con rapidez y con poco tacto despojó a la niñera de aquel delicado vestido azul caribe; con cuidado se acomodó en medio de las esbeltas y tersas piernas de la chica hundiéndose lentamente en Noa, al inicio las enbestidas eran lentas y placenteras, con el pasar de los minutos la delicadeza quedó atrás, los movimientos de Alexander eran violentos Noa ahogaba sus quejidos en la boca del rubio aferrando sus piernas con fuerza a las caderas de Alexander.




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