Celos de Uriel (parte 2)

―Entonces ¿cómo debo hacerlo? ―pregunta divertido Alain.

Puesto que durante el entrenamiento se ha dado cuenta de la diferencia que existe entre ellos, como Gema lo aseguro, le ha pedido a Irina que entrene con él.

Ella pone los ojos en blanco y niega ante su expresión.

―Así ―explica tomando su brazo, haciendo que de un golpe con la espada―. Tienes que hacerlo con fuerza y en este ángulo, para que consigas cortar su cabeza de un solo golpe.

―Mmm ―murmura él disfrutando de la sensación de sus manos sobre las suyas.

―Intentarlo ―ordena retrocediendo.

Alain finge estar concentrado y lo ejecuta de manera errónea intencionalmente. Ella resopla y sacude la cabeza.

―Así no ―dice acercándose, pero él se gira y sujetándola de la nuca, la besa.

Durante unos segundos el desconcierto la paraliza, no sabe cómo reaccionar, no esperaba que hiciera eso. Sus labios se mueven y su tibia lengua humedece su boca. No es brusco. Y algo extraño recorre su cuerpo, pero antes de que pueda responder Alain desaparece. Confundida observa como Uriel lo sostiene del cuello, separado sus piernas del suelo.

― ¿Uriel?

Él no responde, continua mirándolo furioso. De la palma de su mano emergen llamas.

― ¡No! ―grita ella sujetando su mano― ¿Que estás haciendo, Uriel?

― ¡Eso mismo te pregunto yo! ¿Que estabas haciendo tú? ―grita furioso. Ella parpadea confusa y nota el rostro pálido de Alain, que se torna morado.

―Lo estas asfixiando ―protesta logrando que lo libere.

Alain cae al piso, tosiendo ruidosamente.

―Entonces ¿consentiste que lo hiciera? ―cuestiona.

― ¿Qué? ― "¿Cómo puede pensar eso?". Cuestiona, pasando del desconcierto al malestar. "¿Quién se cree para pedirme cuantas?"

"No me creo, soy el único que puede tenerte".

―Fui yo ―logra dice Alain, aun intentando recuperarse.

― ¡Tú digas nada! ―lo corta ella― ¿Sabes? No me importa lo que diga.

― ¿Ni lo que diga Armen? ―Ella lo fulmina con la mirada.

―Él sí, tu no.

―Se lo diré.

― ¿Qué le dirás? ¿Qué quisiste matarlo?

―En realidad, estoy bien ―murmura Alain, pero ninguno lo escucha.

―Deja de comportarte como un tonto ―dice molesta―. Vamos, Alain... ―intenta tomarlo del brazo, pero Uriel la toma de la cintura y la aparta.

―Tú, te vienes conmigo.

― ¡Oye! ―gimotea mientras se dirige a la puerta.

―Te vas conmigo, si no quieres que le corte la cabeza.

No espera respuesta, sale con ella acuestas. Alain solo ríe y se tumba mirando el techo.

―Creó que no estuvo tan mal ―murmura para sí mismo.

*****

―Te estas comportando como un cavernícola ―protesta ella cuando entran en su habitación.

―No me importa ―responde poniéndole llave y guardándosela en la bolsa del pantalón.

―Le recuerdo que ya no compartimos habitación.

―Porque tú así lo quisiste.

― ¡Exacto! Así que abra la puerta o la tiro.

― ¿Y cómo vas a explicarlo? ―la reta con una sonrisa maliciosa― Para todos, eres mía.

Ella suelta una risilla irónica.

―Menos para usted. Abra o derivo la puerta.

―Hazlo.

Se retan con la mirada y cuando ella se mueve, se anticipa y la tumba sobre la cama.

― ¿Por qué te gusta tanto jugar conmigo? ¿He?

―El único que juega es usted, señor Haros ―gruñe y se acerca, pero ella gira el rostro.

―A mí no quieres darme un beso, pero ¿a ese sí? ―Ella sonríe―. ¿Qué te hace gracia? ―pregunta molesto.

― ¿Tiene celos de que un pobre humano le robe la comida? ―pregunta con tono sacaron.

―Nadie puede hacerlo ―dice muy seguro, acariciando con su rodilla el interior de sus muslos. Ella se muerde el labio y cierra los ojos―, porque nadie más te hará sentir lo que yo hago, Irina. No intentes jugar de nuevo con ese o la pasara muy mal.

―Tiene razón, señor ―responde dócil― nadie puede robarme ―él sonríe y libera sus manos, y ella aprovecha para robar la llave― porque primero tengo que ser suya... ―dice empujándolo y corriendo a la puerta― y no lo soy.

Sale dejándolo pasmado.

― ¡Maldición! ―grita frustrado.