La donante: extras

Cádiz: confrontación

¿Qué tiene de especial su sangre?

Pensó de mala gana mientras terminaba de ajustar su nuevo traje. Después de instalarse en la habitación junto a la que ocuparían Pen y Alain (como se lo ordeno su señor), decidió tomar un baño y alistarse para las ordenes de Armen. Abrocho el cuello del saco y se miró rápidamente en el espejo, cerciorándose de estar presentable. Su cabello negro lucia impecable, al igual que su ropa, pero lo que llamo la atención fue el color rosado de sus labios y el brillo en sus ojos. Soltó un sonoro suspiro. Su sangre había hecho efecto y se notaba en su aspecto.

Mordió la parte interna de su labio inferior y sacudió la cabeza, luchando por despejar los recuerdos. No podía evitar pensar en ello. Constantemente rememoraba el instante en que sintió el líquido tibio deslizarse por su garganta, la manera en que sus manos se aferraron a su robusto cuerpo y su olor masculino. Era un simple humano, uno molesto y engreído, que había atentado contra su señor. Pero también, era quien le había dado su sangre y eso era lo que más la molestaba.

"Reúnete con los demás en el comedor". Ordeno Armen cuando intentaba acercase a la sala donde se encontraba reunido con Danko.

"Si, señor". Atendió sin protestar.

Aunque los días anteriores la tensión e incertidumbre le habían mantenido pendiente de él, ahora que estaban dentro de la ciudad, podía darle un poco más de espacio.

Avanzo por los enormes pasillos, rumbo al comedor principal. Ahí se encontraba Kassia en compañía de los dos híbridos e Irina. Quien parecía distante, alejada de ellos, de pie junto a la ventana. Sabía que las cosas con Uriel y ella no iban bien, pero era claro que no deseaba tocar el tema y quizás eso fuera mejor. Puesto que ella no tenía idea sobre que aconsejarle, no era como si hablaran de batallas o técnicas. En su momento, había dicho lo que creyó conveniente, pero tal como Armen siempre repetía, era mejor dejar que ellos solucionaran las cosas. Se quedó junto a la puerta, esperando por el resto del grupo.

Su olor llego a sus fosas como una exquisita fragancia y tuvo que hacer acopio de sus fuerzas para mantener inmutable su expresión. Unos segundos después, acompañado por el otro humano, Pen ingreso en el salón. Sus ojos se encontraron al instante, era como si existiera una fuerza invisible que los obligara a hacerlo. Incomoda se removió sobre sus pies y miro a Irina, quien continuaba con la mirada perdida.

"Habrá que esperar lo que determine el consejo". Los pensamientos de su señor la aliviaron. Entro llevando a Gema de la mano y seguido por Rafael y Uriel.

Al estar reunidos todos, Armen indico que ocuparan un sitio en el enorme comedor. Por azares del destino o algo premeditado, termino sentada frente a él. Quien no dejaba de mirarla.

Los sirvientes dispusieron la mesa y cuando llenaron sus copas de una mezcla de vino de sustituto, noto que Pen arrugaba la nariz. Desde luego que se había percatado que aquello tenía sangre. Nunca le había importado ese tipo de gestos, pero su expresión le irrito. No dispuesta a dejarse intimidar, levanto su copa y dio un par de sorbos. El gesto de asco se acentuó en el rostro del joven y ella dibujo una ligera sonrisa.

"Estas en mi territorio, tienes que aguantarte". Pensó para sí misma.

"Anisa". O eso creyó. Desde luego que Armen siempre se percataba de sus reacciones.

Con malestar, aparto la mirada y dejo la copa sobre la mesa. No podía llevarle la contraria y la orden era clara. No provocar enfrentamientos.

Intento distraerse con el sonido de los cubiertos, con el aire despreocupado de Farah o con la indiferencia de Irina hacia Uriel, quien no dejaba de intentar captar su atención.

"Bien por ti". Pensó con malicia, al notar que la pequeña había optado por castigarlo con silencios y eso, era algo que el poderoso Haros, no soportaba.

― ¿Qué sigue? ―Su voz la crispo. ¿Ni siquiera podía dejar el tema por la paz mientras cenaban?

Escucho la respuesta de Rafael, quien parecía un poco más animado que de costumbre.

― ¿Esperar? ―El tono de su pregunta la enervo. De verdad que ese chico no tenía modales. Pensó mordiéndose los labios para no intervenir.

Ahora fue se señor quien contesto con su característica tranquilidad. "¿Cómo puede soportarlos?". Cuestiono sin esperar respuesta de su parte.

― ¿Reunión? ¿Y tú porque no estás ahí?

Eso era inconcebible. ¿Cómo se atrevía a hablarle de esa forma a Armen?

― ¿Quieres medir tu tono de voz? ―gruñó sin poder evitarlo. Eso era el colmo.

"Por favor, Anisa". Pidió Armen.

"Señor..."

"Tranquila". Molesta atiende su orden y escucha como Armen responde la pregunta de Pen y luego lo hace Rafael.

― ¿Entonces? ―interrumpe Pen a Rafael.

"¿Puedo arrancarle la cabeza?". Pregunta furiosa.



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En el texto hay: amor, ladonante, extras

Editado: 16.03.2019

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