La Edad de Cristal

Primera parte: Fantasmas del presente.

Primera Parte: Fantasmas del presente.

-Nyxe...- susurró el chico en su oído -debes entregarlos. Si alguien se entera de esto...

-Nadie lo sabrá- contestó ella, torciendo los ojos. Siempre la hacía enojar que Bhria se comportara como un idiota y le reprochara todo -ya tomé la decisión, no puedo abandonarlos.

El muchacho bufó y cruzó los brazos sobre su pecho.

-Tienes demasiado corazón. Algún día, eso te matará.

La muchacha sonrió. Bhria pensó que se veía realmente atractiva al sonreír (aunque pocas veces lo hacía), pero no dijo nada. La chica había tomado una decisión y pocas personas en el mundo eran más tercas que ella.

-¿Qué harás para mantenerlos? ¿Cómo piensas cuidarlos?- el sol estaba empezando a caer, ya era hora de regresar a casa. Sin embargo, los muchachos permanecieron sentados en la colina, observando el atardecer. 

La cálida brisa de la tarde adormilaba a Nyxe, quien no tardó en responder elevando los hombros con la mirada perdida en el horizonte.

-¿No tienes un plan?- volvió a preguntar el muchacho, intentando convencer a su amiga de la locura que pensaba cometer.

-Sabes que no suelo hacer planes- contestó ella fijando la vista en el cielo majestuoso y en sus variados tonos de naranja- además, mis planes nunca funcionan. Trabajo...

-...mejor sobre la marcha- completó Bhria, levantándose -Ya es hora de regresar, no tengo ganas de huir de los zenkan hoy.

Nyxe suspiró mientras se levantaba del suelo y emprendía, junto a Bhria, el viaje de regreso a su "casa".

Llegaron a un callejón oscuro pero con mucho movimiento, las personas que habitaban las pobres casas estaban recogiendo sus cosas desesperadamente y corriendo de un lado a otro, resguardándose de la noche y de los peligros que ella traía consigo.

Mientras más se acercaban a la pequeña construcción a la que llamaban casa, más fuertemente escuchaban el chirrido de un pequeño bebé. Nyxe palideció y apresuró el paso.

Entró a la casa dejando la puerta abierta para Bhria y corrió hacia un gran armario viejo con las puertas entreabiertas.

Dentro, sobre un montón de telas viejas, había un pequeño niño sosteniendo a un bebé. El pequeño lo mecía entre sus brazos, intentando calmarlo.

-No pasa nada, no pasa nada. Calma, calma...- susurraba el niño, consolando al retoño que berreaba en sus brazos.

Nyxe, al contemplar la escena, corrió hacia el armario y tomó en sus brazos a la pequeña bebé; la cubrió con una manta sucia y la meció, consolándola.

El niño miró a Nyxe con sus gigantescos ojos negros.

-Apenas cae la noche, llora sin parar- se excusó el pequeño, en susurros.

-Será mejor que la calme, antes de que atraiga a todos los zenkans de Mystra- contestó ella, arrepintiéndose casi de inmediato. La mirada del niño se ensombreció e intentó esconderse entre los harapos sobre los que estaba arrodillado. Él ya conocía el peligro de la noche, pues Nyxe era consciente de que necesitaba saberlo. 

Mystra era un sitio peligroso para un niño tan inocente. La pequeña tendría que saberlo más temprano que tarde, aunque todavía era demasiado temprano.

La bebé quedó dormida rápidamente en brazos de Nyxe, quien la depositó junto a su hermano mayor dormido y entrecerró la puerta del armario. La luna brillaba en el cielo, mientras Bhria cubría las ventanas con tela. 

Una sensación de extraña preocupación se apoderó del cuerpo de la chica. Siempre que caía la noche se ponía nerviosa, pero desde que el par de niños vivían junto a ella, ese nerviosismo se convertía en una ansiedad que le congelaba el aire en el pecho. Temía que algo les pasara a ellos, o que algo le pasara a ella misma. Si la mataban los zenkans ¿qué sería de sus hijos?

La vida en Mystra era muy cruel.

Nyxe se sentó en el suelo, intentando calmarse. Sus manos temblaban y no podía controlarlas. Bhria se sentó a su lado y puso una tranquilizadora mano en su hombro.

-No me gusta regañarte, Nyxe- empezó él, en susurros- pero debes dejar a esos niños, no creo que sea buena idea...

-Detente, Bhria- contestó ella, cortante- no quiero hablar de eso ahora. Además, estoy cansada.

Se arrimó hasta estar frente a la puerta del armario y se acostó en el suelo de ese mismo sitio, intentando proteger a ese par con su cuerpo.



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En el texto hay: fantasia, aventuras magicas

Editado: 02.11.2019

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