La edad de las bestias

Capítulo 32 - Huida o libertad (Aluna)

Hacía media hora que Phillia se había marchado y Aluna perdió la cuenta del número total de vueltas que había podido dar por la casa. La plaza estaba muy cerca de allí y temía que le hubiera pasado algo a la sacerdotisa. Sintió un impulso de salir a buscarla, pero no quería meterse en más problemas.

Sentada en una de las butacas, escuchó de pronto muchos gritos que venían de la calle y se tiró al suelo. Temblando, gateó hasta una de las ventanas y se asomó con cuidado. Al principio no fue capaz de ver gran cosa, pero de golpe un soldado de la ciudad se estrelló contra los barrotes y se desplomó en el suelo. Escuchó dos gritos más mientras aguantaba la respiración y pegó un salto cuando alguien parecía querer forzar la cerradura de la puerta.

Buscó con la mirada cualquier objeto contundente que pudiera servirle como arma o escudo en el caso de que el invasor lograse entrar. Había algunos, como el atizador de hierro de la chimenea o la bandeja de acero que había utilizado para servirle el té a Phillia casi una hora atrás. Sin embargo, esos objetos estaban muy lejos desde su posición y temía no ser capaz de cogerlos a tiempo. A su alcance, lo más que podía hacer era echar mano de la alfombra que había justo en la entrada. Lo cual no le serviría de nada.

Los ruidos estridentes cesaron y Aluna escuchó el silencio. Como aquel que siempre precede a una tormenta. Entonces fue cuando entró Wander de un portazo, con una respiración acelerada y cerró de nuevo con llave en cuanto cruzó el umbral. Tenía un ojo morado, una brecha en la ceja izquierda y su ropa estaba manchada de sangre. Aluna, que seguía acurrucada en el suelo, se levantó y corrió a asegurarse de que estaba bien agarrándole de la cabeza para mirarle bien las heridas.

—¿Qué ha pasado?

—Me he enfrentado a Lurtz —explicó demasiado breve Wander.

—¿Has luchado contra él? —exclamó Aluna tapándose la boca con la mano.

—No, directamente no —concretó—, pero sí me he negado a cumplir sus órdenes… Ahora me buscan para arrestarme, solo que yo voy a optar por el destierro voluntario. Para colmo Lana, la cocinera pagará por mi temeridad. Solo espero que encuentre una buena excusa y la dejen en paz. —Caminó dando fuertes pisadas hasta un armario y rebuscó entre ropa y zapatos hasta que encontró una mochila de tela reforzada con cuero—. Ten, mete la ropa de viaje más cómoda que tengas. Yo voy a coger provisiones.

Aluna cogió la mochila que Wander le tendió y se acercó al mismo armario para cumplir con su petición. Cuando se encontró delante del mueble se quedó paralizada con la mochila entre las manos. Wander tuvo que insistir para que ella reaccionara e hiciera lo que le pidió.

—No entiendo nada… —musitó Aluna con la mirada perdida.

—Nos vamos de aquí, Aluna. Se acabó estar escondida y se acabó esta mierda de ciudad.

Se alegraba bastante de ver a Wander con esa actitud, aunque también le daba bastante miedo lo que estaba ocurriendo. Muchas veces compartieron opiniones sobre la forma de ser de la mayoría de la gente en Calathra y los dos estaban de acuerdo en que era asquerosa, sin embargo, Wander tenía un sentimiento de agradecimiento que no podía evitar hacia Lurtz. Se preguntaba qué podía haber ocurrido para que Wander tomase esta decisión.

Obediente, Aluna comenzó a seleccionar la ropa más cómoda que encontró y la metió en la bolsa. También incluyó una capa, ropa de abrigo y una manta. Mientras recogía, se vio en el espejo que había delante del armario y recordó que llevaba un vestido que era de todo menos cómodo para un viaje. Lo más sensato sería partir con ropa más adecuada.

Echó una mirada furtiva a Wander que estaba revisando la despensa y metía algunas cosas en un saco. Se puso colorada y pensó en cambiarse en otra habitación, pero tenían prisa y estaba segura de que Wander no miraría, ¿o sí? Solo con la idea se puso tan roja como los tomates que Wander estaba guardando en ese momento. Se retiró el vestido y se quedó en ropa interior, dejando al descubierto su figura. En lo que cogía una camisa blanca, un corpiño verde y unos pantalones negros le vigilaba por si le pillaba echando alguna mirada disimulada, solo que el chico estaba muy ocupado en su tarea y ni tan siquiera hizo amago de darse la vuelta. Decepcionada, se dispuso a vestirse de nuevo culminando el atuendo con dos botas de cuero marrón muy resistentes.

Ella terminó de prepararse antes de que Wander acabase de repasar toda la comida que pudieran llevarse, así que se quedó esperando mientras jugaba con sus dedos. Todavía no había mencionado la aventura de Phillia y él no parecía haberse dado cuenta de que la sacerdotisa no estaba presente.

—Wander —llamó la atención del joven. Su voz salió aguda y necesitó aclararse la garganta—. Tengo que contarte algo… Phillia insistió en salir a ver la iglesia y no pude detenerla. Supongo que ahora estará ella allí.

La facilidad con la que las palabras salieron de su boca le sorprendió e hizo que Wander se girase al fin para mirarla. Al darse la vuelta se golpeó la cabeza en una de las estanterías de la despensa. Estaba desencajado y furioso. Maldijo varias veces y se dio prisa en meter lo que faltaba. Estaba terminando de meter un poco de carne seca que había encontrado en el fondo del armario cuando empezó a farfullar.

—Maldita sea… No podía esperar aquí tranquila.

—¿Qué vamos a hacer? —preguntó Aluna entrelazando sus dedos con más velocidad.



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En el texto hay: fantasia, aventura, dioses antiguos

Editado: 13.12.2024

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