Le abro la puerta del auto para que suba y eso sólo me recuerda que nuca se ha sentado en el asiento delantero conmigo por voluntad propia, las pocas veces que salí con ella.
Rodeo el auto y me monto poniendo el auto en marcha al instante.
—¿Quieres escuchar algo de música? —le pregunto echándole una breve mirada.
—Sí —contesta sin mirarme.
Encendí la radio y dejé que ella eligiera la canción, raramente le gustó una opereta de Italia, lo que me provocó reír pero no dije nada. Luego recordé haber escuchado que le gusta mucho el ballet y que solía practicarlo, pero lo más probable era que no recordara nada de eso.
Estaciono cerca de la casa, antes de que ella baje, bajo para abrirle la puerta, le pido a uno de mis hombres que se lleve la camioneta al estacionamiento de la casa.
—Extrañamente no me siento fuera de lugar —comenta a mi lado y la miro girando un poco la cabeza.
—Pues se parece un poco a la casa de tus padres —comento con algo de preocupación a que vaya a hacer preguntas.
—No haré preguntas —dice alzando una de sus manos, como si me leyera la mente.
La tomo de la mano y su calidez me causa sentirme sensible, como si la piel se me pusiera de gallina, nunca tomé su mano con tanta gentileza y nunca disfruté tanto de su tacto. Avanzamos hasta la casa y la dejo pasar primero, luego lo hago yo cerrando detrás de mí.
Ella inmediatamente empieza a inclinar la cabeza y a girar observando la casa, y yo me dedico a admirar sus gestos. ¿Cuándo empecé a hacer eso Dios?
—Señor... —los pasos de la persona se escuchan muy deprisa como si viniera de prisa. Yuri hace una reverencia al verme, intenta decir algo para disculparse por no sé que hasta que sus ojos caen sobre Carina quien la mira confundida.
—Ca... señora —lleva una mano a sus labios impactada.
Carina voltea a verme frunciendo el ceño y antes de que pueda objetar algo la chica se le lanza encima en un fuerte abrazo que ella trata de devolverle.
—Es un alivio verte —Yuri se aleja y le toca los hombros suavemente.
Meneo la cabeza de lado.
—Yo le explico —le digo a Carina. —. Vamos a hablar Yuri —le indico que me siga con la cabeza y empieza a avanzar hacia la cocina.
Apoyo ambas a manos al respaldo de una silla del comedor y observo a la chica mirarme con nerviosismo a unos metros de distancia.
—Carina perdió la memoria, en realidad le borraron la memoria, no te reconoce, tampoco a mí —ella abre los ojos y la boca impactada.
—Dios.
—Pero recordará, quiero crearle un ambiente tranquilo y relajante para que esté bien y pueda recordar —explico.
—¿Usted no desea que no recuerde? —pregunta mirándome asustada ya que se arrepiente de sus palabras al instante. —. Lo siento.
—No puedo desear eso, no me conviene —aclaro y salgo de la cocina. Si ella no recuerda no podrá perdonarme, y yo necesito su perdón para liberarme de esa carga tan pesada que se ha puesto sobre mi pecho desde que descubrí la verdad.
Me detengo cerca de la entrada a la sala y la observo mirar alrededor con interés, compré una casa al estilo cultural de su país aunque no me gusta tanto ese tipo de casas con tantos adornos razón por la que no está tan similar a las comunes.
Ella voltea y me ve, sonríe tímidamente y le devuelvo la sonrisa.
—No hay fotos —comenta.
Sí, pensé en hacer algo en cuanto a eso pero no iba a crear una falsa historia, no la engañaré, aunque tampoco me atrevo a decirle ahora, no cuando aún no recuerda nada.
—Nos casamos por el civil y no fue hace mucho tiempo —comento acercándome a ella. —. Vamos, ven a ver nuestra recámara —casi digo otra cosa pero supe corregir mis palabras inmediatamente en mi mente antes de pronunciarlas.
Inclina su mano y acepta la mía que está tendida a ella, subimos por las escaleras y paseamos por los pasillos viendo alrededor hasta dar con la recámara, de hecho ni yo había visto bien la casa.
Inclino mi mano para tomar el pómulo de la puerta pero ella lo hace y se adentra a la habitación, lo observa con detenimiento y sonrío.
—Me gusta, pero está muy vacía, ¿acaso no tengo fotos? —pregunta sentándose en la cama y haciendo leves brincos.
—Podemos arreglar eso —aclaro, pasando a sentarme a su lado sobre la cama. —. Todo lo que quieras —le sonrío.
—¿Me estás consintiendo? —pregunta inclinándose hacia atrás.
—Puede ser —afirmo.
—¿Por qué? ¿Me extrañaste? —pregunta moviendo sus ojos de un lugar a otro en la habitación.
—No tienes ni idea —suelto con un suspiro, recordar la agonía no tener ni una pista de donde estuviera ella, no sólo por mi conciencia, me preocupaba muchísimo.
Giro mi cabeza de lado para verla inclinada hacia atrás pero me llevo la sorpresa de encontrármela a unos centímetros de mi rostro, me está observando. Me sonríe.
Se ve tan distinta, de seguro así es con todos pero yo saqué lo peor de ella por ser como soy, de hecho cuando la conocí fue muy educada y muy niña lo que me desagradó pero me atrajo su manera de ver a las personas a los ojos, desbordaba pura seguridad.
—Siento que hay una barrera entre nosotros, debió pasar algo, pero si me estuviste buscando y estás tan contento de tenerme de vuelta es por algo —sonríe con los labios sellados.
Levanto mi mano y toco su mejilla con suavidad, la suavidad de su piel atrae a mi mano a quedarse más tiempo ahí, sus ojitos hacen latir con más fuerza mi corazón, puedo fingir que puedo con esto pero en realidad no, ni siquiera sé que es lo que me está pasando como para luchar contra ello.
Muevo mi rostro un poco más hacia el de ella cortando la poca distancia que hay entre nosotros, su respiración cosquillea mi labio, unas ganas de besarla me consumen pero algo me retiene, no puedo hacerlo por más que el deseo me quiere ganar.
Cierro mis ojos con fuerza suspirando, muevo mis labios hacia su mejilla y la beso por un instante y me alejo.
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Editado: 28.05.2024