Sostengo el collar antes de que resbale de mi pecho, aliviado lo envuelvo en mi mano.
—Si quieres...
—Si quiero ¿Qué? —espeta levantando la cabeza. —. ¿El divorcio?
—Lo... lo que quieras
Se para del sofá y avanza hasta mí, descalza, viste unos imples shorts azul y una blusa de tiras negra.
—Sí quiero algo —se coloca frente a mí, sin una pizca de distancia entre nosotros. —. ¿Quiero saber que pasaba por tu asquerosa mente cada vez que gemía tu nombre cuando me embestías sabiendo que una vez fueron gritos de súplicas? —pregunta mirándome fijamente a los ojos.
No aparto la mirada, sé que es de mucho atrevimiento y que para ella eso significa que me importa muy poco y que no me lastima lo que dice, pero así soy.
POV: CARINA
Mi hermana siempre me dijo que la mujer tiene un lado muy cruel, un lado que la hace mucho más peligrosa que un hombre, y esa parte al parecer había nacido en mí al fin, porque tanto mi madre como mi hermana lo poseen, tal vez yo aún no había pasado por nada que sacara esa parte de mí.
Observo su despacho mientras paso mi dedo sobre su escritorio. Una vez más me acostumbro a su aroma, porque su presencia en mi vida no es ni será temporal.
Sin querer ayer le arranqué su collar, sin darme cuenta, no fue hasta ésta mañana que lo encontré en el suelo junto a la cama, lo guarde en el bolsillo de mi short y bajé a distraerme pintándome las uñas.
—Pensé que tenías una respuesta para todo —objeto cruzándome de brazos. —. Pensé que tu conciencia te mataba cada vez que me tocabas porque recordabas que en el pasado me obligaste...
Me aparta para irse, no lo soporta, ¿acaso ya no es tan fuerte?
—No huyas Leonardo —demando. —. No lo hagas, porque me tendrás todos los días en la punta de tu nariz, es mejor enfrentarlo ¿no crees? —Me cruzo de brazos sonriendo. —. No te preocupes, ya no me resistiré, puedes follarme como gustes querido esposo —digo entre dientes. —. Será como si todavía estuviera con la mente en blanco.
—¡Basta dannzione Carina! —grita volteando a verme. Avanza hasta mí dando zancadas, tira de mi cintura hacia él pegándome a su cuerpo, no me provoca nada, no le temo, tampoco me incomoda su cercanía, yo ya no siento nada. —. Tú lo viste en mis ojos, viste todo en mi mirada, no lo niegues, sólo quieres obviar que durante el tiempo que estuviste sin tus recuerdos hicimos el amor, no que te tomé como una cualquiera —dice entre dientes mirándome fijamente a los ojos.
Mantengo mis ojos fijamente en los suyos haciéndole creer que lo estoy pensando y que sus palabras me llegaron al corazón.
Suelto una carcajada en su cara.
—¿El amor? —mofo riéndome. —. Pero si ni tú ni yo sabemos que es eso Leonardo, ay por favor, ¿Qué te hace pensar eso?
—Siempre viste el miedo, el dolor y la preocupación en mis ojos —toma mi mano la alza. —. Éstas manos calmaron mi dolor, aunque con mirarte a los ojos regresaban, nunca había experimentado tan intensamente cerrar los ojos y disfrutar del momento, porque mientras te hacía mía no podía abrir los ojos y ver los tuyos porque me lastimaba...
Pongo distancia entre nosotros al sentir el efecto de sus palabras en mí, no voy a mostrarle nada, no lo haré, no lo merece. Sólo son hormonas revueltas, nada más.
—¿Lo sabes? —pregunta avanzando hacia mí y yo retrocedo. —. Lo haces, no quieres admitir que te hice feliz aunque fue por una mostaza de tiempo, lo hice —sigo dando pasos hacia atrás hasta chocar contra la pared.
Levanto la mirada manteniendo mi postura.
—Lo sé —declaro. —. Todo lo malo que me hiciste cubre esa mostaza de buena obra que hiciste —aclaro.
Cierra los ojos y pega su frente al mío, mi labio inferior tiembla, ese gesto lo conozco y aunque odio lo que me provoca, es como algo de ambos, lo hacía mucho, cerraba los ojos y pegaba su frente al mío, suspirando, nunca se atrevía a posar sus labios sobre los míos sin antes de cerrar los ojos, y hoy más que nunca entiendo la razón.
Aleja su rostro colocándose a un lado de mi cuello lo que me proporciona su respiración caliente, respiro con algo de dificultad, alzo mi mano pero termina contra su pecho, él vuelve a mirarme a los ojos y yo lo miro sin poder decir nada, esto es incómodo, tanto por el pasado como por el presente.
Él es quien no resiste y me besa, estampa sus labios contra los míos y me devora con necesidad, muevo mi palma que está sobre su pecho y lo subo a su cuello, abro la boca devolviéndole el beso, chupa mi labio inferior y vuelve a besarme, intensifica el beso pegando su cuerpo contra el mío presionándome contra la pared.
Muerde mi labio inferior y besa mi barbilla bajando a mi pecho, jadeo echando la cabeza hacia atrás, besa mi cuello y mis hombros desnudos, luego regresa a mis labios, mueve su mano de mi cintura a mi abdomen, libera el botón de mi short y cuela su mano dentro de mis bragas. Sé que es un adicto loco depredador, pero conmigo se morirá con las ganas porque pienso matarlo sin mover un dedo.
Gimo dentro de su boca clavando mis uñas en su cuello, muerdo su labio inferior con fuerza, dejo que me siga tocando porque yo no seré la que se quedé con las ganas. Todo lo contrario.
—Mmm —gimo. —. Leonardo... para —corto el beso y gimo cerca de sus labios. —. Oh para —muerdo mi labio inferior apretándome. Abro los ojos mirándolo fijamente, retiro su mano de mi intimidad sonriendo, toco su miembro erecto y duro.
No dice nada, porque ha entendido perfectamente lo que ha pasado.
—Esta soy yo Leonardo, la que no siente nada, bueno si siento cuando me tocas así —suelto una risita. —. Uf, ¿Quién no? Pero creo que se está armando un hueco en lugar de mi corazón poco a poco al igual que tú.
Le sonrío satisfecha y me empiezo a alejar dejándolo ido.
—Sólo perdóname Carina —pide, deteniéndome.
El pecho se me abre con esa frase, tal vez, sólo tal vez pueda que en realidad esas eran sus intenciones, pero no me puedo fiar, yo no confío en él, y no creo poder hacerlo nunca.
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Editado: 28.05.2024