La época de los violines

Pesadillas

Aplausos.

Me están aplaudiendo de pie.

¿Seguiré soñando?

—Increíble, Sofía. Te felicito. —Dice el director y se me resbala una lágrima de felicidad sin que pueda evitarlo.

Me están felicitando y diciendo que todas las posibilidades de entrar

¿Entré?

ENTRÉ.

Dios, no lo puedo creer. ¿Estoy despierta?

—Te vamos a enviar a lo largo de la semana un email con los resultados, y después tenés que acercarte hasta acá con la hoja impresa para... —Me pellizco sutilmente el brazo para ver si estoy soñando pero no pasa nada.

—Muchas, muchas gracias —Gesticulo intentando no largarme a llorar cuando termina de hablar—. Muchas gracias.

—Gracias a vos por acudir a nosotros y mostrarnos tu arte. —Responde de nuevo el director, todo sonrisa y halagos.

Me despido de todos y salgo.

En la puerta me cruzo con la chica de antes, Carla. Me felicita con un abrazo y quedamos en que la esperaría en el bar de la esquina para tomar algo.

Abandono el teatro con una sonrisa en el rostro y lágrimas corriendo sin parar. Busco mi teléfono para avisarle a mamá que llego más tarde. Todavía no voy a decirle nada de la audición, quiero decirle en persona. Estoy por escribir pero algo capta mi atención: el auto gris sigue ahí. Siento que se me eriza la piel

Mejor le envío el mensaje desde el bar. Guardo el celular y apresuro el paso. La calle parece haberse vaciado de repente. Escucho cerrarse la puerta de un auto y me pongo tensa. No sé si mirar para atrás o correr directamente.

A lo mejor solo estoy exagerando.

Unos pasos se acercan rápidamente y me preparo para correr.

—Quédate quietita, no digas nada —Lucas. Siento su aliento caliente en mi nuca, y la punta helada de un cuchillo contra mi cadera. Creo que está borracho—. Vos venís conmigo.

Me abraza para disimular el arma y me lleva hasta el auto gris. Subo al asiento del copiloto amenazada por él, que me abrocha el cinturón y me ata las manos con cinta lo más rápido posible para no llamar la atención. Su aliento apesta a alcohol.

El miedo me tiene paralizada. Intento hablar y noto la boca seca.

—¿A dónde me llevas? —Pregunto con la voz temblorosa.

—A casa. —Contesta, besándome la frente mientras busca mi celular. Lo encuentra y lo arroja por la ventana— Así no nos molestan. Te extrañé mucho.

Me muerdo el labio y siento mis lágrimas caer. Quiero despertar. Esto no está pasando. Es una pesadilla. Miro a Lucas que acelera con una sonrisa cínica y me parece que no está tan borracho como aparenta.

Decime qué me quedé dormida y esto es una pesadilla.

No puede ser real.

No puede ser real.



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En el texto hay: muerte, niunamenos, femicidio

Editado: 26.10.2019

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