La Espada de las Estrellas (asesinos interestelares)

Capítulo 7 La tregua.

El enemigo es invencible, hasta que nuestro temor desaparece y provoca en nuestra percepción, un estado en el que podemos mirar claramente ese punto vulnerable que antes no veíamos, pero no en el enemigo, más bien en nosotros mismos, porque el mayor apoyo de nuestro enemigo, en cualquier batalla, está justo a nuestro lado, cobijado por el manto de nuestra propia inseguridad.

Se pondrá a prueba la seguridad en uno mismo, ya que esto es lo más poderoso que tiene un débil ante el más fuerte. La confianza es una nueva arma y es difícil de usar.

 

La libertad es un don que en ocasiones parece inverosímil, más aún, cuando nunca se ha estado en una prisión, pero para las mentes libres, no existe celda que pueda contener el espíritu, sin embargo, cuando se está preso en el propio hogar, las cosas tienden a ser más complicadas, debido a que la compañía, puede no ser la que uno quisiera.

 

El Destructor, camina tranquilamente hacia el interior de la casona, después de haber dejado perplejo a Pepapen y a todos los presos de Las Sombras, al abrir sin contrariedad, las puertas del singular refugio del ahora, ordinario mortal.

Los pisos de la casona, son de un color negro opaco, así también los muros y plafones, sin embargo, no está oscura la primera habitación, a pesar de que no existen fuentes de luz en el lugar. Todas las habitaciones se miran iguales, con muchos muebles que se notan antiguos pero destrozados en su lugar, como si la decoración fuera creada con el ánimo de hacer notar que, en verdad, es la casa de un ser que disfruta destruyendo todo.

Zula, continúa avanzando, dando varias vueltas por los amplios pasillos y abriendo puertas a puntapiés. Tras de él, caminan silenciosos los seis Eviternos, quienes observan el aplomo de su anfitrión.

Al subir por una elegante y negra escalera con peldaños muy amplios que rechinan a cada paso que se da sobre ellos, Zula y compañía, llegan a la parte superior de la casona. Frente a ellos, se encuentran dos grandes puertas plateadas, que lucen sus dos manijas, idénticas a las que tienen las puertas del recinto en la entrada.

Fráguer detiene su andar a un paso de las puertas, gira su cuerpo, extiende su brazo derecho y exclama soberbio a los Eviternos que lo miran desconcertados.

— ¿Algún voluntario quiere abrirme? —Al no recibir respuesta, Zula se devuelve a las puertas y las abre, usando la misma combinación que usó en la entrada principal.

Al entrar a la habitación, que en realidad es el Salón Principal de la casona, Zula camina directamente hacia un enorme sillón que se halla a la derecha del cuarto y que mira hacia unos grandes ventanales. Este sillón es el trono del Señor de las Sombras.

Con arrogante desparpajo, Fráguer se sienta y de una base larga, redonda y negra, a la derecha del sillón, toma una especie de abano que ha permanecido encendido durante todo el tiempo que la habitación ha permanecido cerrada. Zula sonríe levemente al colocar el carrujo en su boca, pues se ha dado cuenta que su Salón Principal ha permanecido perfectamente cerrado durante su ausencia.

Pepapen y sus hombres, después de entrar tímidamente a la habitación, permanecen de pie frente al Destructor, quien no los mira, a la vez que, preocupado, continúa tratando de armar un plan, antes de que se le termine el tiempo y sea descubierto por el Eviterno Pepapen.

Repentinamente, Fráguer exclama con voz demandante, sin retirar de su boca el delgado carrujo encendido, apoyando todo su cuerpo en el sillón de piel negra y molduras metálicas rojizas.

—Quiero que organicen a todos los Eviternos y que hagan seis grupos con los mejores prospectos. Voy a preparar lo que necesito para formar mi ejército. Cuando terminen de hacer lo que les ordeno, ven otra vez a buscarme Pepapen y te diré lo que harán. No cierren las puertas del salón al salir.

Triple P, se inclina con respeto ante su señor y todos los Eviternos salen de la habitación, tras la orden del Eviterno líder, dejando a Zula Fráguer solo, con sus pensamientos.

Un momento después, el mortal se levanta del sillón dejando el carrujo donde lo tomó y se acerca a uno de los ventanales, para cerciorarse que los Eviternos abandonan la casona y que nadie más que él, está en ella. Zula Fráguer, mira hacia el exterior de su oscura y rojiza casa desde el ventanal negro, que tiene singulares molduras rojas y cristales transparentes y observa salir a los seis Eviternos.

El panorama que ve el Destructor desde el ventanal, es desolador. Los presos de Las Sombras, solo deambulan por los alrededores de la casona, peleando y discutiendo entre ellos, en espera de las órdenes de su carcelero, quien prometió a su arribo, preparar a los Eviternos, para formar una legión invencible de espadachines, y así, dominar todos los universos. 

Solamente han pasado unos minutos desde la llegada de Fráguer y este, ya siente los estragos de su nueva condición como mortal. El Destructor, comienza a sentir dolor y movimientos muy extraños dentro de su abdomen, pero no sabe a qué se debe esto, ya que nunca antes, sufrió la abstinencia de la comida. Mientras que El Señor de las Sombras permanece de pie frente al ventanal, medita y trata de averiguar lo que un mortal común ya sabría.

— ¿Por qué siento esto tan raro? —Se pregunta para sí el mortal y continúa pensando—. No debo distraerme. Veamos si la habitación funciona. Es imprescindible que pueda usarla con total libertad.




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