La Lealtad y la Traición son hermanos. Son hijos de los sentimientos mortales.
Los héroes no buscan la oportunidad para demostrar su valía, eso lo hacen los traidores, que se regocijan ante las desgracias que han causado a otros con lo ruin de sus acciones.
En el Reino de Sancol, el Príncipe Branti y Zéltago, han llegado apresuradamente al palacio. Después de desmontar de los Yestales que antes usaron Branti y Jaféluz, los dos buenos amigos, caminan hacia los almacenes posteriores del castillo, donde uno de los sirvientes de Branti, informa al príncipe que su padre, El Emperador Cayejas, organiza y ordena con los almacenistas, todo lo que se usó en el Rito de la Vida y la Noche.
Recorriendo los pasillos exteriores del palacio, Branti ignora a todos sus súbditos, que reverentes lo saludan, debido a lo apremiante de la situación de Jaféluz de Clon, ya que el Príncipe de Sancol, desea llevar ayuda a su querido maestro, que ahora, permanece atrapado en la cápsula de tiempo del Dios del Caos.
Al llegar al almacén, El Emperador Cayejas, se sorprende al mirar a su hijo acompañado de Zéltago, ya que este semidiós, nunca se presenta en público, a no ser por el Rito de la Vida y la Noche o por una tragedia natural. Cayejas, toma por los hombros a Branti y cuestiona a su amado primogénito, a la vez que observa a Zéltago, inclinar respetuoso su cabeza.
— ¿Que ocurre hijo mío? ¿Por qué vienes con tan distinguida compañía? ¿Acaso sucede algo malo?
Branti, trata de explicar con mucha dificultad a su padre, quien no está poniendo atención, al sentir los fuertes brazos de su hijo, que se ha curado de su enfermedad y que al estar atrapado en el satélite de Liorón, ha embarnecido.
— ¡Debemos darnos prisa y llevar a la orilla sur de la cordillera, la mayor cantidad de soldados, para rescatar al maestro Jaféluz! ¡Él necesita de nuestro apoyo!
Despabilando su mente, el monarca de Sancol, pide la opinión de Zéltago, y este, expresa con claridad la terrible verdad de lo que está sucediendo en los límites de los Bosques Azules.
— ¡No es buena idea llevar carne de cañón al Guerrero invisible! ¡Si desean ayudar a Jaféluz de Clon, será mejor ir con pocos hombres y esperar a que el Dios del Caos, abra el portal donde tiene atrapados a todos los Dioses del Tiempo!
De manera airosa, El Príncipe de Sancol, reclama y reprocha lo dicho por Zéltago y este agrega unas palabras aclaratorias al Príncipe Branti.
— ¡Mi querido amigo! ¡El Dios del Caos no desea matar a los Dioses, ya que esa no es su función! ¡Tampoco quiere destruir el universo porque ese es el deseo fundamental de un Destructor! ¿Comprende majestad? —Colocando su diestra en el hombro de Branti, el Semidiós concluye con sus palabras—. ¡Debemos darnos prisa, pero también, hay que ser pacientes y tratar de ser más listos que Émoran!
El Emperador Cayejas, medita por un momento y expresa sus deseos con tranquilidad y firmeza, confiando en lo dicho por Zéltago.
— ¡Vayamos con una decena de hombres a dónde se halla atrapado Jaféluz y embosquemos a ese tal Guerrero invisible!
Las horas continúan pasando inexorables para los Eviternos que han escuchado lo descubierto por Jop Al, y ya han preparado un plan de ataque, para tratar de recuperar las dos Llaves del Tiempo, esperando que Émoran, no llegue a donde los Dioses y los mortales lo esperan, con la espada de Magenta Fráguer.
Después de tres largos días de espera, el campamento que se levanta a varios metros del lugar donde se encuentra la Cápsula de Tiempo del Dios del Caos, permanece silencioso, con dos vigías apostados en lugares estratégicos.
El Príncipe Branti, el Emperador Cayejas y Zéltago, no pierden de vista el sitio exacto y se turnan regularmente, para poner atención y no descuidar la reaparición de los Eviternos, y así, sorprender a Émoran, llegado el momento.
Es medio día y es el turno de Zéltago para vigilar, mientras, a un paso de él, El Emperador Cayejas y su hijo, se hayan sentados a la sombra de un enorme árbol Gorta, platicando en voz baja, sobre lo que ocurrió durante el año que el Príncipe y el Eviterno, estuvieron atrapados en el extraño satélite.
La mirada temerosa de Abi Al, escudriña lentamente todo el blanco, vacío y silencioso lugar. Poco a poco, la oscuridad comienza a reaparecer, avanzando desde el lejano fondo, como si se apagaran las luces al rededor del Guerrero Abea y de Zula Fráguer.
Cuando la oscuridad vuelve a rodear por completo a los nuevos compañeros, una luz surge, tenue, por sobre la cabeza de Abi y la voz suena con agresivo tono.
— ¡Tu eres un pequeño ser, muy extraño, que habita un recipiente que es perfecto para ti, y que fue prestado por grandes fuerzas y lo más importante que posees tu, es una esencia Abea!
La guerrera no puede mirar a Zula Fráguer, que se encuentra a un paso de ella, debido a lo denso de la oscuridad, que prevalece fuera de la luz, muy brillante, que aumenta su fulgor y que ya deslumbra los ojos de Abi, quien sigue escuchando la voz, sin responder.
— ¡Tu eres un viajero y has venido de muy lejos tratando de ayudar a seres diferentes a tu esencia! ¡Dioses que no logran recordar, aquello que las grandes fuerzas han ocultado en sus mentes, para hacerlos convivir con pequeñas criaturas como tú, y hacer crecer a estos Dioses, como lo hacen los mortales!