El joven Príncipe de cabellos cortos y rubios caminaba un poco lento para estar algo rezagado del ritmo de su acompañante tratando de ocultar la presencia de aquel muchacho, ya que ahora mismo rogaba que ningún soldado lo atrapara a él escoltando a un joven que figuraba en las listas de búsqueda de candidatos o candidatas a ser sus posibles prometidos. Además, sí lo pensaba con más detenimiento podría aprovechar esa oportunidad en ajustar con velocidad sus planes que ya tenía contemplado porque sus parientes y sus seguidores de su facción política, deseaban encontrarle un mejor candidato que se oponga totalmente pero que sea fácil de manejar por los grandes problemas sociales que a futuro se podrían aparecer. Es por esto mismo que se encargaría de ocultar su nuevo plan a su madre, porque ese joven carecía de conocimientos sobre temas muy puntuales que se necesiten para volverse un gran candidato a comprometerse con él y puede que también su invitado tenga talentos que deban ser pulidos, por sobre todo rogaba que su padre extienda su vida unos años más en lo que él se prepara para el inminente ascenso al trono.
¿Era necesario para esté joven heredero ajustarse a lo que la vida le estaba ofreciendo? Las posibilidades eran muchas, no entendía el motivo y tampoco la razón tras aquella importante decisión que acababa de tomar. ¿Puede que sea una simple travesura? Tal vez sí y tal vez no, nada le garantiza aún, por que antes debe de consultarlo con su pequeño equipo de trabajo pese a que muchos van a dar el grito al cielo y hay grandes posibilidades de que sus parientes vayan accionar solo por su imprudencia, el anteponerse a eso le genera más estrés de lo debido, pero su Dios patrono quien le dio su bendición en su nacimiento, le tenga preparado más pruebas de las que un simple mortal como él pueda comprender.
— Un paso a la vez joven Milo, ya que apenas nos estamos conociendo y usted todavía no se ha adaptado a nuestras costumbres. — Retoma la palabra el Príncipe teniendo la fortuna de expresar su opinión y como tirar la piedra a esa laguna tan calma que era el interés de su invitado.
— ¿Lo siento? — El joven Milo caminaba a la par de aquel Príncipe mientras escuchaba con suma atención lo que ese miembro de la realeza le estaba expresando — Estoy actuando sobre la marcha, no puedo evitar cometer fallos... ¿En serio le parece que soy muy apresurado? — Es una alta probabilidad que sus ideas estén revueltas si hace tan solo unos segundos estaba planeando cómo escapar de aquel palacio, pero ahora quería ayudar al príncipe, no lo entendía y tampoco lograba conectar esas razones que parecen nublar su juicio.
Se apreciaba a la distancia que ambos eran dos polos muy diferentes para tener todo arreglado en su mente sólo con esa linda sonrisa que le dio hace tan solo unos minutos atrás, estaba muy desorientado y a la vez estupefacto porque con solo rememorar aquella fracción de segundos, una sonrisa que no era tan fácil de ver, menos de alguien tan opuesto a lo que dicen en los puestos comerciales. ¿Era en verdad aquel Príncipe alguien de la realeza? Esa pregunta seguirá estando clavada en su mente como la imagen tan nítida de la sonrisa que reflejaba todas esas buenas emociones y un solo sentimiento nacía producto de su reflexión, aunque puede que aún no pueda saber con tanta certeza cuál era eso lo que le hace sentir una simple sonrisa.
A medida que avanzaban por todo aquel recorrido el muchacho de nombre Milo nota el interior de algún espacio de aquel enorme palacio, miraba con bastante perplejidad las incontables decoraciones que parecían hacer al nombre de la familia real y eso no le parecía nada más que intimidante. Puede percibirse que eran la mejor cara del reino sin lugar a dudas, estuvo a nada de detenerse para observar de forma más detenida algunos acabados de la estructura y las decoraciones, pero no quería quedarse atrás y esta vez sí enfrentar a un guardia, lo más razonable era mantener el ritmo del joven Príncipe quien le invitó a hablar con él en privado.
— Dado que primero debes aprender nuestro idioma, leer, escribir y la etiqueta. Todo eso te lo daría si es que usted se haces a la idea de vivir unas semanas en el Palacio real, lo mismo pasaría que te acostumbres a los protocolos y tradiciones de la familia real como de la nobleza — Informa de aquello ya notando que su invitado parecía estar retomando su atención a sus palabras, es notable para alguien como él que era de la realeza y quien estaba ofreciendo un jugoso trato.
— Podría quedarme unos días aquí — Expresa aquellos pensamientos el muchacho de cabellos cortos y platinados, mientras reflexiona que si aceptaba quedarse en el palacio real deberá enviarle un mensaje a sus compañeros de caravana y que estos le avisaran a sus padres — Intentaré aprender todo lo que haga falta. No suena como algo muy difícil — Se puso frente al Príncipe cortándole el paso mientras dibujaba en su rostro una sonrisa — Solo me preocupa una cosa, ¿Está bien que tu invites a un Omega al castillo? Creo que es mejor evitar los problemas antes de tener que buscarles una solución — Comentaba el joven aprendiz a mercader a su interlocutor quien parecía desviarle la mirada, era muy cierto lo que estaba comentando ya que también medita esa posibilidad. Por que ciertamente no deseaba él inmiscuirse en algún escándalo y eso arruinara los planes de sus jefes, y pondría en una mala posición a su familia.
El joven heredero no sabía qué decir ante esa gran parte que parecía haber omitido, ciertamente no podría arriesgarse a más que solo dar de excusa que ya se le concertó una audiencia con un mensajero proveniente del gremio mercantil de la ciudad más grande y opulenta de la región sur del continente de Granderia. Aunque, le causaba gracia verlo mirar cada segmento del jardín principal, en lo que se apresuraba a alcanzarlo y que antes de llegar a la puerta de ingreso ve cómo ese joven se posiciona delante suyo con aquel aspecto tan despreocupado e inocente.
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Editado: 12.04.2024