Solía tener la fiel creencia de que la vida era como el cosmos, que no se conducía por las leyes humanas ni sobrenaturales, sino por la naturaleza misma, y no, no me refiero a que nuestra vida ya está escrita, no claro que no, es irrebatible que los únicos que predeterminan el rumbo de la misma somos nosotros. Sin embargo, las situaciones por las que pasábamos e incuso las personas que se nos cruzaban tenían un propósito, es decir, necesitábamos algo de ellas, nadie aparece nada más porque si, porque... millones de personas en el mundo y justamente tuviste que ser tú quien llegara a mí.
Así que si, pretendía que somos seres completamente libres y capaces de enfrentarnos y retar al destino, el cual sin duda alguna nos pone a prueba para deliberar si somos dignos de esa libertad o si nuestra debilidad es tal que estaremos condenados a seguir el camino que este disponga. Para mí la vida era como un sistema ordenado, donde nada ocurría por mera casualidad, todo se daba de forma puramente natural y con un fin específico, tenía la teoría de que toda persona en tu camino, situaciones, momentos y demás eran punto clave para probar que tan acreedor eras a esa libertad y crecer como persona, pero al igual que todo en la filosofía, las teorías cambian, y aquella en la que yo creía firmemente se terminó cuando empecé a cuestionar cada cosa que me ocurría, a las que no les veía ningún sentido, en pocas palabras creo que solté las riendas de mi vida y caí en las garras del destino dejándome llevar a donde éste quisiera, no fuí lo suficientemente fuerte para merecer dicha libertad.
O talvez, a final de cuentas, no era como yo creía, que las personas aparecen en tu vida porque necesitas obtener algo de ellas, algo que muchas veces ni siquiera nos damos cuenta que nos dejaron una vez que se alejan o simplemente desaparecen de nuestras vidas, o que atraviesas por ciertas situaciones porque requerías de la enseñanza que éstas pudieran dejarte, quizá la vida solo era un ciclo que había que cumplir, el cual dejaba muchos cabos sueltos, aquel sistema ordenado donde todo era perfecto se convirtió en un completo caos cuando llegó una persona que puso mi vida completamente de cabeza y no de la mejor forma.
Está a punto de llegar el alba, regularmente no me despierto muy temprano, pero esta vez la alarma hace demasiado bien su trabajo. Vislumbro a través de la ventana abierta el cielo medio opaco aún. La brisa matutina se escabulle provocándome escalofríos. Mi casa es algo pequeña, pero bastante cómoda, nada en comparación a en la que solía vivir, pero es más que suficiente para mí, después de todo mi familia es muy pequeña, solamente mis padres y yo, para solo tres personas no es necesario un lugar tan espacioso, aunque la mayor parte del tiempo creo que por su parte, ellos extrañan mucho su vida en la ciudad, sin embargo, no se quejan demasiado.
No creo que el cambio haya sido para mal, mamá dejó de trabajar desde que llegamos, papá trabaja menos tiempo y aunque su empleo actual no tiene comparación con el anterior ya que no nos provee de los mismos lujos que solía hacer su antigua ocupación, vivimos en suficiente comodidad. En lo que respecta a mí, trabajo en una cafetería, no precisamente por necesidad, más bien es por el hecho de sentir que al menos soy útil en algo, ayudar a mis padres con los gastos, aunque sea un poco me reconforta. Dejé la escuela hace un par de años, así que tengo mucho tiempo libre y en algo lo debo utilizar.
Cualquiera podría considerar que mi vida en la ciudad era mucho mejor, y si, probablemente así es, en realidad vivir en el sur de California es una gran experiencia, el clima agradable, el surfeo es muy común ahí, además de que fue mi deporte por mucho tiempo, la playa siempre cerca por donde quiera que me encontrara. La mayoría de las vacaciones de verano mis amigos y yo, las pasábamos en aquellas playas, ya que en primer lugar era la temporada en que papá tenía más trabajo, puesto que se dedicaba al control y asesoría de diferentes empresas de hospedaje y tomando en cuenta la cantidad de turismo que llegaba en esa época del año, se pasaba la mayor parte del día fuera de casa y cuando no, igual se encontraba trabajando.
Por otro lado, mamá trabajaba en un restaurante como líder de cocina, así que también tenía días muy atareados, ya que el restaurante era uno de los más cotizados de la ciudad. Papá siempre le sugirió que no era necesario que dedicara tanto tiempo a su trabajo, pero ella siempre insistió en que lo hacía por gusto, y valla que sí, nunca dejaba de sorprendernos con sus exquisitos platillos, tanto así, que es un gran esfuerzo el que hago para no caer en la adicción por la comida. Talvez algo saqué de sus dotes de chef, porque si algo es cierto es que me encanta la repostería, nunca asistí a ningún tipo de curso o algo parecido, todo lo aprendí de ella, toda mi infancia viéndola hacerlo con tal pasión, me transmitió algo de ello, solo que con la diferencia de que ella laboraba en un restaurante reconocido, yo solo trabajo en una pequeña cafetería del pueblo en el que ahora vivo. Ella conoce a la perfección diferentes técnicas, sabores, olores, sabores, combinaciones, estudió gastronomía internacional, lo que le permitió conocer muchas culturas, en realidad es la mujer más inteligente que conozco, en verdad la admiro demasiado.
Al salir de mi casa el olor a tierra mojada se llega hasta a mi provocándome la necesidad de inspirar profundamente, a decir verdad es una de las cosas que más me gusta, en combinación con la cantidad de árboles y el escaso bullicio que hay en este lugar me transmite tanta paz que hace que no extrañe ni un poquito mi antiguo hogar, tal vez había dejado atrás muchas cosas que eran valiosas para mí, pero aquí encontré tranquilidad hasta cierto punto.
Me encamino a la cafetería, disfrutando de la brisa que aún se siente fresca por la lloviznada de anoche, se acerca el verano, por lo regular es en otoño cuando caen las lluvias, sin embargo, estos dos días atrás el cielo ha estado cubierto de nubes, igual es algo que me agrada, el clima caluroso regularmente es algo agobiante para mí. La cafetería ya está abierta seguramente Jayden como de costumbre ha llegado más temprano que yo, ¿es en serio?, ¿ni llegando casi 30 minutos antes de lo habitual lo puedo alcanzar? Empujo el portón de cristal grueso haciendo sonar las campanillas detrás, el lugar está en silencio, lo cual se me hace un poco raro porque Jayden siempre enciende el sistema de sonido en cuanto llega, al igual que yo, es de esas personas que no puede trabajar sin música, aunque por desgracia no tenemos para nada los mismos gustos, lo que hace difícil llegar a acuerdos cuando de música se trata.