- Ya no puedo más –solté sollozando con mi hija aun en mis brazos– no puedo, no puedo.
- Está furiosa por lo del reclamo, ya se le pasará.
- No. Es que ya no soporto. ¿Tú sabes el infierno que paso aquí? Tú porque te vas a trabajar – las lágrimas corrían por mis mejillas, acomodé a la bebé en la cuna y una decisión lucida se formó en mi mente– yo me voy.
- ¡¿Qué?!
- Prefiero estar debajo de un puente que estar aquí soportando a tu madre. Mañana mismo me voy con mi hija… contigo o sin ti.
- No tenemos dinero –soltó Sebastián cabizbajo.
- Claro que sí. Toda la quincena.
- Pero… ¿las deudas?
- ¿Cuáles?
- El agua, la luz, Alcantarillado, teléfonos…
- Esas no son deudas nuestras.
- Vivimos aquí.
- Sí. Por desgracia… pero tu madre es la que hace esos gastos exagerados y si es por el televisor nada tampoco tenemos que ver, ella lo agarró supuestamente para que todos miráramos, pero ella es la única que lo hace, así que ella lo pague.
- Pero mi amor.
- Nada.
- Pero…
- Si quieres vente, mañana salgo a primera hora y si no… quédate pagando las deudas de tu madre, pero te olvidas de mí y de la bebé.
Revisé a Luz que estaba de último se durmió la pobre y me fui a dormir. No sabía que decisión había tomado Sebastián, sin embargo, fuera cual fuera sido no me importaba. A las 4:30 am me desperté, agarré el bolso, dos mochilas, dándome a la tarea de meter todo, con el poco ruido que hacía, Sebastián se despertó viendo lo que hacía.
- ¿Qué haces? –susurró.
- Lo que te dije en la madrugada –vi que estaba perplejo ante mi decisión– ¿Qué decidiste?
Se quedó pensativo, después de una pausa habló.
- Sí, me voy contigo y con mi hija –guardamos todo con mucho cuidado.
Era domingo cuando doña Herminia no salía los sábados y los domingos se despertaba tarde, así que eso nos facilitó todo para que no le diera chance de formar uno de sus escándalos. Ya en la calle con las bolsas y mochilas.
- ¿A dónde vamos? –preguntó él.
- Ya había estado pensando eso antes, así que iremos a un barrio no muy lejos.
Nos subimos a un autobús, no dilatamos mucho abordo cuando descendimos a dos cuadras de la parada estaba una especie de vecindad donde alquilaban casitas o apartamentos minúsculos, pero lo suficiente para albergar a tres personas. Entramos, la portera nos indicó lo que necesitábamos saber, la pieza constaba de un cuarto y una salita, en el patio común estaban los baños y dos lavaderos los que eran compartidos con otras tres familias más, lo bueno de todo que no era muy costosa la mensualidad. El mismo vecino que nos ayudó para llevarme al hospital el día del parto nos colaboró a trasladar los poquitos muebles que logramos obtener, la cama, cuna, una mesita y un cajoncito.
Cuando salimos de la casa de mi suegra en 1960 mi bebé tenía tres meses, mi marido 20 y yo 18 y fue uno de los días más alegres. Empecé a buscar como ahorrar lo más que podía para poder tener una casa propia, de cada pago de Sebastián dejaba una cuota, la cual guardaba con recelo, pero claro no era cosa sencilla obtener lo suficiente para comprar ligero un terreno una casa, pero sabía que tenía que ser paciente. Cuando Luz tenía un año y medio ya hablaba muchas palabras para su corta edad, la primera que dijo fue papá lo que ocasionó burlas por parte de Sebastián.
- Me quiere más a mí que a ti.
Cosa que sucedió a los ocho meses de vida de nuestra hija. Ella era nuestra alegría, aunque no teníamos mucho, pero puedo decir que éramos felices.
- Hay que comprar una cocina para que no sigas cocinando con leña –dijo en determinado momento Sebastián– y una refrigeradora.
- Es caro.
- Sí, pero las necesitamos, ya pregunté los costos de cada una.
- Es muy caro.
- Pero los necesitamos para ahorrar más.
- Con el gasto del gas y la energía quedamos igual.
- Me hicieron un aumento.
- ¡Va! –hice en mala gana.
- Sabes que el agua de Lucecita no se hierve bien, se nos puede enfermar si se le llega a meter ceniza.
- Como quieras yo tengo alzado un dinero ahí pero no es mucho.
- Es algo sí. Voy a prestar el resto para completar.
A pesar de oponerme no sirvió de nada, fuimos a una casa comercial y compramos lo que se había dicho, a pesar de lo que nosotros pensamos que nos iba a costar, salió por menos, así que Sebastián pudo regresar parte del dinero prestado. Sebastián escaló de puesto, dejó de ser bodeguero a ejecutivo de ventas, porque según el jefe se tenía una labia para convencer y era muy inteligente, aprendía rápido.
Por ende, con lo sucedido ganaba más y con las comisiones era mejor, ser ahorrativa en no mucho tiempo logramos comprar un terrenito en el centro de la capital, para entonces la situación era más económica que en la actualidad, esto lo pensamos que para cuando lográramos hacer la casa le quedara cerca del trabajo a Sebastián. Un mes después de haber adquirido el terreno nos casamos por el civil. De poco a poco fuimos reuniendo y comprando los materiales para la casa, cuando Luz cumplió los 7 años estando en segundo grado con las mejores calificaciones la casa estaba concluida, ya era poco lo que hacía falta, una mano de pintura y llenar los interiores de muebles.
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Editado: 16.02.2021