Luz se fue a la cocina a preparar un jugo y bocadillos para celebrar. Había pasado tanto tiempo, para entonces mi persona contaba con 48 años y Sebastián con 50, pero mi amor por él no había menguado estaba igual que antes allá para finales de los 50, no sabía si él sentiría lo mismo por mí, pues había pasado más de diez años, eso es mucho tiempo, pero me alegró ver que sus ojos me miraban con amor y ternura aún. Me sonrió con la sonrisa que me había enamorado esa que tanto extrañaba, me acarició la cara, los cabellos y me besó en los labios. Agradecí a Dios por mantenernos viva a mi hija y a mí y que él regresó, el beso duró hasta que Luz llegó con los bocadillos.
- Aquí están… –soltó Luz– ups lo siento.
- No hija, ven –respondió su padre.
- No quería interrumpir.
- No digas eso, mejor cuéntame de Lucas, ¿qué tal?
- Es un excelente hombre, me sabe respetar, me quiere, tiene buenos principios y valores… que más le digo…
- Se oye bien por ti –puso semblante triste y añadió– que mal que no pude estar aquí para aconsejarte mientras te enamorabas.
- Tranquilo, mi mamá lo hizo hasta el cansancio, contándome un poco de su experiencia, pero después afirmó que era igualita a la tía Clara.
- ¡Ah sí! –dijo con picardía.
- Sí, si tu hubieras visto lo que tuvo que hacer el pobre Lucas para que lo aceptase –indiqué riendo.
- Basta mamá –señaló Luz sonrojándose.
- ¿Cuándo viene? –Preguntó Sebastián con curiosidad.
- Hoy.
- Bien… y… ¿De qué trabajas?
- Soy gerente de sucursal.
- Wou… bueno soy empírico y tu una profesional –una vez pensativo y decaído– ojalá hubiese estado para tu bachillerato y graduación, momentos importantes para ti.
- Ya papá –indicó Luz– estarás en uno de ellos, el que no quería que te perdieras, mi boda, pues el tienes que entregar a tu princesa ¿O no?
- ¿Cuándo es?
- Como no venías acordamos que el 1 de septiembre.
Conversamos mucho hasta que llegó Lucas que al ser presentado con Sebastián se notaba muy nervioso. Lucas era un hombre tímido a sus 31 años no había dejado de serlo, sin embargo, era muy decidido, aunque suene un poco contradictorio por lo antes mencionado. Había sido de los poquitos jóvenes que se libraron de ir al servicio. Ya en el comedor dispuestos a cenar inició el interrogatorio típico de los padres, aunque en este caso llegó un poco atrasado, aunque si lo pienso bien, aun no se ha casado, quizá no tan tarde, pero lo normal es a inicios del noviazgo o eso creo.
- ¿Se puede saber de qué trabajas? –inició Sebastián.
- Soy mercadólogo –respondió Lucas con cierta vacilación– trabajo en la misma empresa que Ángeles.
- ¿Ángeles?
- Yo papá –indicó Luz su padre la miró un poco ido– mi segundo nombre.
- ¡Ah! Sí, sí, sí –indicó él riendo– como te noto nervioso no hay más preguntas, solo una advertencia –su postura se tornó seria.
- Sí señor.
- Que hagas muy feliz a Luz, la respete, cuides y nunca la hagas llorar o te la veras conmigo ¿entendido?
- Sí.
Los días iban pasando uno tras otro y cada vez la boda estaba más cerca, cuando vimos en un suspiro llegamos al famoso día, sin ningún contratiempo se celebró, nuestra hija no sé caso por iglesia, sino civil en un salón mediano se llevó acabo la ceremonia, las paredes estaban pintadas en celeste pastel muy tenues, unas preciosas cortinas blancas al final con una mesa en el centro con un mantel de encajes con el libro de nupcias en el centro junto al acta; una fila de sillas para los invitados. En el jardín muchas mesas, el lugar estaba adornado con globos blancos y celestes, cintas de colores. Las rosas que rodeaban deban una grata fragancia.
Con los ojos húmedos vi a mi hija, a la luz de mis ojos decir sus votos hasta el momento del beso, una pequeña fiestecilla se celebró, pero llena de risas, caras alegres y amor. Me sentía tan feliz por mi Luz, también pude mirar como Sebastián miraba lleno de orgullo a nuestra hija.
Transcurrido 2 años Luz y Lucas reunieron a toda la familia por ambas partes para darnos las nuevas de que mi hija estaba embarazada. Cuatro meses después para el baby shouwer nos anunciaron que eran mellizos, eso fue una noticia sorprendente iban al dos por uno. Cuando los bebés nacieron Sebastián y yo no cabíamos de la alegría, ver una cosita tan chiquita desde Luz no cargábamos un bebé y esa es una dicha enorme, todo era alegría pura. Sin embargo, dicen que en la vida no todo es felicidad eterna, pues una semana después mamá y papá murieron, que según para mí fue la forma más bella de hacerlo, muy viejos y juntos durmiendo a los 92 años, me harían mucha falta, pero es la naturaleza de la vida.
El tiempo siguió transcurriendo, puede ver uno tras otro los logros de mi hija, cuando esta cumplió los 39 y su esposo 40 juntos montaron su propio negocio una tienda de ropa, Adrián y Magaly (mis nietos) tenían el ingenio, perseverancia de sus progenitores, eran chicos increíbles. Después de unos años se expandieron el país, no les podía ir mejor, me alegraba tanto por la prosperidad de mi hija, así mismo Sebastián ya se había jubilado, pero también podía gozar que mi compañero seguía siendo el mejor. Para el 2003 David murió a los 67 añosa causa de una pulmonía, fue algo muy triste, su esposa, hijos y toda la familia lloró mucho por él.
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Editado: 16.02.2021