Nuevamente he de referir que Terión no es un gran poblado, no su capital. Existen localidades portuarias como Sofodeo, en la costa que linda con Selfina cuya extensión política cuadriplica a la de la capital homónima de Terión. Sin embargo, las noticias corrieron ígneas en las lenguas de taberneros, pregoneros, vendedores y personal en general. Los periódicos se inundaban del horror y los expertos opinaban en las columnas conspicuas de las revistas de ciencia. El tópico: ¿un nuevo caso «Levi Richards»?
Uno de los encabezados, junto a su balazo y su párrafo introductorio rezaba de la siguiente manera en un informante de prestigio en Terión.
Rubi Lacán, otra victima de la desidia policial.
La noche de ayer en la Academia Serenity, un centro facultativo de altos estándares y presidiario en el escalafón educativo, la alarma hizo resonar con ímpetu las campañas esta mañana. Rubí Lacan, una estudiante del quinto semestre de pintura y aprendiz del ya fallecido Fernando Cerezos, fue reportada como desaparecida por las autoridades sanitarias, de inteligencia y seguridad de Tauren al mando de Jones, quien asegura es un caso aislado, sin relación con Levi Richards y los secuestros que este llevaría a cabo hace no mucho.
Lou Bedek, hijo del jefe de inteligencia se reporta desaparecido, y es señalado como principal sospechoso del caso Lacan.
La tarde de ayer, en las mismas instalaciones de Serenity, testigos vieron a Lou Bedek, hijo de Antonio Bedek, jefe del departamento de inteligencia de la policía local huir sin rumbo fijo sobre la calzada que sube al norte.
Ante este acto su padre, Antonio, se reserva los comentarios, asegurando que las medidas están siendo tomadas bajo el protocolo, atendiendo las denuncias ciudadanas, exhortando a la población a reducir la cantidad de reportes hechos al departamento.
Deslinda a su hijo y al departamento de inteligencia de las acusaciones hechas por lenguas vulgares sobre su participación en la desaparición de Rubí Lacan la noche de ayer. Este mismo reafirma que es un caso aislado y se trabaja afanosamente en encontrar al culpable del secuestro de la chica, pero que no supone una nueva oleada de desapariciones, como la, en su tiempo, horda de horror de Levi Richards.
—¡Watwer!, ¡Wimbley!, ¡Nellamy! — bramaba vesánico Antonio en las puertas de Serenity al día siguiente, donde la seguridad se veía bruñida por nuevos elementos, y, bajo las órdenes y la tregua momentánea entre Matthew Edel y Antonio Bedek, hubo dos acciones aquel día —. Quiero los registros de salida del pueblo, cada portazgo, caseta, puerto y estación de diligencias deberá proporcionar información, de lo contrario suspendan actividades en el sitio.
Mientras los tres llamados cumplían las órdenes del jefe, este, junto a Jones y Hernández, del periódico local visitaron el anfiteatro en busca de Rubí o Lou, ambas posibilidades se ponían en juego. Serenity nuevamente fue cerrada, y, en la puerta, gritando para sus adentros, exteriorizando apenas un sollozo apagado, Mei Fennel lamentaba las acciones de Lou; sin embargo, un momento acudió a su mente y su sonrisa se dibujó íntegra en su rostro, abandonando el puesto de centinela.
—¡Quiero una inspección completa del lugar! Busquen en los tapices, debajo de las duelas, abran gavetas de ser necesario, fuercen los candados, y de hallar féretros, profánenlos sin respeto, es una emergencia y hemos de ser radicales. Ningún fantasma o entidad habrán de detener nuestro trabajo
He de detenerme un poco más hablando del anfiteatro, pues este posee secretos conocidos por muy pocos. En tiempos anteriores al siglo en curso, aquel lugar era práctica de alquimia, y necesitaba de un pozo de agua que se instaló en las profundidades de este, en lo que hoy es la bodega.
Aquel erial no solía ser una universidad o centro educativo, la dehesa donde se erige hoy Serenity pertenecía a dos parcelas, una de ellas ocupada por Félix Gardner, el alquimista, la otra a un médico tradicional. La granja de Gardner comprendía los edificios de artística, donde vivía con su familia en los días de provincias e inestabilidad en los asentamientos, su taller de alquimia es el ahora edificio ocupado por los estudiantes médicos para las prácticas con cadáveres reales.
En aquellos días, Gardner usaba la circunferencia dictada por el salón para estudiar los efectos del magnesio, sodio y plomo en diferentes especies. De él se dice que envenenó al hijo del médico vecino con oro para observar la reacción a tal elemento; otras historias, más hieráticas cuentan que cuando este trabajaba con un vaho rojo presuntamente orgánico, solía recitar rituales a deidades de la antigua Taured. El pozo en la parte baja del laboratorio recibió debida atención, pues se comunicaba con un sistema de riego y de aguas municipales en todo Terión, de este se cuenta que vertió sales e hidróxidos de metales alcalinos para ver el resultado en una magna escala.
Gardner murió reprobado por la sociedad; su primogénito que, se cuenta cambió su nombre por los ataques de las personas, vendió la dehesa a una constructora que pagó al médico por su parcela, para construir sobre ella lo que hoy se conoce como Serenity, la universidad que tuvo sus edificios prístinos del tacto; pero con el laboratorio de Gardner se habló mucho entre entendidos de la materia.
Químicos informados hablaban de sustancias tóxicas y muy volátiles almacenadas sin cuidado en recipientes de vidrios pobres en estanterías mohosas que podrían resultar peligrosos; arquitectos opinaban sobre la estructura sobre la que se había alzado ese edificio, pareciéndoles endeble y casi imposible su asentamiento; entendidos de temas paranormales hacían otras especulaciones, temiendo especialmente el pozo, donde decían, existían cosas que escapaban al colectivo y que deberían permanecer ahí, exhortando a los constructores que dejasen aquel sitio intacto.
Actualmente el pozo estaba sellado y se usaba como repisa para colocar los instrumentos más pesados de disección y corte. Con la admonición presente desde los tiempos de nacimiento de la universidad, la gente de inteligencia no creyó prudente profanar aquel lugar ya temido por el tiempo.
Por lo demás la visita fue fútil y extenuante, los hombres jadeaban y zampaban el almuerzo con voracidad; Antonio no probaba bocado mientras se dirigía a su siguiente estación. Con una serenidad envidiable, golpeó la aldaba de la casa de Levi Richards, a un lado de la tapia que sesgaba la vista, a menos que se subiese a la buhardilla, desde donde se contemplaban vistas oníricas de los sueños más distales del mundo etéreo.
Un hombre desgarbado y descuidado abrió la puerta, invitando a la primera palabra al detective donde se adivinaban los síntomas de la consunción.
—Buenos días, señor Richards — saludó Antonio con afán y hasta sonriendo, ganando la confraternidad de este, quien le instó a entrar —. Creo que ha visto mucho en los periódicos, y, si acaso ha salido a comprar una semilla individual será partícipe del caos en el que se ha sumido nuestra ciudad.
—¡Oh!, Señor Bedek — solo esas palabras rompieron la ya endeble voluntad del padre de Levi, quien se echó a llorar, enjugando las ingentes lágrimas en los brazos del visitante —. Odio convencerme que todo es mi culpa, inició con esa membresía en la biblioteca; fue entonces cuando Levi se volvió taciturno, evasivo, no probaba alimento y se ponía en cautiverio en la buhardilla. ¡Señor Bedek! Investigue ese lugar, detenga a cada funcionario desde que mi Levi fue por primera vez. Las respuestas están allí.
—Justo de eso quiero hablar con usted — no queriendo, y con la sien golpeando violentamente, Antonio comenzaba a confirmar las historias que hace unos días le parecían absurdas. ¿Realmente fantasmas y entidades divinas eran los cauces de aguas tan ominosas? —. Sabrá, mi hijo Lou ha desaparecido.
—Oh, el chico Lou — dijo, quizá más para sí el padre de Levi —. Él es un buen chico, solía verlo muy a menudo antes de lo que ocurrió con mi Levi; ellos eran buenos amigos y se divertían lanzando rocas a las ardillas y pintando los árboles de azul con las bayas que crecen enzarzándose en las columnatas de la tapia.
» Después de la muerte de mi Levi, me asombré de lo estoico de su semblante, viendo a su amigo sobre de aquella lanza; pero, sabrá bien pues la experiencia ha de dar fe a mis palabras, el dolor no se manifiesta solo así. Durante varios días lo vi rondar por aquí, asomando la nariz sobre la tapia y mirando constantemente hacia la buhardilla. Ahí sentía su dolor, cuando enjugaba disimulado una lágrima que rezumaba de su ojo, él es buen chico.
—Sí, eh… creo, y no quise disponer de las fuerzas de inteligencia para esto, que mi hijo podría haber venido hasta acá a alojarse, pero después de su discurso de decir que no parece alguien fementido, me creo capaz de decir que, de estar aquí Lou, no dudaría en notificarme, o a las autoridades pertinentes; he de insistir, empero, en que permita a un padre cerciorarse por su propia mano, déjeme entrar a la buhardilla.
—Oh, con gusto, detective, suba usted y miré lo que sea de su agrado, en estos hogares nunca se sabe, es probable que el niño viva aquí sin mi consentimiento, entrando por la chimenea o colándose como una plaga, ¿no cree? — el comentario carecía de gracia, pero Bedek decidió reír por compromiso.
Cuando se hallaban frente a la recámara, con el picaporte en mano, Antonio vislumbró la escena a continuación. Dentro se hallaba Lou, empalado sobre un círculo de sal, con la niña Mei en exiguas prendas balbuceando locuciones inconexas, con rabia en los labios y los ojos amoratados. Pensaba encontrar coágulos en el estómago de su hijo cuyos fluidos ya manchaban el suelo, entonces él le devolvería la mirada.
Un grito sonó dentro de la estancia y Antonio acució la entrada, sudando profusamente y teniendo en su espalda al padre de Levi tartamudeando plegarías cristianas. Dentro el moho se arremolinaba en las apolilladas montañas de libros; la figura de un cuervo volando hacia el horizonte desahogaba la prueba que unía las historias, el grito era el suyo.
Con el corazón cabalgando furioso, Bedek hizo una inspección visual de la buhardilla, nada ahí parecía inusual, libros hacinados, tinteros, plumas y un mapa estelar creado con puntos en el suelo eran el diagnóstico para la estancia. Hablando a las paredes, Antonio habló en los siguientes términos:
—Erré una vez más, pero mi hijo ha de saber que me arrepiento de mis palabras dictadas contra él, y que puede estribar en mí, y hallar un consuelo cuando él guste — Bedek se abandonó al sepulcral silencio y fue conducido al fin fuera de aquella casa, el altillo resultaba ominoso por la carga de remembranzas e información recogida acerca de su antaño ocupante. Una vez estando fuera Antonio, el padre de Levi subió a la buhardilla, donde comenzó otra patente charla con las paredes.
—Oh… Levi también solía desaparecer aquí, jamás supimos adónde iba cuando lo buscábamos. Aunque siempre me pareció que la buhardilla se ve más grande desde fuera. Lou, la comida la serviré en cuanto llegue mamá… Levi a veces comía por dos o tres personas más. Y aun alimentándose así siempre lo note enjuto, famélico; por último, creo que fuiste claro con la orden que solo vedásemos la entrada a Antonio, ¿no es así?, haré subir otra visita si la tienes. Excepto, claro, la prensa.