La Extraña Vida de Devany O'farrell

Capítulo 4 “S.O.S”

Más tarde de vuelta en el hotel comencé a pensar en cómo había cambiado mi vida en el último mes.

Bree había muerto, me había enterado de una extraña verdad sobre mí y había escapado de mi hogar pensando que sería mejor para mi familia.

Hasta el momento las únicas cosas que había logrado eran millones de llamadas perdidas y una mujer loca que aseguraba que todo lo que estaba por venir (que tampoco sabía lo que era) era mi culpa.

Mis pensamientos me ahogaban y mis ojos se llenaron de lágrimas.

Llore en silencio por un rato hasta que recordé que estaba aquí para ver si podía encontrar más información sobre las Banshees. Creyendo estúpidamente que si llegaba al origen del problema, sabría cómo resolverlo.

Pero no sabía por dónde empezar. Todo lo que sabía era que había pasado durante la guerra civil de 1922.

Luego pensé en el lugar más obvio por donde comenzar, la biblioteca nacional de Dublín.

. . .

Al día siguiente desperté con los ojos rojos e hinchados por haber llorado la noche anterior, pero lo ignore y me dispuse a vestirme y arreglarme para ir a la biblioteca. Después de todo, las ojeras no eran nada que un poco de maquillaje no pudiera arreglar.

Salí del hotel hecha una bala pero me detuve en seco al darme cuenta de que no tenía idea de donde estaba la biblioteca, de hecho no tenía idea de donde estaba ninguna parte a excepción del parque y el hotel.

Volví a entrar al hotel para preguntarle a la recepcionista donde quedaba la biblioteca nacional y ella me dio las indicaciones para llegar, no quedaba tan lejos. Creo que de hecho la había visto de camino cuando llegue en el auto de Elliot.

Las hojas otoñales de los árboles se movían al compás del fuerte viento que soplaba ese sombrío día en Dublín. El viento soplaba de tal manera que tuve que entrecerrar mis ojos grises para ver mejor por donde iba.

Camine durante diez minutos por las pobladas calles de Dublín hasta llegar a la biblioteca, un gran edificio que parecía tener mil años de antigüedad.

Entre y la contemple unos minutos.

La biblioteca era enorme por fuera y por dentro, tenía un techo circular y dos pisos repletos de libros a cada extremo (debían ser millones), también habían mesas y asientos de madera de encino en medio de los estantes. Arriba de cada mesa colgaban preciosos chandeliers de lo que parecía ser cristal.

Me quede mirando el lugar asombrada por lo enorme que era, nunca en mi vida había estado en una biblioteca así, parecía irradiar magia.

Mis pensamientos sobre el lugar fueron interrumpidos por una chica apurada que paso al lado mío empujándome un poco, haciendo que perdiera el equilibrio por unos segundos.

Al recobrar el balance comencé a caminar alrededor del lugar viendo cada libro que estuviera a mi alcance.

Había de todo, tal vez incluso algún libro con los secretos que esconde el área 51. Podría encontrar cualquier cosa.

Camine un rato más hasta llegar a una parte apartada de la biblioteca.

Un pasillo del lado izquierdo llamo mi atención y me acerque a él para verlo mejor. Afuera de él había un letrero pegado al estante de dicho pasillo que decía: “Sección Restringida”. Eso logro despertar mi curiosidad a tal grado que comencé a avanzar para entrar pero antes de que pudiera hacerlo alguien me tomo del brazo.

–Disculpe señorita, pero no puede entrar ahí –me di vuelta para encontrarme con un hombre bajito de lentes con una mirada solemne que llevaba un uniforme verde de bibliotecario.

–Claro, solo quería echar un vistazo. –Dije–. ¿Por qué esta sección está restringida? –pregunte interesada.

–Hay manuscritos de 1900, antecedentes confidenciales de guerras de todo el mundo, periódicos antiguos con información importante, fotografías, que más… –pensó un momento–, creo que eso es todo. El punto es que son cosas de valor que no pueden ser tocadas por cualquier persona, tienes que tener un permiso especial para pasar y está estrictamente prohibido que cualquiera de estos documentos salga de aquí. –aclaró.

–Ohh –asentí en modo de comprensión–, lo siento, no lo sabía.

–Claro que no lo sabias, aunque entiendo tu curiosidad –dijo–. Muchas personas se sienten atraídas por lo prohibido. Supongo que tú eres una de esas personas, pero como dicen las malas lenguas “la curiosidad mato al gato”.

Esbozo una sonrisa cordial y se dio vuelta para irse, pero antes de que pudiera hacerlo se me ocurrió que tal vez el sabia donde encontrar lo que estaba buscando (tenía que saberlo, después de todo, él trabajaba ahí)

–¡Eh, disculpe! –grite y él se dio vuelta–, ¿me podría ayudar?

–Por supuesto –dijo–. ¿Qué libro buscas?

–Necesito uno con información sobre la guerra civil de Irlanda en 1922, por favor –dije con cortesía.

–Sí, creo que tenemos algo –dijo asintiendo lentamente–, pero tendría que buscar en el sistema para saber dónde está. Acompáñame –hizo una señal con la mano para que lo siguiera.




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