–Y, ¿no hay manera de que pueda echarles un vistazo? –Insistí–, quiero decir… ¿qué tan restringido puede ser?
–Bastante, si no lo fuera no estaría en esa sección –me respondió algo irritado por mi insistencia.
–Y… ¿cómo puedo obtener el permiso? –pregunte esperanzada
–El permiso se puede obtener si eres profesor o estudiante de la universidad –explico–, ¿Tú lo eres?
–No… –baje la cabeza.
–Entonces no hay nada que pueda hacer –dijo haciendo una mueca.
El bibliotecario siguió haciendo su trabajo dando por terminada nuestra conversación.
Me di vuelta resignada y comencé a caminar en dirección a uno de los asientos de la biblioteca y me quite la chaqueta que llevaba puesta para dejarla encima del asiento.
Me acerque a uno de los tantos estantes repletos de libros, elegí uno al azar del montón y comencé a leer la contraportada tranquilamente.
No pude concentrarme en lo que leía, seguía pensando en que tenía que conseguir esa información de alguna manera.
–Así que… ¿quieres algo de la sección restringida? –escuche una voz.
Desvié mi vista del libro para encontrarme con una chica de cabello negro y facciones angelicales apoyada con los brazos cruzados en el estante del cual saque el libro mirándome con una sonrisa traviesa. Llevaba un vestido blanco de tirantes que le llegaba un poco más arriba de las rodillas y una chaqueta de mezclilla con las mangas arremangadas hasta los codos.
La observe asombrada por su repentina llegada y osada personalidad.
–Sí, pero-
–Me llamo Natalie Corr –interrumpió–. Soy de Galway, me mude con mi madre y hermana Jazmín hace un mes.
–Oh bien por ti –dije con sarcasmo y con una falsa sonrisa.
Realmente no necesitaba que una chica cualquiera me molestara en ese momento.
–No eres de aquí, ¿cierto…? no te había visto antes… –curioseo, ignorando mi evidente desagrado a toda su… persona.
Se me hacía muy fastidiosa pero le respondí de todas maneras por cortesía.
–Tienes razón, me mude aquí hace dos días. Soy Devany O’Farrell, de Kinsale.
–Bueno Devany, es un placer –dijo sonriendo.
–El placer es todo mío –dije con sarcasmo.
Estaba comportándome como una verdadera idiota pero no lo podía controlar, simplemente quería estar sola.
–Creo que puedo ayudarte a conseguir ese libro tan preciado que buscas –dijo súbitamente.
–¿Ah sí?¿y porque me ayudarías? Apenas me conoces. –pregunte extrañada.
–No lo sé, supongo que me gusta hacer travesuras –dijo encogiéndose de hombros.
“Muchas personas se sienten atraídas por lo prohibido” recordé las palabras del bibliotecario. Natalie era la prueba viviente de esa frase.
Negué con la cabeza y devolví mi vista al libro entre mis manos para seguir leyendo la sinopsis pero Natalie hablo de nuevo.
–Oh vamos –rogó, juntando las manos como si fuera a rezar–. Las dos ganaríamos algo, tendrías tu tan preciado libro y yo una aventura para contarle a mis hijos en un futuro –levanto una ceja y miro hacia el horizonte asintiendo como si se estuviese viendo a ella misma en el futuro con sus hijos.
–No creo que robar un libro califique como “aventura para contarle a tus hijos” –dije haciendo comillas con los dedos– y no me gusta robar. –dije seria.
–Pero tú no lo harías –me aseguro–, solo tienes decirme que libro buscar y vigilar que nadie se acerque.
Natalie lo decía como si fuera fácil, pero yo sabía perfectamente que no lo era. Seguramente esa sección tenía hasta alarmas.
–Estás loca si crees que hare eso –reí secamente y deje el libro de vuelta en su lugar.
Pase a un lado de ella y camine por el largo pasillo hasta la entrada dispuesta a irme.
Me despedí del bibliotecario que me atendió anteriormente y salí por la gran puerta de vidrio.
Había comenzado a caminar y recordé que había dejado mi chaqueta en uno de los asientos de la biblioteca.
Camine de vuelta pero antes de que pudiera siquiera tocar la manilla de la puerta, esta se abrió de golpe revelando a una Natalie agitada. Casi me caigo de espaldas por la sorpresa.
Natalie me miro un segundo y dijo.
–¡¿Qué esperas?! ¡Corre! –dijo desesperada.
Natalie me tomo de la mano y comenzó a correr sin darme la oportunidad de procesar lo que pasaba.
–¡Pero mi chaqueta…! –dije.
Pare de correr justo cuando un guardia de seguridad salía por la puerta de la biblioteca con el bibliotecario que me atendió detrás de él.
–¡Ella es la chica que robo! –dijo el bibliotecario apuntando a Natalie.
–¡Vuelve aquí ladrona! –grito el guardia y se acercó corriendo a nosotras.
Maldije en voz alta y comencé a correr de nuevo con Natalie al lado.
Corrimos tres cuadras hasta llegar al parque tratando de perder al guardia que estaba empeñado en atraparnos.