La Fantasía de Elena

Capítulo IV

IV

Desastre

Los meses pasaron vertiginosamente y hoy se iba a realizar una recepción en la sala de eventos de uno de los hoteles más famoso de la ciudad para celebrar el éxito del lanzamiento de mi primera novela. Habría medios de comunicación y los administrativos de la editorial, entre otros.

- Martín, por favor, compórtate, es un gran día para mí, no lo arruines…

- Elena… Me comportaré si él lo hace. Sabes que no lo soporto, de todos los novios que has tenido, es el peor, tú mereces alguien mejor, no ese policucho de última…

- Basta Martín - Lo corté - Sabes que odio que te refieras tan despectivamente a las personas, no todos nacen en cuna de oro como tú, ¿sabes?, además ese “policucho de última” es mi novio y…

- ¿Y qué? - me interrumpió - ¿No me vas a decir que lo amas? Es un tarado…

- MARTÍN!! He dicho basta, Alex es mi novio hace dos años, ¡claro que lo amo! Y no es un tarado…

Sentí que la furia me hacía hervir la sangre, ya habíamos discutido este tema con mi amigo en muchas oportunidades, no sé por qué ha cambiado tanto.

 Desde un principio que no se llevaba muy bien con él, pienso que por las circunstancias en las que se conocieron, pero eran capaces de compartir por momentos. Ahora, con el pasar del tiempo, se generaron más hostilidades entre ellos, ya no pueden estar en un mismo espacio sin sacar chispas…

- No quiero discutir esto de nuevo, y menos hoy… Me vas a acompañar, ¿sí o no?

- Ah – suspiró – Lo siento cariño, es que no soporto a ese… tipo, pero tú no tienes la culpa de que haya aparecido. Claro que te acompañaré, para eso están los amigos.

- Gracias, amigo – le dije abrazándolo, él me estrecho con fuerza - Sabía que podía contar contigo.

-Claro que puedes, además yo fui el de la idea. Todo saldrá bien, ya lo verás, además, te ves hermosa, ¿Por qué no te arreglas así más seguido?, mira esos ojos, se ven estupendos y ese vestido… si no fueras mi amiga te raptaría ahora mismo y te llevaría lejos…. Te tendría solo para mí ¿No te gustaría ser mi modelo estrella?

- Si claro… - le dije, poniendo los ojos en blanco.

No me gustaban las producciones con estilistas, eran largas y agotadoras. No podía negar que me gustaba lo que veía, pero la idea de pasar horas frente al espejo para obtener un resultado decente, me exasperaba demasiado (no tenía habilidad con los utensilios de maquillaje, por lo que me demoraba mucho en lograr delinear mis ojos de forma más o menos simétrica).

Hoy, llevaba un maquillaje sencillo, ahumado, que resaltaba mis ojos y un peinado a base de un moño muy bien elaborado.

Llevaba un vestido de terciopelo negro ajustado al cuerpo, diseñado por mi amigo, que resaltaba mi cintura y caderas. Me llegaba hasta la rodilla y tenía la abertura atrás que llegaba más arriba de lo que hubiese preferido, agradecí que estuviese atrás y no a un costado (sería un problema lidiar con él al momento de sentarme). El escote, bastante pronunciado también, realzaba mi busto. Iba montada sobre un soberbio par de zapatos estileto con taco aguja, los que hacían que me viera más alta y estilizada.

Esperaba que a Alex le gustara, siempre se ponía contento y entusiasta cuando me veía bien arreglada, fue una de las razones por las que accedí a esta transformación… Alex, y mis intentos por arreglar nuestra relación.

- Me encanta este diseñador, sabe cómo realzar tus curvas… - me dirigió una sonrisa llena de picardía. – por cierto, te tengo un regalo de felicitaciones…

- Martín, gracias, pero no tenemos tiempo….

- Nada de eso, no te mueves de aquí sin él. Se fue corriendo a su habitación y volvió con tres estuches forrados en satín, negros como mi vestido…

- Antes que me digas nada – me interrumpió al ver mi cara de futura protesta… - es un regalo y a caballo regalado no se le mira el diente, no te compré de diamantes porque sabía que me los lanzarías por la cabeza, son de plata, y con ese vestido se te van a ver increíbles. Por favor, acéptalos ¿sí?…

- Está bien – estiré la mano para recibir el primer estuche, antes de abrirlo le lancé una mirada de pocos amigos.

El estuche era pequeño y alargado. En el interior había una traba para el cabello, era hermosa, entera de plata labrada, y en una esquina tenía una rosa preciosa.

- Martín, es hermosa… - dije con un hilo de voz….

- ¿Verdad que sí?… y en tu cabello castaño se verá aún mejor – tomó la traba y la puso en mi cabeza con sumo cuidado – ya está preciosa, ¡Siguiente…!

Me entregó un estuche un poco más largo, pero más angosto, al abrirlo me encontré una pulsera fina con eslabones redondos y unas pequeñas rosas, también en plata.

- Creo que las rosas son tu obsesión… - dije sin dejar de admirar la belleza de aquel objeto.

- No más que para ti… - comentó mientras ponía la pulsera alrededor de mi muñeca derecha - Y… nos queda el último.

El último estuche era más cuadrado, pero igual de plano. Al levantar la tapa me quedé con los ojos casi desorbitados al ver el par de aros largos y la fina cadena que tenía en frente. El pendiente de la cadena, como en los otros accesorios, era una rosa que parecía estar tallada, y, en menor escala, los aros también tenían una rosa en la parte alta, de donde caían tres finas cadenas de aproximadamente ocho centímetros.




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