Dentro del mundo de los sueños, una adolescente llamada Yaxzin, caminaba por la oscuridad, se podían admirar llanuras que apenas si podían iluminarse, era como una tierra desierta y árida, no había estrellas, ni lunas, pero ella sentía paz.
Humo grisáceo salía en los laterales del camino, eso le daba a entender las limitaciones y evitaba que cayera al vacío.
¡Oh! Esa joven era bella.
Cabello largo, lacio y negro como una cascada de petróleo, unas gruesas cejas oscuras que enmarcaban su impresionante mirada esmeralda, unos labios ovales rosados que recordaban a los de la sirenita, rostro redondo y pequeño, una nariz respingada y poco acentuada, su color de piel parecía al del grano recién cortado en la mañana. Su cuerpo pequeño, delgado con pocas curvas, podía asemejarse al de un chico, aunque eso no evitaba que se respirara su femineidad.
Ese lugar era una pequeña sección, de aquello se llamaba mundo ellos.
El mundo donde Yaxzin andaba, lo conocía muy bien, siempre iba cuándo podía, aunque para llegar a ese lugar, tenía que realizar ciertos "requisitos" antes de dormir.
1. Debía ser de noche.
2. Bañarse con agua tibia.
3. Asegurarse de que el cuarto estuviera limpio.
4. Su uniforme debía estar tendido en la silla de su escritorio.
5. Terminar sus tareas.
6. Tender perfectamente la cama.
7. Colocarse brisa corporal olor a coco.
8. Ponerse bálsamo labial.
9. Lo más importante, dormir exactamente a la misma hora.
No, no eran reglas de su casa, eso era un ritual, ella sin estar consciente del todo, llamaba a un ser y este atendía su llamada sólo si realizaba las acciones ya mencionadas, no hacer más, no hacer menos.
— ¿Mi ángel? — preguntó tentando a la incertidumbre de no ver a aquel a quién necesitaba fervientemente, era obvio que ella entendía que estaba dentro de un "sueño", cada paso se realizaba con conciencia y rompía las reglas de la ilusión, a eso se le llamaba “sueño lucido” — Te necesito — suplicó, cual doncella que necesitaba un consuelo, en un momento dado se aferró a uno de sus brazos, se sentía rota y desconsolada.
Los problemas de los adolescentes solían ser todos iguales, en su caso existían ciertas diferencias.
Primer problema, ella estaba enamorada perdidamente de alguien mucho mayor, quién a su parecer le correspondía.
Segundo, su bisabuela había fallecido.
Tercero, iba a heredar la "virtud familiar", es decir, se convertiría en pilar de un dios de raíces, convirtiéndose en su "sacrificio".
La tradición de que una estirpe realizara un ritual privado, en el cual entregaban a una de sus hijas a un dios de raíces, es decir, una divinidad que ha sido adorado por una familia de generación en generación; era demasiado inusual y ya no se consideraba un honor. Por lo menos para la fémina era una carga y un castigo.
"Por favor, ven lo más rápido que puedas" pensó, como si existiese la forma de que, a quién llamaba, pudiese leer sus pensamientos. Ella liberó un suspiró profundo, tuvo que arrodillarse, tal vez si él veía su dolor se compadecería de ella y se acercaría.
¿No es muy raro que una adolescente piense de esa manera?
Su corazón latió rápidamente al sentirse indefensa en esa inmensa oscuridad, miraba a todas las direcciones posibles, anhelante, soñadora, ansiosa, entonces algo llamó su atención.
Entre las sombras observó un hermoso rostro humano, flotaba a unos metros arriba de ella, entonces comprendió que era muy alto.
“No lo conozco” pensó con una sensación de peligro en su pecho, esos latidos ya no transpiraban amor, era miedo.
Aquel, abrió sus fauces enmarcando una encantadora sonrisa, su fin era crear una plática amena, pero mostró colmillos filosos, lo cual solo causo más angustia, ya que ella intentaba levantarse para pegar carrera, y el contrario se acercaba con la intención de ayudarla a levantarse, lo cual no fue una muy buena idea.
Yaxzin en desesperación, apenas pudo notar sus ojos negros en la oscuridad o su cabello ondulado, largo hasta los tobillos y oscuro como la noche, adornado con una corona dorada.
Ella torpemente retrocedió, puesto que había algo que la había aterrado y no era su piel azulada, notó su collar, estaba hecha de cabezas, unas más descompuestas que otras. Mal elección de accesorios.
La joven se tapó la boca para intentar no vomitar, aunque no sabría decirles si eso puede pasar en los sueños.
Un poco más cerca, notó sus cuatro musculosos brazos, los cuales presumían grandes brazaletes de oro, en una de sus manos tenían una especie de espada curveada, en la otra mantenía colgada una cabeza recién degollada que aún seguía derramando sangre, el rostro de horror que quedó impregnado en la víctima, seguramente se parecía mucho al de la doncella.
Esto lo hizo él para mostrar su poder y lo que representaba, aunque en pleno siglo XXI, eso significaba otra cosa.
— No, no por favor — empezó a llorar la adolescente, casi soltaba otro grito, al notar que él portaba un cinturón lleno de brazos de personas, en las mismas condiciones que su collar ¿Quién podía admirar sus perfectos pectorales con eso? tal vez un ramo de flores sería menos aterrador, pero él deseaba presentarse como una deidad, como lo que era — Por favor ¡No quiero! — gritó, más su voz no salía del todo — quiero despertar ¡Ahora! — se forzó, sintió un jalón en la parte de su cien y abrió los ojos.
Aterrada se sentó mientras respiraba profundamente, el dolor de cabeza empezó a expandirse, se mordió la uña del dedo pulgar en señal de nerviosismo, su familia tenía raíces hindúes, ahí ella comprendió que él era el dios de raíz.
Con el tiempo el mundo se globalizó, la sangre, la cultura, las raíces, todo se mezcló incontrolablemente. Era normal que dioses extranjeros pisaran tierras desconocidas.
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Editado: 14.10.2020