Desperté con el delicioso aroma a durazno e intentando moverme lo menos posible, salí de la cama dejando a una Elena dormida en ella. Ya no duermo en el sofá, sorpresivamente mi suegro me ha dado permiso de dormir con Elena y esta semana se lo he agradecido con postres enviados por mi madre.
Estaba encantado y al darme cuenta del beneficio que me respalda, pensare muy bien las jugadas que hare de ahora en adelante para tener el favor de mi suegro.
—Hum. — regresé a la habitación después de haberme lavado los dientes y sonreí ante la mano de Elena que me busca en el espacio vacío que he dejado.
—Estoy aquí, mi flor. — me incline y bese su frente. —Buenos días. — ella estiro sus brazos con una sonrisa y se levantó.
—Buenos días, Jay. — Peggy al escuchar la voz de su dueña, se levantó de su cojín en una esquina y vino a la cama. —Buenos días a ti también, Peggy. — al igual que ella, la salude con una caricia en su cabeza.
Minutos después nos encontrábamos desayunando con su familia, el menú de hoy ha sido huevos con tocino y salchicha acompañado con jugo de naranja. A diferencia de los primeros días silenciosos y tensos, ahora es todo lo contrario. La mesa siempre es ruidosa y hay algo de lo que hablar, en este momento estoy escuchando como la familia Halls está planeando unas vacaciones en California.
—Muero por conocer a los mellizos y la pequeña Eris. — sonreí, mirando a la señora Angie.
—Solo le advierto que mantenga los ojos muy abiertos si están los tres juntos. — todos se ríen ante mis palabras. —No, es mentira. Puede que sean unos traviesos, pero son adorables.
—Yo solo pienso en probar todo lo que tu madre tiene a la venta. Cuando la conocí le dije que si llegaba a tener un negocio de postres sería su fan número uno y pienso cumplirlo. — reí.
Después del desayuno me di un baño y recostado en la cama, esperé a Elena en su habitación. Estaba mirando videos para entretenerme cuando la puerta se abrió y entro Theo.
—Tengo que irme, no volveré hasta tarde.
—Bien. — respondí con poco interés.
—Tendrán la casa sola. — eso llamo mi atención y lo mire. —Mis padres irán a un restaurante a cenar esta noche y yo iré a una fiesta después de hacer unas cosas. — me miro con advertencia. —Cuídala bien, Jay. — antes de salir me arrojo algo que apenas logre atrapar entre mis manos.
Los nervios comenzaron a vibrar en mi piel, sentí el calor comenzar en mi estómago y extenderse por todo mi cuerpo. Intentando alejar mi cabeza de pensamientos pecadores, mire lo que mis manos atraparon y maldiciendo me cubrir el rostro con una almohada hasta que el olor fresco a durazno inundo la habitación.
—Está muy silencioso, ¿qué sucede? — preguntó con una sonrisa nerviosa.
—Oh, no es nada. — mire la habitación en busca de una excusa. —Miraba tus trofeos y me preguntaba si podrías tocar algo para mí.
—¿Quieres que toque algo para ti? — los nervios salieron de mi sistema siendo remplazados por emoción.
—Si, eso me haría muy feliz.
—Hum. — se sentó en la silla frente a su tocador y me coloque detrás de ella, tomando el cepillo y pasándolo de manera delicada por sus mechones húmedos. —El recital está cada vez más cerca, solo espera un poco más. — hice un mohín.
—Vamos, mi flor. Solo un poquito. — río ligeramente ante mi insistencia.
—Bien, pero solo un poco. — besé su mejilla como agradecimiento y me senté en el borde de la cama. —¿Qué será…? — murmuraba mientras tomaba el violín y lo colocaba entre su clavícula y barbilla.
Una vez se decidió, una sonrisa cubrió sus labios y cerrando sus ojos alzo con delicadeza la mano con la cual sostiene el arco y las suaves melodías llenaron la habitación de una calidez que tanto anhelaba volver a sentir. No pestañe en todo el minuto de su interpretación, solo observe con admiración y orgullo la gran mujer en la que se convirtió aquella niña que juro ser un gran musico cuando creciera.
Aún tiene camino que recorrer, pero lo lograra, de eso estoy completamente seguro y seré uno de los afortunados de verlo en primera fila.
—¿Y bien? — acercándome a ella, me incline para besarle los labios.
—Precioso. Eres muy buena, debes de ser la mejor en toda la universidad. — se río, sonrojada. —Ya quiero que llegue ese festival y poder escuchar por más tiempo. — bese su frente.
Una hora más tarde, nos encontrábamos recostados en el sofá de la sala escuchando un video sobre teorías de algunos de los artistas más reconocidos mundialmente. Elena esta recostada sobre mi pecho y yo paseo mis dedos por su espalda, ninguno está atento a las voces que se reproducen en la televisión, ambos estamos en nuestro mundo disfrutando de la comodidad en la que estamos sumergidos.
Mire hacia la ventana donde cada minuto que pasa la luz se reduce anunciando la llegada de la noche. Repentinamente fui muy consciente de que ambos estamos solos y así será por un par de horas más, provocando que toda comodidad desapareció para mí y mi cuerpo se tensó.
—¿Qué pasa?
—Nada. — respondí demasiado rápido. Elena alzo su cuerpo y al bajar la mirada deje de respirar ante la vista de sus pechos presionarse en mi cuerpo.
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Editado: 21.04.2024