La Florentina de Baviera Volumen I

Capítulo II: Una Mejor Propuesta

Nota del Autor:

¿Cómo han estado?, lectores. Antes de entrar en tierra derecha en la segunda publicación de la Florentina de Baviera. He decidido dividir este capítulo y tendremos una tercera publicación que cerrara la historia.

Considerando que deben abordarse muchas cosas, en una sola publicación y dividiendo la historia puedo abordar como desarrollar ciertos aspectos.

En el tercer capítulo, tendré una mayor libertad de zanjar varios puntos que puedan quedar de lado en este segundo capítulo.

Bien, sin mayores palabras comenzamos:

                                    

Berlín, Alemania. Ministerio de Guerra Imperial…

El Ministerio de Guerra Imperial contaba con una agencia especial destinada a cumplir una serie de misiones "especiales", fueran territorialmente como extraterritorialmente. Sumado a un grupo de soldados, suboficiales y oficiales del Imperio Alemán, mayormente oficiales graduados de la academia militar prusiana que integran dicha agencia.

La agencia contaba con un total de cincuenta funcionarios destinados a realizar el eterno y tan poco placentero papeleo que iban acumulándose cada semana y una veintena de agentes encargados de viajar a la hora de cumplir ciertas misiones en nombre del imperio o viajar a misiones diplomáticas a países como Italia, Estados Unidos, Inglaterra, Chile y recientemente Japón.

Herr Eugen Rommel, agente encargado de coordinar operaciones especiales en las fronteras del Imperio Alemán y misiones diplomáticas en el extranjero. Un hombre cercano a los cuarenta años, complexión delgada y voz de hierro, vistiendo un traje a la medida, calzado brillante y una calva insípida.

Aquel hombre habitualmente se reunía con oficiales que participaron en la Guerra de los Ducados y la Guerra Franco-Prusiana, explicando los fines de la agencia como desempeñar ciertas misiones en territorio alemán o el extranjero. Solo un selecto grupo de oficiales –graduados de la academia militar prusiana–, les ofrecían la oportunidad de ingresar a la agencia pero debían someterse a una evaluación completa de los antecedentes personales. 

Ser aprobados por el propio Káiser Wilhelm I y el canciller Bismarck, y posteriormente renovarían los nuevos miembros de la agencia su juramento al Imperio Alemán. Los oficiales o suboficiales, apenas renovaran su juramento, inmediatamente se les asignaban su destino fuera en territorio imperial o en el extranjero. Hasta los ingresos monetarios resultaban ser sustanciosos y una serie de beneficios que recibían a la hora de servir al imperio.

Wolfram Lohmann –actualmente general, y graduado de la academia militar prusiana–, apenas piso la estación de trenes de la capital imperial, fue abordado por el propio Eugen Rommel y ofreciéndole ingresar a la agencia. Él solo escuchó la propuesta y beneficios que vendrían por integrar los servicios especiales, aceptando sin titubear como renovando su juramento frente al Káiser y el Imperio Alemán.

Por cerca de un mes, estuvo esperando recibir su primera misión, pasando gran parte de su tiempo libre con su señora esposa y recuperando el tiempo perdido.

En el día 25 de julio de 1871, finalmente recibía su primera misión que duraría aproximadamente entre seis a nueve meses y destinado a la frontera alemana-austriaca, específicamente a un sitio que habitualmente ciertos personajes utilizaban como ruta para contrabando procedente de Europa del Este. Su misión consistía en interrumpir las rutas utilizadas por los contrabandistas y adiestrar a los hombres bajo su mando. Hasta un oficial recientemente graduado de la academia militar prusiana lo acompañaría y posteriormente se desempeñaría como oficial encargado de aquel sitio mientras establecía en la lejana provincia fronteriza, un control apropiado contra los contrabandistas.

A pesar de los beneficios que dejaría su primera misión, tuvo la osadía de imponer una sola condición y compartir su suerte con la única persona que se asemejaba como un hermano de sangre, a la hora de cumplir la misión en nombre del imperio.

–¡Nuestra majestad imperial y el señor canciller, aprobaron su "exigencia"!– señaló Eugen, desplomándose en la silla del escritorio. –Y afortunadamente, los bávaros son tan estúpidos como el sodomita de Ludwig– mostrando un documento en particular a Wolfram.

–¡¿Qué demonios?!– exclamó Wolfram, estudiando el documento.

El documento detallaba sobre cierto nombramiento relacionado a la nómina de los tres oficiales seleccionado. Lamentablemente, el capitán Manfred Müller no fue elegido para ser ascendido a comandante y en su lugar fue un oficial con menos experiencia.

–Su amigo Manfred tiene una suerte extraña– indicó Eugen. –El señor ministro está de acuerdo que incluyamos al capitán Müller como parte de los oficiales al servicio de la agencia. Usted, lo conoce perfectamente y confió en su buen juicio, Herr Wolfram. Solo necesitamos hablar con él… o en este caso, usted debe ser el responsable de presentarle formalmente esta opción.

–¿Yo?– preguntó Wolfram, arqueando la ceja. –Herr Eugen. Usted, habitualmente suele ser el responsable en reclutar a los oficiales y exponer los términos de unirse a los servicios especiales del imperio.




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