La fortuna de Dalaroth

Capítulo 5 - segunda parte

Alorey Luna de Sangre. Su presencia provocó que Kralice irguiera la espalda y tensara la mandíbula.

—Interesante conversación has tenido. —dijo la nigromante, una sonrisa encantadora coronó sus palabras. El opulento cabello blanco lo resguardaba bajo una capucha de satén, aunque algunos mechones lograban caer libres más allá de sus hombros.

—Veo que no te esforzaste ni un poco en evitar escucharla. —profirió, con recelo, la cazarrecompensas. La mano de Alorey había detenido el ir y venir de su daga, pero aún permanecía con los dedos aferrados a la empuñadura.

—Aunque lo quisiera, no hubiera podido, estaba pegada a tu espalda. Qué coincidencia, ¿verdad? 

Kralice dejó escapar una carcajada que se asemejó más a un gruñido, y aseveró:

—Contigo no existen las coincidencias.

—Trato de que no. —Las pupilas de la nigromante abarcaron un poco más la tonalidad impoluta que predominaba en sus iris.

—¿Entonces?

—¿Disculpa? —Alorey cruzó los brazos sobre el pecho. Lucía un vestido color violáceo, de tela un tanto traslúcida, con escote pronunciado y mangas anchas. De la base del cuello nacía la capucha en la que ocultaba su pelo—. La que me debe una respuesta eres tú, querida colega. ¿O acaso olvidaste mi oferta? No pasó tanto tiempo desde que hablamos por última vez.

—La recuerdo muy bien. —dijo Kralice y a su memoria acudió la plática que entablaron dos semanas atrás.

Tuvo lugar en el regimiento de los cazarrecompensas y fue inusualmente corta: comenzó con la nigromante aproximándose a ella mientras contemplaba el tablero de las encomiendas y culminó algunas palabras después, en cuanto le propuso aventurarse a las Lejanías. En ese momento, Kralice huyó de Alorey tan pronto como pudo, porque imaginó su propia tumba junto a la de Tharyssa, Ivor y Calú.

—¿Y qué tienes que decir al respecto?

Kralice siempre asociaría aquellas tierras inhóspitas y desconocidas con la muerte. Barajar la opción de adentrarse en ellas, le quitaba el sueño; sin embargo, más se lo quitaba ser consciente de que si no se arriesgaba, muy pronto lloraría a Lilué de rodillas en un cementerio.

—Si la Perentria existe, iré contigo.

Alorey apoyó ambos brazos en la mesa, luego impulsó su cuerpo hacia adelante y, con los labios pegados a la oreja de Kralice, susurró:

—Tienes hasta la próxima luna llena para averiguarlo. En caso de que la flor no sea solo un cuento, esa noche ve a La jarra oxidada luego de que toquen las doce.

El murmullo convirtió la voz de la nigromante en un cálido cosquilleo sobre la piel de la cazarrecompensas, a quien el estómago se le estrujó por lo que acababa de escuchar.    

—La próxima luna llena es en tres días. —afirmó, incrédula.

—Lo es. Deberás apurarte. —Los latidos de Kralice retumbaron impetuosos contra su pecho. Cada uno la golpeaba con el peso del tiempo, que ni de casualidad jugaba a su favor—. ¿Por qué es tan importante la Perentria?

La curiosidad de Alorey dio lugar a la misma anécdota que, horas atrás, Kralice le había relatado a su padre: la visita al bosque, el encuentro con la banshee que custodiaba el cadáver del alubai, el ataque de la mantícora, la magia bestial impregnada en Lilué…   

—Y, al parecer, la Perentria es la única alternativa para salvarla. —concluyó.  

—Pobre niña, llevando a cuestas semejante destino… Fortuna nos teje historias a todos y reparte las más crueles para los más bondadosos. —Los ojos perlados de la nigromante transmitían el mismo desazón que sus palabras, hablaba con conocimiento de causa.

—Fortuna no tiene nada que ver con lo que sucedió; no creo que sea un ser sádico y retorcido que disfruta que las personas mueran con las tripas para afuera, como ese pobre alubai… No veo la hora de darle digna sepultura y que por fin descanse en paz.

—Jamás descansará en paz si lo sepultas como a un inari. Debes realizar un ritual de cremación, auspiciado, por lo menos, por otro alubai.

—Tú, por ejemplo. —bromeó Kralice, apenas riendo. En cambio, Alorey pareció tomárselo a posta.

—La ceremonia será al mediodía, cuando el sol esté en su máximo esplendor. ¿En Vonvir hay algún punto alto? Mesetas, peñascos…    

—Hay un monte a las afueras.

—Servirá. Iré media hora antes, así preparamos el cuerpo de manera adecuada. Necesitaremos lavanda, pétalos de jazmín y esencia de rosas. —La nigromante se puso de pie y la falda de su vestido le cayó alrededor de las piernas con el resplandor violáceo de un anochecer que recién comienza—. Nos vemos en un rato, colega. —concluyó y Kralice la acompañó con la mirada hasta que posó los pies fuera de la taberna.

Ella también abandonaría la penumbra en la que todavía reposaba, pero primero apoyó la cabeza contra el respaldo del asiento y procesó lo ocurrido. Le daba pavor llegar a la luna llena sin ninguna certeza de la existencia de la Perentria. No tenía un plan de repuesto, porque cualquier opción ajena a la flor significaría dejar morir a Lilué.

Dentro de su garganta hirvió un grito que evitó liberar en público. Aunque deseaba desgarrarse las cuerdas vocales, la furia la desató en la patada que le propinó al asiento de enfrente. Permanecer allí solo le robaría el poco tiempo que tenía, así que siguió los pasos de Alorey, como si hubiera dejado una estela de migajas tras de sí, y salió en busca de Nocturno.




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