La Fragilidad De La Historia

Capítulo 3

Le estaba cogiendo un cariño bastante rápido a la niña, aunque no debería de hacerlo, aunque lo mejor era seguir manteniendo la distancia entre ambos ante los evidentes indicios de sospecha, se estaba empezando a sentir cómodo con su compañía, y un leve inicio de pertenencia y orgullo estaba creciendo dentro de el cada vez que notaba que las personas alrededor de su nueva dama la admiraban y respetaban cada vez más. A excepción de su cabello, no se parecía para nada a su difunta hija Marjory, y mucho menos coincidían en la personalidad.

Para empezar, su hija había nacido igual a su madre: sensible, impulsiva y extrovertida; llegando a ser imprudente a la hora de actuar frente a la sociedad. La mayor parte del tiempo se mostraba alegre e inquieta, era de las que siempre decía lo que pensaba o demostraba abiertamente cómo se sentía. Odiaba las formalidades dentro de la casa y casi siempre mantenía dentro de esta en una bata y camisón, intervenía con frecuencia en los trabajos de los sirvientes y les hablaba con una familiaridad impropia de una aristócrata. Desde pequeña demostró un rechazo hacia las ciencias exactas, y en cambio, sólo llegó a sobresalir en el piano y la pintura, actividades que se dedicó por completo gastando gran parte de su tiempo en ello. El duque, por consideración a ella, mandó a acomodar en la residencia un estudio para que ella se dedicara a pintar, lugar que Marjory muy pocas veces usó, pues prefería pintar ya sea afuera, en el jardín, o en el estudio del duque para poder mantenerse cerca de su padre. Era tanta la personalidad luminosa de ella, que si no se era capaz de censurar su comportamiento, tan solo podías amarla, caso que la mayoría de sus conocidos hacían. Y este era el comportamiento de su hija antes de que sucediera el gran desastre con la familia Campbell. El odio que sentía la familia Campbell sólo superaba el odio que sentía por si mismo, para él, su hija no hubiera muerto si en primer lugar, él hubiera tenido mejor control en ella, control que disminuyó en el momento que fue mandada a la academia de Ágora. Era esta razón, junto con el pasado desconocido de su acogida, el que estuviera tan receloso de separarle de él. No sabía si podía confiar en ella, en que supiera decidir correctamente y manejar las cosas bien en su ausencia, aunque la joven haya demostrado un comportamiento más razonable y frío al de su antecesora. La situación en la que se encontraba, considerándola, le convenía a ella el hacerlo bien.

Sucedió hace cuatro meses iniciando año. En una calurosa mañana, el duque Balliol se encontraba sentado en su cómoda silla del escritorio, mientras que de pie, lo besaba apasionadamente sosteniéndole con fuerza los hombros, su amante y apoyo emocional de tres décadas, Alfred Bruce, conocido por la mayoría como: el Sr. Bruce, mayordomo del castillo de Lothan. Estaban en las suyas y algunos botones de camisa ya habrían empezado a ser desabrochados, cuando desafortunadamente se escuchó claro a una criada en el corredor preguntarle con un tono urgente y agitado a otra si no había visto al mayordomo. Este se separó del duque dándole un último beso firme, se desprende del agarre que tenía el otro sobre sus codos, y se despide con una sonrisa cariñosa. Por más intenso que sea el momento, no se tenía que descuidar el trabajo y eso se lo tomaba muy en serio. El duque se resignó, pensando que tampoco sería ningún inconveniente el esperar en la noche. Con la idea de un transcurso tranquilo para el resto del día, se enfocó en revisar reportes de administración y abrir el correo que sea de alguna importancia.

No había pasado ni media hora cuando el señor Bruce regresó al estudio informando que una joven dama había sido hallada inconsciente en el río que atravesaba su propiedad, este quedó incrédulo con la noticia.

–¿Dentro de mi propiedad?

–Así es, Su Majestad.– cuando se trataba de su trabajo, le hablaba de manera honorífica.– según cuenta, una criada que estaba colgando la ropa le pareció ver a una persona acostada a orillas en el río. Ella y un compañero fueron a comprobar y fue ahí donde la encontraron con lo que parece ser ropa de invierno, mojada e inconsciente. La han llevado a los establos.

El duque no daba crédito, la boca le quedó ligeramente abierta por la consternación ¿por qué había una desconocida inconsciente dentro de su propiedad?

–¿Algo más?

–Nada, aparte de que temen por el estado de la desconocida.

–Mande a llevarla a algún cuarto destinada a los sirvientes, denle el tratamiento necesario y déjenla quieta hasta que despierte, hay que interrogarla ya cuando haya recobrado la consciencia.

–Como desee.

Con una inclinación, le mayordomo se retira a acatar sus órdenes, pero así como se fue, regresó enseguida más pálido de lo usual y una expresión nerviosa poco habitual en él.

-Su Majestad, perdone el molestarle tan seguido pero es requerida su presencia abajo. Sucede que mientras la señora Duff estaba quitándole la ropa a la desmayada para cambiarla por ropa seca, vio...vio que tenía las marcas en los brazos, ella....resultó ser una adrastea.

–¡¿Qué?!– inmediatamente el duque se paró de golpe de su escritorio y abandonó rápidamente el estudio, con el mayordomo pisándole los talones mientras seguía hablando:

–Los sirvientes se asustaron e insistieron en amarrarla a la cama, aunque yo les advertí que no tendría efecto alguno.

El duque resopló con fastidio. Claro que no lograría efecto alguno, pensó, ¿qué creían?

–Reconoces cuando es un mestizo a un puro ¿verdad?

–Sí.– el profesionalismo se diluyó un poco bajo esta respuesta, demostrando con el tono lo ofensivo que le resultó su pregunta.– Yo mismo la vi desde la puerta, y el tono de sus marcas era de una pura.

–Mierda, mierda.– Aceleró el paso, y de seguido corrió cuando escuchó un grito de una de sus criadas diciendo: "¡Ayuda!", seguido por un fuerte estrépito y gritos. Al llegar al corredor donde se encontraban las habitaciones de la servidumbre, se encontró con un puñado de estos, temblando mientras mantenían su vista fija en una puerta en común, donde se escuchaba el arrastrar de una cama y el tintinear de una cadena. Viendo a su amo, trataron de erguirse y uno de ellos, dijo entrecortado:



#17939 en Fantasía
#10490 en Thriller
#5909 en Misterio

En el texto hay: dioses, romance, realeza

Editado: 15.01.2020

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.