La fuerza de un enamorado 4: Quiero que pienses un poco en mí

El ver llegar el domingo, era lo que más anhelaba en ese momento Lui. No podía siquiera imaginarse como sería lo que sucedería durante ese día, pero estaba muy ansioso por poder verlo llegar.

Sintiendo como todo pasaba sin dejar rastro, su mente se sumergía en sus fantasías y pensaba – cuando llegue el domingo, me pregunto si podré hacerlo bien. Pero ¿Será mejor que lleve algo ese día o no? Aunque también es posible que pueda llevarlo un regalo a Elva, de seguro a ella le gustará, pero… pero… bueno, no importa, sólo puedo esperar a ver qué pasa – el corazón de Lui latía fuertemente mientras pensaba que la fecha asignada estaba muy cerca de llegar.

Durante este tiempo, mientras esperaba, estuvo tratando de averiguar qué es lo que se hacía en una cita a través de algunas preguntas tontas que les hacía a sus amigos mientras ellos hablaban de sus novias. Entre algunas de las preguntas que hizo fue “¿Qué llevó cuando se encontraron?” “¿A dónde fueron?” “¿Por qué?” aunque trato de no profundizar mucho, para no llamar la atención, a ellos les parecía un poico raro el ver que a Lui le empezaba a llamar la atención este tipo de cosas y que preguntará sobre eso, aunque fuera por pura curiosidad.

Lui, recopilando cada una de las cosas que escucho que hacían o hicieron sus amigos, empezó a planear como debería de ser ese día y lo que haría. Sin embargo, aunque trataba de hacer una lista de lo que quería hacer, terminaba tirando el papel donde había escrito lo que harían durante el domingo, ya que siempre llegaba a cambiar de opinión.

Lui, que se encontraba ahora en una posición un poco difícil, al ser que trataría de dejar de ser muy pasivo, se empezaba a dar cuenta que eran demasiadas las cosas que debía de pensar para lograr obtener una cita perfecta en la cual podría llegar a obtener la aprobación de Elva de llegar a ser más que sólo rivales.

Sin embargo, lo que no se esperaba era que todo esto sería inútil si no trataba de primero con él mismo, ya que, cuando se trataba de cosas relacionadas con el romance, terminaba siendo muy tímido y no lograba hacer nada.

Pero, tomando todo lo que tenía y sin dejar que las quejas y el “lo haré mejor mañana” o “este no es el momento, mejor lo hago cuando sea el momento adecuado” lo llegaran a retractarse de lo que había decidido hacer, sólo pudo sentir como el pasar de la semana se volvía en una pequeña tormenta en la que la espera del día indicado se volvía cada vez más pesado.

Lui, tratando de buscar la mejor forma de poder llegar hacer que todo fuera según lo que en su cabeza pasaba, cada vez se le presentaba una u otra dificultad. En un instante se imaginaba el poder llevarle un bonito regalo, pero al no contar con el suficiente dinero para poder comprarlo, le hacía ver que no era nada simple el tratar de comprar cosas. Pero, como había dejado guardado un poco del dinero que gano durante las vacaciones, el cual no toco para nada ya que lo estaba guardando para una ocasión como esta, le hizo sentir que por lo menos le podría invitar algo y llevarlo aunque sea unos dos chocolates de cincuenta centavos y uno de un quetzal. Aunque esto no era nada de qué enorgullecerse, al escuchar como varios de sus amigos les invitaban cosas a sus novias y en muchas ocasiones era muy cara al sobrepasar lo que él podía permitirse gastar.

Es por ello que, sin poder darse los lujos que sus amigos podían darse, sólo le quedaba dar lo mejor con lo poco que tenía y, viendo que esto no era lo único que debía tomar en cuenta, dijo – algún día… algún día, podré ser capaz de darte algo más, pero… mientras ese día llega, espero que puedas aceptarme – y con ello en mente, Lui se propuso dar lo mejor de sí y llegar a conseguir un buen trabajo para poder obtener suficiente dinero como para invitar a Elva.

Pero, conforme Lui estuvo pensando en lo que debía de hacer durante el día que estaba esperando, llego el día predilecto.