|HARRY|
Era su primera hija, la princesa de sus ojos que se había convertido en una mujer hermosa.
Supo desde el día en el que la conoció que tendría que cuidarla más que a su propia vida. Recordaba ver su pequeño rostro envuelto en una sábana rosa con los ojos cerrados, esperando a ver el mundo.
Fue unos minutos después en los que nunca dejó de observarla que abrió los ojos, eran color miel con pequeños tonos verdosos como los suyos, como los de su abuela Potter y entendió que era la cosa más preciada que tenía en el universo entero.
—Voy a protegerte —le susurró muy cerca de su cara— todo lo mío es tuyo, tendrán que pasar encima de mi para hacerte daño.
Ella se le quedó viendo con sus grandes ojos, tenía una mirada curiosa y como si le entendiera alzó las comisuras de sus pequeños labios en modo de respuesta. Ella se sintió protegida en sus brazos y cerró los ojos para tomar una larga siesta que la mantendría despierta el resto de la noche.
Pero le había fallado. Harry Potter se había convertido en auror, con el paso del tiempo logró quedarse como el jefe del Departamento de Seguridad Mágica y su trabajo era tan sencillo como proteger al mundo mágico de los peligros que lo rodean. Ella y el resto de sus hijos y familia eran su prioridad, pero aquel fatídico día de enero le había fallado a ella, a Ginny y a todos.
Subió a su despacho, era tarde. Pero no podía enfrentar la mirada distante y sin vida que tenía su esposa desde el accidente, no habían hablado bien y sabía que hacía falta, pero ninguno de los dos podía decir palabra sin soltar a llorar dos noches enteras.
—No ha sido tu culpa, Harry.
Le decía Ginny, también lo hacían todos los Weasley, pero él no podía evitar sentirse así, porque el primer día le hizo una promesa y no la había cumplido.
Subió al segundo piso que era donde se encontraba su oficina y cruelmente en la puerta de enfrente estaba su habitación. Recordó el día que le dijo a sus hijos mayores que ya no podían compartir habitación y que ambos necesitaban un poco más de privacidad. Ambos habían hecho una dramatización bien planeada de lo que sucedería si los separasen, mencionaron algo de una conexión rota de gemelos y que era algo irreparable.
Abril, 2018.
—Jane, solo te vas a ir un piso más abajo —le dijo su padre.
—Yo ya te he advertido, papá —se encogió de hombros— pero si alguno de nosotros se vuelve el gemelo malvado tendrás que abstenerte a las consecuencias.
James había tirado su ropa interior a su cama y eso fue suficiente para que el asunto del gemelo malvado pasase a la historia.
**
Harry soltó una pequeña risa ante ese recuerdo, pero no duró mucho. Justo en la puerta se encontraba Jay, el perro que sus hijos habían nombrado, estaba algo viejo y su cara triste demostraba el sentimiento que todos tenían desde el día de la noticia, el perro también la extrañaba.
Sin esperar más abrió la puerta del despacho y como siempre no esperó a ver a nadie ahí, estaba vacío como ya había previsto.
Después de su extrema mudanza un piso más abajo, Jane se vio interesada en pasar el día con su padre mientras este trabajaba ahí, Harry notó el sillón a lado de la ventana que daba a la calle, ella solía leer sus libros en ese punto sin interrumpir en su trabajo y recordaba todas esas horas silenciosas con el solo sonido de las gotas de lluvia cayendo contra el vidrio. A veces Harry miraba a su hija mientras leía, tenía la mirada concentrada pero la comisura izquierda de sus labios estaba levemente levantada, no hacía ningún tipo de ruido solo eran ella y sus libros haciéndole una pacífica compañía. Ahora no había sonido pero ese silencio no le gustaba, era extraño. Todo era extraño sin ella.
Recordó una vez que Harry estaba leyendo unas notas de El Profeta, unos magos habían escapado de Azkaban y desconocían cómo lo habían logrado y quienes les habían ayudado. Esa fue la única vez que Jane interrumpía su lectura.
2019.
—Papá —le llamó y cuando Harry volteó ella ya tenía su mirada clavada en la suya— cuéntame la historia de cómo se habían convertido el abuelo James y sus amigos en animagos.
—Pues... —le miró con los ojos entrecerrados— Remus Lupin era un hombre lobo —Jane no se veía sorprendida con esa información— y para hacerle compañía Sirius, mi padre y colagusano decidieron convertirse en animales para que no se sintiese solo en las noches de luna.
Ella asintió en modo de comprensión.
—¿Pero cómo lo hicieron? —Harry le miró con sospecha y ella agregó con una pequeña risa— eran demasiado bromistas, eso es magia muy avanzada.
Harry también acabó riendo.
—Supongo que ellos sabían equilibrar ambas cosas, fueron magos muy buenos —le dijo— además, habrían hecho cualquier cosa por estar con su amigo.
—Y no me explico cómo habrán encontrado esa información en Hogwarts, ser un animago sin registro podría haberlos metido a Azkaban, ¿cierto?
—Así es —asintió su padre— pero en Hogwarts puedes encontrar de todo, en la biblioteca hay infinidad de libros y qué decir de la sección prohibida.