La gran emperatriz real

Capítulo III

Una hermosa cabellera de color negro intenso, como la noche en el invierno. Ojos tan bellos como la luz de luna, verdes como la esmeralda, destacando más que las propias joyas del palacio de Jeicok's. Siendo estas las simbólicas del palacio.

—¿Es usted Nemesis?

El cuerpo de un joven se marca como una sombra en las paredes de la habitación. Esta recargado en uno de los mueblecillos cerca de la ventana, con el reflejo de la noche apenas y se logra ver que es.

—¿Quién es usted?

—¿Quién debería de ser?

Un traje de cabellero de la corte de uno de los libros que fueron vistos hace tiempo en una de las bibliotecas cercanas a la capital. Pegadas en la repisa y teniendo un cartel de que era prohibido su venta al igual que leerlo. Se encontraba en ese lugar como un homenaje de honor hacia el logro del difunto emperador de Jeicok's.

Aparte de la vestimenta de cabellero, por encima de las ropas negras con cintas de varios colores. Tenía algo que parecía más bien una túnica transparente, casi parecida al Tim que usan las mujeres de Jeik. Una estatura alta, con una buena forma, se acercaba poco a poco hacia donde se encontraba la niña.

Esa niña era Nemesis.

—Hay algo que te pertence—Su voz sonaba como un gran crujido de un león, era fuerte y poderosa. No tenía forma en su rostro—. Hay un imperio que sólo se pueden casar con la mujer destinada y el hombre destinado. Hacer que ese lazo se rompa, sería un pecado.

La seriedad de la cara de Nemesis era absoluta. Arqueo un poco las cejas, trato de buscar un poco de luz para ver quien era la persona que le estaba hablando.

—Sabe que si alguien lo encuentra aquí, lo encarcelaran como a mí. Tiene que tener cuidado, es lo único que puedo recomendarle. No gritaré por ayuda porqué se que nadie vendrá por mi, así que no se preocupé y salga de mi habitación.

—¡Oh! Es esta la habitación de mi emperatriz. Tengo algo que te pertenece es por eso que vengo a entregartelo, estabas en una Isla cuando te vi por primera vez, ¿qué haces aquí?

Nemesis frunció el ceño, estaba molesta del quien sea que le estaba dirigiendo la palabra, la estaba  comenzaba a irritar. Ya no se encontraba dispuesta a responder las preguntas del hombre. Aparte de que su voz no era para nada agradable y hablar mucho ya era bastante.

—Solo demelo y puede retirarse.

—Bien, me voy. Tómalo con cuidado, tal vez ya no te reconozca como su dueña.

La pequeña niña se quedó observando el objeto que aquel joven señor había dejado cerca del mueble azul que apenas se lograba ver entre la oscuridad en la que se encontraba. Encendió una de velas que estaba cerca de una repisa, un destello voló en el cielo y logró iluminar toda la habitación.

Al hacer tacto con el objeto, una pequeña chispa se impulso en su muñeca. Lo tomó por completo, y al hacerlo tambaleó de un lado a otro, el peso del arma que sostenía era desgarrador. Podría incluso romper algunas venas de esa frágil mano. Jadeo constantemente y se detuvo a observar. Una espada de un color jade estrellante. El color turquesa combinado con el verde esmeralda transformaban el color del arma.

La respiración de Nemesis era agitada y acelerada, muy constante que se daba como un vacío.

Lo pudo sostener por un par de segundos más, antes de caer al suelo y desmayarse por completo...

Mi respiración estaba acelerada de nuevo. El sueño que me sigue todos los días, ¿es solo un sueño? ¿Acaso soy la única que piensa que no es un sueño, si no, más bien un recuerdo perdido?¿Quién era?

—Señorita Nemesis, usted no se cansa de hacerme enojar todos los días. Santo los santos, que haré con usted mujer. Haré que se case con uno de los esclavos.

—¿En el imperio hay esclavos?

—En todos los imperios hay esclavos, y una de esas eres tú. Esos Soik, trataron de huir otra vez. Tú también eres un estorbo.

—Repitalo—El príncipe heredero. Su alta figura ya estaba aparentado más, a que es mayor, la mandíbula tensa recalcando cada palabra—. ¿No escuchó?

—Alteza real. Mis disculpas, no lo vi antes. ¿Quiere un taza de té?

Ignorando las palabras de la condesa Maresa. Pone su mano en la frente de Nemesis, quien hace un leve apartamiento.

—Esto es inapropiado. —Hace un reverencia, con sus palmas abiertas sin ser tocadas la una a la otra.

—Tú no eres una esclava. No necesitas separar tus manos cada vez que te inclines ante mí, eso para mí es inapropiado. ¿Porqué razón tienes tanta fiebre?

—Disculpe la pregunta, ¿a qué ha venido?

Los ojos de la condesa Maresa le hacen una advertencia. La advertencia del castigo supremo, como le gusta llamarle cuando la torturan hasta que le salga sangre de la boca. Nemesis posee una habilidad de no hacer marcar sus cicatrices, es por eso que la condesa sigue abusando de su poder. Al igual que tomando en cuenta la habilidad los callos de su mano no se notan.

—No es problema la pregunta si viene de usted señorita. He venido a verlas a ustedes, no me esperaba econtrarla recibiendo insulto de una mujer de un rango menor al de usted.

—Según mis conocimientos, yo no tengo ningún rango aquí.

—Es así—Levanta levemente la ceja y luego ve hacia donde está la condesa.


—¿Quienes son los Soik y porqué son esclavos?—Fue la primera pregunta que se formuló en mi cabeza, no sabía como hacer que mi desliz se fuera. 《¿lo pensé o lo hablé?》. Una vergüenza provoco un leve sonrojo en mis mejillas.

—Ellos no son...

—No es de tu incumbencia señorita—Era alguien quien se destacaba por ser el regente del imperio actualmente " El gran señor Jeik"

La sorpresa en el rostro de la condesa Fret, se hizo aún mayor. Mientras que yo solo agache mi cabeza, habían dos personas de rangos sumamente importantes delante mío, pero al único quien yo considerba de gran importancia era a su alteza real el príncipe heredero. Claro estaba del porqué, uno tenía el destino de ser el regente por un corto tiempo mientras que el príncipe está destinado a ser un emperador. Tal vez él respondería todas mis preguntas o aquel libro lo haría, pero no serían todas.



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En el texto hay: aventura, amor, guerra

Editado: 26.05.2023

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