Peter miró el picaporte y luego a Emily en un gesto impaciente por que abriera.
Ella asintió y ambos salieron al patio, caminando a distancia y en silencio mientras Peter prendía un cigarrillo, iluminando un poco más la oscuridad cortada por algunas luces del jardín.
—Sube primero —le ordenó el hombre con el cigarro en la boca cuando llegaron junto a la escalera de la casita—. Intentaré no mirar debajo de tu vestido.
Lo volvió a mirar con los ojos desmesuradamente abiertos y el mismo negó con la cabeza, mascullando con una sonrisa un ronco “era broma”
Ambos subieron y, mientras Peter iba a arrojarse a la cama de plaza y media que había en una esquina, Emily se fue a los pufs junto a Murdock y Jamie.
—¿Que hay? —preguntó al verlos muy compenetrados con la consola.
—Left 4 Dead —respondió Jamie absorto en la pantalla.
—Tú tienes una grave obsesión con los zombies.
—¿Sabes, Emy, que, en la actualidad, eso es un cumplido? —arremetió el adolescente sin despegar la mirada de la pantalla.
Emily puso los ojos en blanco y, viendo que no le prestarían atención, comenzó a dar vueltas por la casita, buscando algo que hacer mientras los chicos jugaban y Peter se dedicaba a fumar de manera copiosa.
Se detuvo junto a la cama para contemplar una serie de fotos pegadas con chinche a un enorme rectángulo de corcho.
En ellas se podía apreciar una suerte de ciclo evolutivo de Jamie, empezando desde el día en el que nació —rojo y en los brazos de una hermosa Mimi de apenas dieciocho años de edad— al año, en los brazos de un Danton —con aspecto muy “rebelde adolescente”— y así hasta llegar a la actualidad.
Diecisiete fotos iban de lado a lado mientras otras tantas las rodeaban. En varias aparecía ella, puesto que lo conocía desde que Jamie tenía catorce, y, en otras tantas, se percató de que la niña que lo acompañaba era la misma Aurora Torton.
Alguien llamó a la escotilla y Jamie paró el juego para ir a abrirla.
—Aurora Sharon Torton, mereces un Oscar —vociferó mientras la chica se le prendía al cuello riendo.
—¿Viste la expresión de comemocos que puso la idiota esa cuando salté sobre él? —chilló sobreexcitada, poniendo cara de inocencia al segundo—. “Hola, tío Danny” ¡creí que me mataría! —prorrumpió en carcajadas.
—¿Me dejas sentar junto a mi tío favorito? —continuó Jamie haciendo ojitos— . ¡Se le hirvió la sangre!
Aurora se desprendió del chico y chocó palmas con el mismo, mirando hacia Emily con gesto serio, casi de reproche.
Viéndola desde ese punto, se parecía demasiado a Fawn.
—La mataré —masculló y Emily se encogió un poco en su lugar, confundida.
Aurora se aproximó a grandes zancadas de pasos pesados que resonaban en la madera del suelo. Con su altura y su presencia, tan altiva como una amazona, intimidaba a cualquiera, principalmente a ella y su susceptibilidad.
Sin embargo, la chica fue obviada y más pronto de lo que deseaba comprendió de manera shockeante a quien se dirigía de manera tan agresiva; Peter—. Mataré a tu estúpida noviecita de turno.
Dicho eso, se arrojó sobre el hombre y comenzó a besarlo, bastante apasionada para el gusto y la cercanía de Emily, quien prefirió —más que boquiabierta— alejarse de la escena marcha atrás, hasta quedar junto a Jamie.
—Creo que olvidé decirte esta parte —murmuró su amigo con una sonrisa de disculpa—. Es que luego de la primera fiesta, Fawn le contó sobre ti y sobre como habías pasado toda la noche con papá. Aurora no es tonta y quiso saber más; le conté y pidió de ayudar en algo.
—¿Y Peter? —tartamudeó más impresionada por la imagen que tenía en frente que por lo que le contaba Jamie.
—Es que son novios hace un mes y algo y no se ocultan cosas y bla bla bla —contó restándole importancia—. A él le conviene mostrar interés por ti, Emily, porque nadie a parte de Murdock y yo sabemos de la relación que tienen… bueno, y ahora tú. No cuesta nada, son dos pájaros de un tiro.
Emily asintió mecánicamente sin poder dejar su asombro de lado.
Demasiada información por un día; para sumarle a algunas de sus desilusiones ahora la usaban para ocultar otra relación. La estaban tratando como un pañuelo desechable, como si no tuviese autoridad o decisión sobre su propia persona.
—Necesito aire —murmuró señalando el mini balcón de la casita.
Caminó hasta él, sentándose en la orilla y pasando sus piernas a través de los barrotes, apoyando su cabeza sobre uno de ellos e intentando asimilar toda la información que había recibido mientras la leve brisa le peinaba el cabello a su imagen y semejanza.
Cerró los ojos lista para decodificarla de a poco; los datos eran simples, pero el proceso no.
El hombre que le gustaba a no más poder se encontraba en el comedor de su mansión con su hermosa novia modelo y sus perfectos amigos de toda la vida. El mismo era padre de su mejor amigo, quien la había metido en un lío tremendo. El hombre que creía estaba interesado en ella en realidad estaba saliendo con la hija de su mejor amigo, escondiéndolo bajo el desinterés de…
Emily se detuvo y chocó la cabeza contra el barrote para desorganizar las ideas otra vez y volver a comenzar de cero.
Tan simple y tan complejo.
Alguien la interrumpió y se sentó junto a ella en silencio, atravesando sus piernas —mucho más gracil que ella, por la torneada delgadez de las mismas— a través de los barrotes con agilidad.
—¿Emily? —cuestionó la dulce voz de Aurora, la aludida asintió sonriéndole de vuelta—. Es algo difícil lo que haces, ¿no? —prosiguió observando al interior de la casita, donde los hombres reían y gritaban sin enterarse de absolutamente nada. Aurora bajó la voz y se aproximó a Emily—. Me refiero a tío Danny.
La aludida suspiró, encogiéndose de hombros; tal parecía que sus emociones eran transparentes para la mayoría.