La gran farsante

Capítulo 21: Tuvo siempre significado

Emily saboreó los besos de Danton en sus propios labios a la mañana siguiente, rememorándolos como un asesino que recuerda sus crímenes cual obras de arte.

El primero, ese intenso y poderoso, había sabido a menta, a la menta de las pastas dentales, refrescante y delicioso. El segundo y el tercero habían sabido a la misma mezcla de palomitas y cerveza que había tenido ella.

Aun así los sabores eran apenas si una pequeña parte de todo lo que aquellos besos le habían significado. Los labios le ardían por la falta de costumbre y la sensación de estar prendiéndose fuego no quería abandonarla.

Había sobrevivido a una sesión de besos, y estaba más que dispuesta a seguir experimentándolos.

Se levantó con lentitud, desenredándose de las sábanas que exhibían con su desorden la cantidad de sueños que había tenido. Sonrió, no recordaba uno sólo, pero sabía que en todos y cada uno, había estado Danton.

Arrastró los pies hasta el baño canturreando por lo bajo. Cepilló sus dientes y su cabello frente al espejo, percatándose de las pequeñas marquitas que le habían dejado los leves mordiscones de Danton, cerró los ojos, transportándose al momento, reviviendo aquellos labios sobre su pálida piel. Los chupones eran tan suaves que se le borrarían al llegar la noche.

Ese día definitivamente debería ir a trabajar con el cabello suelto.

Corrió al comedor para prepararse un café de desayuno, tomó la mochila y buscó su cámara para guardarlo todo junto y no olvidar nada. El cierre volvió a trabarse con la tela deshilachada, pero no le importó, como tampoco le importó que la mochila que le había regalado tía Beverly aún no había llegado desde New York.

El pasillo que colindaba de la cocina a su cuarto mediría por lo menos dos metros de largo por uno de ancho y sus paredes lucían tan húmedas y descascaradas que hacían sentir a Emily la habitante de un hotel embrujado.

Contrariamente ese día encontró belleza en aquel recodo que sus pies recorrieron con una lentitud bailarina; el revestimiento lucía iluminado y las manchas de humedad cobraban formas agradables a la vista, la chica percibió una que parecía un muy cabezón conejito y otra que asemejaba a un desigual corazón con uno de sus lados más grande que el otro.

La moqueta sonó al pisar su habitación, como era costumbre, y Norberto levantó la molesta vista desde su posición en la cabecera para fulminarla con la mirada antes de proseguir con una de sus muchas siestas.

Emily le sobó la cabeza y dejó la mochila sobre la silla de su escritorio mientras iba por el iPhone que se encontraba sobre la desordenada mesita de noche.

Apretó el botón de encendido para ver si había recibido algo durante la noche y se sorprendió gratamente al encontrar un mensaje de Danton esperándola.

Volvió a relamerse los labios mientras lo abría, ansiosa ante lo que fuese que le hubiera escrito.

 

"Buen día, pequeña besadora"

 

El corazón le dio un brinco y rio como una tonta. ¡Besadora!

 

"Buen día, Danny"

 

Respondió mientras daba pequeños saltitos, se sentía una idiota descomunal con las expresiones corporales que la embargaban con las cosas más simples. Nunca se había mostrado, y mucho menos sentido de esa manera, siquiera cuando le llegaban mensajes de Stuart, su ex novio.

No existía punto de comparación con nada de lo que hubiese experimentado con anterioridad, porque eso era de otro mundo.

 

"¿Te gustaría salir conmigo hoy por la noche?"

 

"¿Salir?"

 

Cuestionó Emily con una gran sonrisa curiosa, esperando por la respuesta con el teléfono entre las manos.

Aun así la respuesta no le llegó en forma de mensaje. Le llegó en forma de llamada.

Salir. Conmigo. Una cita —pronunció lentamente con la voz ronca—. Hola, preciosa.

Emily sintió nuevamente que su corazón se multiplicaba, como si el hombre estuviese a su lado, susurrándole a escasos centímetros de un beso.

—Hola, Danny —consiguió balbucear, rio sin poder evitarlo—. Claro que quiero salir. ¿A dónde?

Será una sorpresa —respondió—. ¿Hoy trabajas?

—Sí, estoy a punto de irme —murmuró observando el reloj con odio—, pero por suerte salgo 1:30 y no debo ir a Pursuit, tengo la tarde libre —recordó en un tono victorioso dejándose caer en la cama con el corazón latiéndole a mil por hora.

Excelente, en cuanto termine el evento en el que estoy y mi manager me suelte, iré por ti.

—Te estaré esperando —murmuró cambiando de oreja el celular para poder enrollarse entre las sábanas.

Un pequeño silencio contemplativo se elevó entre ambos. Emily podía oír voces amortiguadas en la línea, supuso que estaba en alguna clase de convención. Del lado de Emily, en cambio, no se oía nada más que su respiración contenida.

Te besaré otra vez —prorrumpió en un tono serio Danton, con la voz ronca y susurrante, como si se tratase de una advertencia, y posiblemente lo fuera—. Mucho más que ayer.

—¿Me lo garantizas? —cuestionó, percatándose que con el tono que había utilizado, había sonado como una niña a la que se le prometió un juguete si se portaba bien.

Por completo, tienes mi palabra.

—No quiero dejar de hablar contigo —confesó cerrando los ojos—. Pero debo ir a trabajar.

Yo también debo volver —afirmó con un suspiro agotado—, nos veremos hoy, nena.

—Nos vemos, Danny.

El hombre cortó luego de una suave risa que le dejó destellos de emoción.

Se levantó de la cama y tomó la mochila, se le hacía tarde y Norma Jean no era nada paciente.

.. .. ..

 

Tuvo que detenerse de atarse el cabello varias veces en el trabajo al recordar su cuello marcado, si Norma lo llegaba a ver, se armaba la tercera guerra mundial.




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