Tiempo atrás Emily le había preguntado a Danton qué era la pasión.
Danton le había respondido que la pasión, para él, era un beso.
Pero estaba equivocado, la pasión no era un beso, la pasión era lo que este, en toda su simpleza o complejidad, provocaba.
La pasión, para ella, era Danton.
El olor de Danton. Los besos de Danton. Los abrazos. Las palabras. El silencio. Sus hoyuelos.
La sonrisa eterna.
Era Danton.
………
Los días de quedarse en la casa del hombre del que ella estaba enamorada se prolongaron. Incluso el mismo —con la excusa de que Jamie no estaba y de que él podía hacerse cargo de sí mismo— le había dado los días libres a Rosita, así Emily no debía huir a primera hora de la mañana como si fuera —lo era— una amante furtiva.
La estancia era, en aquel corto lapso que habían tenido, tan definitiva que la bicicleta de Emily se encontraba allí hacía por lo menos dos días, guardada entre las motos y la camioneta como si formara parte de la familia vehicular en el garaje de los Lane.
—¿No tengo que correr? —le preguntó ella sonriente al despertar completamente enmarañada en las sábanas de flores de loto, el miércoles por la mañana.
—No, señorita —respondió él con el cuerpo bocabajo y el adormilado rostro dirigido hacia Emily.
—¿Entonces no me pondrás la ropa interior tú, como la otra mañana? —cuestionó provocativa y burlona, recordando cómo habían abordado su segundo despertar al recordar que Rosita llegaba.
—Si eso deseas, yo no tengo problema —afirmó él sonriendo—. Pero no puedo asegurarte que salgas ilesa de eso.
La noche anterior habían ido a visitar a Wes, Fawn y la nueva bebé.
Aurora apartó a Emily más que emocionada y le pidió detalle por detalle, emocionada con la noticia que le había dado su padre hacía casi dos semanas.
“No vino porque se estaba tirando a Sevin” imitó Aurora a Wes con la voz pedregosa por el esfuerzo “Pero si Sevin se fue” continuó, pero esta vez imitando a su madre con tono de ligero histerismo “No, no esa Sevin, la nueva Sevin, esa que te cae bien”
Emily accedió a contarle a Aurora, a pesar de que aún le resultaba extraño ventilarlo todo de aquella manera, más a una persona que se refería a Danton como “mi tío Danny”.
A la vuelta, Danton se negó rotundamente a que Emily se fuera a su departamento. La cláusula impuesta por él era siempre dormir juntos. Siempre tenía una excusa vacía de fundamentos y ridícula por la que Emily debía quedarse con él.
Puedo enfermar, lepra.
¿Y si aparece un Pitufo?
Le temo a la oscuridad ¿Y si aparece un gremlin junto al Pitufo?
Quédate. Cúbreme. Abrázame. Bésame.
Esa noche llevaron las cobijas y los almohadones junto al balcón y durmieron ahí, con la vista plena de la luna llena que se dibujaba enorme en el negro firmamento, rodeada de sus particulares lunares luminosos.
Recostada sobre el pecho de Danton mientras este le acariciaba el cabello susurrando una bella canción —la cual más tarde, cuando ella le preguntó de cuál se trataba, él tituló Don’t Forget Me— cómodos, contentos y amoldados.
Un cuadro que la hizo sentir completa.
No completa como mujer y todas esas pamplinas de las tipas dependientes que no saben cómo estar sin un pene. Completa en complemento. Llena en todos los huecos con un pequeño adobo de amor, amistad y compañerismo.
Lo tenía todo en una sola persona.
Emily estiró su brazo y comenzó a acariciar su cabello dorado, perdida en el recuerdo de la luna, preguntándose en qué momento se pasaron a la cama. ¿En qué momento mudaron sus cuerpos desnudos del suelo al lecho?
No importaba, de hecho, nada importaba cuando se podía despertar así.
—Sé que te lo dicen todos los días —susurró ella transportando la mano del cabello a la mejilla en un sutil movimiento—. Pero eres realmente hermoso.
—¿Lo soy? —preguntó él con una media sonrisa; lo sabía perfectamente, hasta cierto punto adoraba ese tipo de adulación.
—Sí, y no entiendo por qué desperdicias tus millones de oportunidades pasando tus días libres conmigo.
Y eso no era una mentira, realmente se lo preguntaba.
—Porque no me interesan esas millones —respondió dejándose llevar por el cariño que recibía—. No quiero que te vayas a trabajar a Pursuit —agregó cerrando los ojos—. No vayas.
—No lo haré —le aseguró Emily aproximándose para depositarle minúsculos besos sobre la frente.
—¿No? —cuestionó él sorprendido, abriendo sus pequeños ojos verdes de par en par—. ¿No irás?
—Ian George cubre mi turno hoy —le sonrió ella—. Se lo pedí ayer.
La alegría en el rostro de Danton no tenía nombre y era tan bonita que Emily largó una fina carcajada antes de pasar a besarle la mejilla.
—Lástima que Norma Jean…
—¿No te lo dije? —le preguntó Emily—. Estoy muy enferma, en cama, no puedo ir con Norma Jean. ¡Mira si la contagio!
Danton dibujó una cómica expresión de sorpresa para luego cambiarla por una suave risa.
—No quiero llevarte por el mal camino…
—Mañana vuelve Jamie, y luego vuelve… —murmuró pensando en la inminente llegada de Sevin, recibiendo una incómoda mirada de Dan—. Pensé que podíamos disfrutar de este día…
—Pensaste bien —le sonrió antes de abrazarla y depositar un suave beso en sus labios—. ¿Qué pueden hacer una chica en cama y un hombre libre por un día?
—¿Comer? —preguntó Emily.
—Me subyuga tu inteligencia.
—¿Te subyugo? —preguntó Emily entre risas—. ¿Tienes idea de lo que significa esa palabra?
—No, pero sonaba inteligente en mi cabeza —le sonrió pícaro—. ¿Y qué significa, mi querida correctora?
—Que te domino con violencia —le explicó con una sonrisa amplia.
—Entonces mi frase es correcta.