Una hora pasó cuando finalmente llegaron Mimi y Laurent.
A la primera la había visto con anterioridad, poseía esa clase de belleza que una mortal solo podría envidiar. Aun así, como había llegado, ataviada con un enorme overol de jean y unas ojotas naranja.
La mujer tenía el cabello color caramelo y los ojos azules, un cuerpo formidable que aun parecía conservar todo de la modelo que había sido veinte años atrás, con su metro ochenta y su delgadez natural.
—¡Emily! —chilló apenas al verla y la abrazó maternal. Se habían visto unas seis veces en total, pero Mimi Grint era igual o más efusiva con cada visita y siempre la recordaba y dejaba saludos.
—Mimi —saludó Emily riendo, la mujer la soltó pero la tomó de la mano y le señaló al cómicamente sonriente hombre de la puerta.
Su cabello era una montaña de rizos azabaches y su rostro, blanco como la porcelana, hacían un contraste impactante, pero hermoso.
—Te presento de manera personal a Laurent Lippi.
—Bonjour, Laurent Lippi —lo saludó Emily imitando aquel saludo que se había aprendido con Marmee Wilson.
—Bonjour, Emily Fegn —respondió el mismo con un marcado acento francés y una gran sonrisa.
Una cámara profesional colgaba de su cuello, lo que hizo recordar a Emily que aquel apuesto hombre de rizos y ojos avellana también era fotógrafo.
—Bien —murmuró Mimi mirando su reloj—. Son las cinco de la tarde, oye, tú, francés guapetón, ¿tienes hambre o crees que puedes retar a Jamie a un exhaustivo juego de ping-pong?
Laurent lo sopesó con un rostro que a Emily se le antojó bastante cómico, sacaba sus labios para fuera, como si fuera a dar un beso y luego colocaba el dedo anular sobre ellos en un exagerado gesto de pensar.
—Ping-Pong —respondió éste, para alegría de Jamie.
Ambos salieron al patio trasero y se dirigieron hasta la zona donde se encontraba la parrilla y diferentes clases de juegos de mesa.
Mimi preparó limonada —lo que a Emily le trajo a la mente como un flash los jugos de naranja exprimido de Danny— y ambas se dirigieron hasta las sillas decorativas para contemplarlos jugar y gritarse de manera cómica entre sí.
—Así que te irás —comentó Mimi reposando de manera muy poco femenina sobre la silla.
—Sí, en una semana —asintió Emily bebiendo un sorbo de jugo, mirando a su mejor amigo con ternura—. No puedo creer que Jamie haya terminado la preparatoria.
—¡Ni yo! —confesó haciéndola reír—. Aunque aún está indeciso en que hacer —murmuró observándolo con una sonrisa tierna, como si aún fuera un bebé. Quizá eso era lo que él provocaba—. Le pregunté si quería ser actor, o músico, o agente o manager o pintor, o incluso modelo; es delgado, alto y bonito, encaja a la perfección. Pero no.
—No le interesa eso —asintió Emily—. Prefiere estar tras la cámara antes que frente a ella.
—Ambos padres están muy mal de la cabeza —exclamó riendo, refiriéndose a ella misma y a Danton—. No se podía esperar otra cosa que el niño tuviera las… mmm ideas muy cruzadas…¿no?
Emily dio un ligero respingo.
Con que para allí iba la conversación, hacia las ideas de Jamie. Una en particular.
—Te enteraste —murmuró la chica con las mejillas rojas—. No es algo de lo que me pueda sentir eximida, fue tanto mi culpa como la de Jamie.
La mujer se encogió de hombros y tomó otro sorbo de la limonada, haciendo tintinear los hielos entre sí dentro del vaso.
—Obraron mal —comentó finalmente, mirando a Laurent en su máximo estado de concentración—. Pero imagino que el karma fue instantáneo, ¿no?
Laurent lanzó un grito de triunfo y dio un salto exagerado frente a las narices de su hijastro.
—¿Karma instantáneo? —preguntó Emily entrecerrando los ojos, confundida—. ¿Por qué?
Mimi sopló un beso de la victoria hacia su novio.
—Porque te enamoraste de él muy rápido —le respondió esta con una sonrisa suave—. Te enamoraste perdidamente en cuestión de segundos, lo que te desligó del recuerdo del contrato, pero no borró el contrato en sí.
Emily supuso que Mimi tenía razón. Ella no se dejaba guiar por el contrato, porque cuando estaba con Danny, se olvidaba por completo de su existencia, pero el mismo seguía allí de todas maneras, contando los segundos de relación que les quedaba, preparando su propia exposición, como una venganza.
—Todo se vino abajo muy rápido —murmuró la chica negando con la cabeza—. Él no quiso oírme, creyó que yo lo había simulado todo, ¡y yo no sirvo para fingir! ¡No sé hacerlo! Al principio me guiaba en el agrado que me provocaba estar con Dan…luego cambió, me empezó a gustar, no fingí, fui yo todo el tiempo con un maldito papel a cuestas.
—¿Te arrepientes? —le preguntó Mimi interesada
—No, nunca —negó Emily—. Conocí a las personas más grandiosas y extrañas por esto, tuve la oportunidad de estar con Dan de todas las maneras en las que se puede estar, como conocida, como amiga, como confidente, como apoyo, como amante y, casi como algo más… —suspiró y luego miró a Mimi con temor—. ¿Debería estar arrepentida?
—No —respondió la mujer con rapidez—. Si tú no te arrepientes con buenos sentimientos, entonces no. Uno no suele arrepentirse de las cosas buenas, incluso de las malas, a veces.
Emily asintió y miró las hamacas en el centro del enorme patio, recordando cómo se había balanceado sobre ellas en innumerables veces.
—Danton es especial, muy especial —agregó Mimi volviendo a llamar la atención de Emily—. No permanece enojado por mucho tiempo, no sabe cómo hacerlo, no puede.
La chica puso los ojos en blanco.
—A mí no piensa perdonarme.
—Eso es porque lo lastimaste donde más le dolía; en el orgullo. Él te apreciaba, y te lo demostraba, ¿no? No le importó las consecuencias y se lanzó al vacío por lo que tenía o podía tener contigo, estaba dispuesto a echar las cosas a perder por eso que estaban armando juntos —explicó Mimi—. Imagina ahora la decepción…el horror, por así decirlo, de pensar que todo eso que habían creado, eran puras imaginaciones de él.