"La luz de los relámpagos ilumina mi camino por la escalera, más allá de lo que lo hace el candelabro que sostengo ante mí, por lo que mi descenso hacia la parte inferior de la torre resulta poco trabajoso, en lo que a la luz respecta, ya que cada paso que doy por estos musgosos escalones emnegrecidos y hundidos por los años, desgaste en la roca por los miles de zapatos que han subido y bajado por ella, siento que es un paso menos hacia algo que cambiará mi vida por completo.
Los golpes en la puerta, aún más fuertes que al principio por la demora de mi parte y supongo que también por la tormenta de mil demonios que está cayendo afuera. Hago a un lado los escalofríos que recorren mi columna de arriba a abajo, esos que siempre me han avisado del peligro, y que en estos momentos están siendo más molestos que de costumbre por lo que quién sabe qué me está esperando al otro lado de la puerta, y apresuro el paso cogiendo la espada de su lugar en el hueco al lado de la puerta antes de soltar el aliento que contenía desde el primer golpe, abrí la puerta de un empujón, aún molesta por lo que tan alterada me tenía, hasta casi sacarla de sus oxidadas bisagras.
-¿Ari?¿Qué estás haciendo aquí? No, perdón ¿Qué estás haciendo aquí, a estas horas, con esta tormenta y sola?
Del otro lado de la puerta se encontraba un cuerpo delgado de casi mi misma altura, pero con unos ojos verdes esmeralda-justo como los de su padre- a diferencia de los cubos de hielo casi transparentes que son los míos, y una cabellera verde intenso que yo sabía larga, aunque ahora estaba escondida dentro de la capucha de una capa casi tan negra como la noche que se veía tras ella, solo iluminada por esos ocasionales estallidos de luz del cielo.
-¿Puedo pasar, Fara?- dice casi susurrando, como si estuviera cansada, como si la travesía hasta aquí hubiese sido agotadora.
Con un gesto la invito a entrar a la torre, uno de los escondites a los que vengo (y que solo ella sabía que existía) después de huir de casa para convertirme en Guardiana de las Sombras.
Después de remover la penumbra en busca de alguien que la esté siguiendo o de algún espía, y no encontrar nada sospechoso, cierro la puerta añadiendo dos pestillos y un hechizo insonorizante en toda la torre.
Al volverme la encuentro ya sentada con algo en las manos, algo que no había notado antes por la voluminosidad de su capa. Solo unas pocas velas alrededor apartan un poco la oscuridad de la habitación, pero es suficiente para que al acercarme pueda ver al bebé en sus brazos, pálido y con sólo un mechoncito de pelo lacio en su cabeza, un mechoncito... ¿verde azulado? No puede ser.
-Ari, ¿de quién es ese bebé? - Al estar más cerca al fin puedo sentirlo, esa corriente de poder alrededor de ese niño, eso era lo que me tenía de los nervios, ese poder.
Al mirar sus ojos supe la respuesta antes de que emitiera sonido alguno.
-¿Es tuyo? Pero... ¿quién es el padre? - espeto tratando de concordar una frase sin tartamudear o gritar.
- Es... el bebé es de Caleb - dice con un hilo de voz y se hecha a llorar - No pensamos que... No creíamos que algo así fuera posible.
Lágrimas salen de sus ojos sin parar y yo trato de tranquilizarme. Es de Caleb, el bebé es de Caleb, no puede ser, maldita sea. Le tomo de las manos y hago que me mire.
-Ari, mírame, para de llorar y explícamelo todo, de principio a fin, y dime de una vez por todas qué demonios haces aquí."
Editado: 25.08.2020