23
Milk divisó la cima de la torre unas horas después, cuando el sol ya comenzaba a ocultarse en el horizonte. Se sentía agotada, por supuesto… pero bastante menos que la primera vez que lo había hecho. Y supo de inmediato que no podía atribuírselo únicamente a no haber empezado desde lo más abajo.
Aceleró el paso en cuanto sus ojos se posaron en su meta, obligando a sus brazos a sobreponerse al dolor y al cansancio, con el fin de alcanzar lo más alto con mayor rapidez.
Una vez ingresó de nuevo por la parte inferior de la cima, y pudo tocar una vez más suelo firme, sólo entonces dejó que el cansancio la venciera, y se tiró de espaldas. Respiraba agitadamente, y sentía que sus brazos y piernas le dolían. Pero, de nuevo, resultaba bastante menor a su primera experiencia de hace unos días.
Se quedó ahí recostada un rato, hasta que se sintió preparada para ponerse de pie una vez más, y se dirigió a las escaleras que llevaban a la parte superior. El ocaso había comenzado justo en ese momento, y el cielo se teñía de anaranjado. Las nubes se habían despejado, y soplaba una brisa tibia que le acariciaba los adoloridos músculos de sus brazos. Encontró al Maestro Karin de pie justo en el centro de la amplia terraza, de espaldas hacia ella, aunque se giró en su dirección en cuanto Milk puso el primer pie en ese nivel. Llevaba consigo aún su bastón de madera, y la vasija azul y dorado colgando de éste.
—Veo que volviste —señaló Karin con tono casi indiferente—. Toma.
El gato ermitaño le lanzó rápidamente algo, y Milk reaccionó para atraparlo en el aire con una mano. Sabía lo que era incluso antes de abrir la palma y echarle un vistazo: una pequeña semilla del ermitaño.
—Gracias —musitó Milk, ofreciéndole además un pequeño asentimiento de su cabeza como señal de respeto y agradecimiento. Comió rápidamente la semilla, y al instante el dolor y el cansancio desaparecieron de su cuerpo por acto magia.
—¿Cómo te sientes? —preguntó Karin, aun sintiéndose algo frío en sus palabras.
—Mejor… Pero…
Milk guardó silencio uno momento, y agachó su cabeza avergonzada.
—Pude haber muerto —soltó de pronto con profundo pesar en su voz—. La Nube Voladora… me rechazó…
—Pero lograste sobrevivir.
Aquello no sonó como una pregunta, pero a Milk así le pareció; un cuestionamiento razonable sobre cómo exactamente había logrado salir bien librada de tan terrible situación, lo cual incluso a ella misma le sorprendía.
—Usé ki. Logré expulsar ki de mis manos, como lo hace Goku. Pero yo nunca lo había hecho antes, no sabía si iba a funcionar.
—Y lograste también volver a subir la torre —señaló el Maestro Karin, reflexivo—. ¿Cómo te resultó esta vez?
—Mucho más sencillo. Me sentí más ligera al hacerlo, más rápida…
Karin asintió, complacido con la respuesta.
—¿Y por qué crees que has podido hacer todo eso?
Milk no respondió de inmediato. Agachó de nuevo la mirada, pero en esta ocasión miró hacia sus manos, que abría y cerraba lentamente, casi como si se estuviera acostumbrando al movimiento de sus propios dedos. Había algo distinto, y pudo sentirlo vívidamente. Ella era ahora distinta…
—Porque… me he vuelto un poco más fuerte —pronunció tras un rato, y alzó de nuevo su mirada fija en Karin, que asintió al instante, y a Milk le pareció incluso captar como sonreía—. Todo este tiempo, no se ha estado burlando de mí, o me ha hecho perder el tiempo. Usted me ha estado entrenando…
Karin no respondió nada a ese comentario, pero Milk no lo necesitó. Ella supo bien que era cierto.
—Pero, entonces, ¿el Agua Ultrasagrada…?
—El Agua Ultrasagrada es sólo agua normal, como la que siempre has bebido —aclaró Karin prontamente, provocando que Milk se sobresaltara sorprendida—. Esto nunca se trató de beber el agua en sí, sino de que logres la velocidad, la fuerza y, lo más importante, la claridad mental necesaria para poder quitarme la vasija.
—¿Y por qué no decirme eso desde el inicio? —exclamó Milk con tono de recriminación.
—Te lo dije, ¿lo olvidas? Claramente te dije que si lograbas beber esta agua —indicó agitando su bastón ligeramente, haciendo que la vasija se meciera—, te habrás vuelto mucho más fuerte de lo que eres ahora.
—Pero para lograr beberla, debería ser capaz de quitársela. Lo que significaría que…
Milk arrugó el entrecejo ligeramente, dejando ver claramente en su expresión su descontento.
—¡Eso es muy engañoso!, ¿no le parece?
Karin soltó una de sus habituales y extrañas risas burlonas, que a Milk habían llegado a desesperar rápidamente, pero en ese momento era la menor de sus preocupaciones.
—Y aun así lograste darte cuenta tú misma —señaló Karin, aún algo risueño al hacerlo—. ¿Te sorprendería saber que ni Goku ni Roshi se percataron de esto hasta después de beber el agua?
Milk se sobresaltó sorprendida, y eso le ayudó a apartar un poco el enojo.
—De Goku la verdad no me sorprende tanto. Pero, ¿me está diciendo que el Maestro Roshi estuvo tres años intentando quitarle la vasija sin darse cuenta de su verdadera intención?