La harpía que se enamoró de un suicida

LA HARPÍA QUE SE ENAMORÓ DE UN SUICIDA.

El estruendoso grito que hace eco en cada rincón del bosque solo indica que ellas han llegado, gritos, parece que en este lugar solo se escuchan gritos, este bosque de lamentos puede volverse aún más tormentoso cuando ellas están cerca, son capaces de hacer revivir cada uno de los tormentos de las almas atrapadas entre nudosos árboles, se aprisionan aún más en su presencia y reviven cada una de las heridas multiplicando el dolor en pequeños fragmentos que cortan. El bosque en el que los sollozos nunca cesan, en presencia de las harpías se vuelve un escenario de crueldad y dolor pues ellas son el recordatorio de todos sus miserables pecados.

Vuelan como si fuesen diosas, sin embargo, son los seres que inundan todas las pesadillas de quienes no supieron vivir. Una de ellas   vuela y con la fuerza que emiten sus alas crea caos, arrancando ramas de los árboles que gritan de dolor, ella parece sonreír como si aquellos gritos fueran preciosa poesía entrando a sus oídos, con su vuelo infernal recorre kilómetro tras kilómetro del poblado y desamparado bosque, provocando destrozos a su alrededor, alimentando su sed de dolor hasta llegar al lugar en donde entre grandes árboles y enormes nudos se encuentra el alma causante de su confusión,  única  alma que en millones de años había sido capaz de hacerla sentir la divinidad que aún no podía explicar, pero, suponía que de poder no ser lo que era, sería otra cosa, otra cosa que le era imposible pero que por instantes aquel alma perturbada, herida y abandonada le permitía ser mientras sufría su dolor y eso aunque no lo entendiera le gustaba, << ser lo que no soy>> pensaba mientras se acercaba al gélido tronco que tras el contacto con su garra ardía cuan todos los infiernos juntos, y su pequeña alma, su desamparada alma, aquella alma que no le pertenecía pero que había hecho suya sin voluntad, gritaba de dolor volviendo a revivir cada uno de sus lamentos terrenales.

—¡Oh! mi pequeña, ¿Cuán miserable tuvo que ser tu vida para que terminaras aquí? — le susurraba mientras con su garra rasgaba el tronco haciéndole sangrar y haciéndola llorar   e intentar ahogar su llanto con gritos.

—Si dices quererme ¿por qué me causas dolor?

—Porque a través de tu dolor puedo ser contigo, y ser contigo es mi mejor forma de ser— respondió mientras rasgaba con más fuerza el tronco que aprisionaba el alma que amaba. Sí, la amaba, aunque le causara dolor, no conocía otra forma de amar o de odiar al mismo tiempo.

—¿Algún día seré libre? — preguntaba entre sollozos aquella alma condenada al dolor eterno.

—No, ¿quieres huir de mí?

—Quiero huir de aquí.

—Huir de aquí es huir de mí— dijo y rasgó con más fuerza.

—Quiero huir del dolor.

—Huir del dolor es dejarme atrás, ¿quieres eso? — sabía la respuesta, pero aun así preguntó, solo quería un pretexto para causar daño y llenarse de su dolor.

—Sí.

El grito del alma que había hecho suya sobresalió entre los demás, su dolor era un castigo eterno y a la vez el premio para quien vive de el.

—Algún día podré huir de aquí— dijo el alma convencida una vez sus sollozos fueron disminuyendo.

—Aun así, huir del dolor también es huir de ti, y no puedes luchar contra ti, ya lo hiciste una vez y mírate, aquí estas gracias a eso ¿ya ves? Tú nunca podrás salir y yo nunca te dejaré huir de mí, ¿Qué no ves que si huyes de mi yo también podría perderme? — habló acercando sus rostros.

Aquel rostro semejante al de un horrible demonio se convirtió entonces, a los ojos del alma que sufre, en el rostro más hermoso que un ser puede ver en vida o en muerte.

—Quiero quedarme contigo — dijo cambiando su necesidad de huir por esa opresión que su alma atormentada interpretaba como la necesidad de quedarse.

—Quedarte conmigo es quedarte aquí— dijo la harpía sonriendo.

—Entonces, quiero quedarme aquí.

Sonrió la harpía satisfecha, pero después de unos instantes quería más. Empezó entonces a rasgar el tronco con más fuerzas, a romper sus ramas y a bailar con los gritos que emitía aquel ser al que le causaba daño, ella sabía que al hacerlo revivía cada uno de sus miedos, cada una de sus heridas, le hacía morir una y otra vez, y eso, causarle dolor, era al mismo tiempo la forma más bonita que tenía de hacerle el amor.

Luego de haberse bañado con su sangre, de bailar con sus gritos, de jugar con sus lágrimas, la harpía complacida se marchó, y sumándole a todas las heridas, el dolor que causaba su partida era otra forma de amar.

<< Sabes que te he herido y aun así quieres que me quede y que vuelva, que tan miserable tuvo que haber sido tú vida para que confundas dolor con amor>> Pensó la harpía al marcharse sabiendo que no lo merecía pero que ella no sabía amar de otra forma, <<no tiene remedio lo incurable>> se dijo, y con su vuelo voraz dejó más dolor tras su paso.



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En el texto hay: relato corto, amor

Editado: 09.01.2021

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