Presente
Paola tomó a Clarissa en brazos, dando gracias al Creador de que su amiga fuera tan menuda, que si hubiera sido una amazona...bueno, digamos que no podría sacarle del departamento tan fácilmente. La metió en su coche, subió ella enseguida al asiento del conductor y se dirigió a las montañas. Su tribu seguramente las protegerían bien.
El principal problema sería la misma Clarissa. Por su aspecto y olor, era obvio que estaba ovulando. La decimosexta luna wicca se acercaba.
Estos dos hechos habían sido los que desencadenaron el secuestro de su amiga. Los machos de todas las razas mágicas se pelearían ser el primero con quien procreara. Paola volteó a ver a su amiga.
¿Cómo le explicaría a una muchacha como ella que tendría que joder con por lo menos un macho de cada raza mágica hasta que ya no pudiera traer hijos al mundo?
Realmente no se imaginaba que esa conversación saliera bien. Mejor dejar que la anciana de su aquelarre le explicara, sí, eso sería lo mejor. Paola se mordió el labio inferior sacando la punta de la lengua.
Todo sería mucho más fácil si Clarissa se enamoraba y se unía a ese hombre mediante cualquier rito, las demás especies tendrían que aceptar su derrota. Pero Clarissa resultaba ser la persona más asexual que Paola se hubiese encontrado en la vida.
Cuando ya casi llegaban a su destino alguien salió del bosque y se plantó delante del coche haciendo que Paola diera un giro violento para evitar el impacto. Entre la desesperación, el miedo y el enojo por el intruso tratando de matarlas, Paola pudo ver que era un hombre. Un hombre mayor que Clarissa, un hombre que le parecía conocido.
Al poder estabilizar el coche y detenerse por completo unos metros por delante del idiota que se les cruzó, Paola por fin pudo recordar quien era.
El mayor enemigo de Clarissa, en fin, de todo ser mágico. Ethan el cazador estaba ahí.
Resoplando se dijo que nada podría ir peor.
Lo que no sabía era que estaba completamente equivocada.