La Heredera

8. Flores blancas para un día negro

Ray.

Marco no quiso tener una conversación sobre las chicas conmigo, y aunque puse todo de mi parte, él se negaba rotundamente; decía que era innecesario. Créeme hermano, si te has fijado en esa chica si es necesario. 

Como aún faltaba un día para que se reanuden sus clases, decidimos limpiar toda la casa eso incluía a los cuartos empolvados de la segunda planta. Iba a ser agotador, pero así pasaríamos una tarde de hermanos, trabajando. Nos divertimos mucho toda la mañana y parte de la tarde. Como solo estábamos los dos, ambos nos habíamos desecho de nuestras camisetas por este día, así nos sentíamos más cómodos. Ya en la tarde, cuando el frío se hizo más rudo, ordené a Marco que se bañase y se abrigase, yo continué limpiando el patio un rato más para luego ir a ducharme también.

—Ya debes cortarte el cabello, Marco —le digo a mi hermano al salir de la ducha—. Tus rizos están muy rebeldes.

—Sí es cierto. ¿Vamos a doña Amelia para que lo corte? Estoy limpio ahora.

Recién yo he salido de la ducha y tengo la toalla enrollada en la parte inferior de mi cuerpo— Está bien —respondo—. Déjame y me cambio rápido.

Abrigados y bien vestidos vamos a la cada de Amelia esta noche, pero cuando llegamos, el portón que siempre estaba abierto ahora no lo está. Es extraño. Tocamos la puerta por un largo rato, pero no obtuvimos respuesta alguna; así que, como estamos angustiados, trepamos por el agujero del tejado (que aún no había sido arreglado porque don Jason pues no tenía tiempo para hacerlo), revisamos la casa y no estaba nadie; sin embargo, Marco encuentra una nota que dice: «Fui a la ciudad, llama a este número 956464744».

—Seguro será algo relacionado con su nieta —intuye Marco. Yo asiento.

—Bueno, por lo menos sabemos que está bien con ellos... Vamos a casa, la llamaremos mañana en la mañana.

 

**

Susana.

Ni siquiera pasa un día completo y ni el papeleo y la visita de acreedores deja de venir a casa. Me consuela saber que el señor Bruce se encargará adecuadamente de todo lo que incumbe a cosas legales. Él es el abogado de mi padre desde que yo tengo memoria, es un veterano experto en leyes. Lo que me inquieta es Kate ¿Qué tiene que hacer ahora en mi casa? ¡Estúpida Kate! ¡Se cree la señora de la casa!

El entierro será mañana, domingo. Mi abuela llegó hoy en la mañana y estuvo junto a mí todo el tiempo, al igual que Aníbal. La casa está llena de personas, a la gran mayoría no los conozco, por eso solo quiero permanecer encerrada en mi habitación mientras sostengo el celular de mi padre en mis manos.

Aún no digiero todo esto. Segundo día sin papá y mis lágrimas no salen aún. Amelia me insiste en que debo llorar y no sabe que por esa precisa razón es que me mantengo sola en mi cuarto. Llaman a la puerta y yo soy indiferente ante ello, soy indiferente a todo. No quiero nada. ¡Nada! ¡No toquen, no me molesten! A menos que me digan que mi padre estará aquí pronto, vivo…  

Mi cuerpo se desploma sobre mi cama, me pesa, me duele la cabeza de tanto pensar y repasar en mi mente los últimos momentos con mi padre. Estoy recostada en mi cama boca arriba con mi celular y el celular de mi padre, no me he cambiado de ropa y no he comido nada. Me levanto solo para ir al baño, siento secos mis labios y creo que hasta tengo ojeras por no dormir, Amelia ya no llama a la puerta. El cadáver de mi padre será trasladado aquí el domingo. El domingo... Enciendo mi celular, me siento de golpe en la cama, había muchos mensajes y llamadas.

—¿Por qué tantos mensajes? —digo en voz alta ignorándolos. Abro las cortinas de mi cuarto para ver si era de día o de noche.

—Parece que... son las tres de la tarde...

Vuelvo a echarme sobre mi cama que me jala hacia ella como un maldito imán.

—Papá... Mañana a esta hora te estarán velando... y estarás pronto bajo tierra... Mañana domingo...—vuelvo a revisar mi celular que comienza a timbrar, estaba configurado con la canción de Drawing days de Splay.

Me asombro un poco porque en la fecha dice "Domingo 08 de Agosto".

—Mierda, ya es domingo... ¡Ya es Domingo!

No sé cómo pude perder la noción del tiempo, ¿la tristeza es tan poderosa? Nuevamente cierro mis ojos y pienso en mi padre, quiero recordar sus gestos, palabras, regaños hasta su fea peluca, cuando cabalgábamos a Apolo, cuando nos fuimos a Acapulco, cuando....Las llamadas entran sucesivamente y los mensajes también. Tiro lejos mi celular junto al de mi padre, caen ambos al suelo y el de mi padre se desprende de su batería.

Reacciono.

Ese celular es de mi padre. Es solo suyo. Lo único que se mantiene de la escena de su muerte. Salto de la cama y lo trato de componer lo más rápido posible, me siento ansiosa y desquiciada. 

—Funciona... ¡Funciona, maldita chatarra! —le grito al celular como si me fuera a responder. Después de unos minutos enciende la pantalla, pero se congela allí.

—No te puedes malograr, tienes fotos que aún no pasó a mi laptop, los recuerdos de mi padre...

¿Lo había dañado? ¿Pero si solo fue un golpecito, no? No se me ocurrió otra cosa que tomar mi celular y marcar el número de mi padre para ver si reacciona la línea.




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