La Heredera

9. El chico salido de un comercial de gel para el cabello

Susana.

Si nos quedamos estáticos, mirándonos a los ojos y sin decir ninguna sílaba, la situación obviamente se vuelve incómoda. ¿Éste man viene, me toca el hombro y no habla?

—Este... ¿Eres un amigo de mi padre? —pronuncio para romper el hielo. Él da un sorbo a la taza de la cual emana el olor a café y luego pasa su lengua por sus labios, yo solo lo observo con indiferencia.

—De cierta forma, lo soy —espero unos segundos para ver si sigue hablando, pero él no lo hace. Ya estaba a punto de preguntar su nombre, pero aquel chico con el cabello bien estirado y con un estilo de ultra seriedad me interrumpe.

—Lo siento, no controlé mis ganas de presentarme —. Pues no parece, entrecierro mis ojos—. Mi nombre es Graham Sáenz, soy uno de los abogados de tu difunto padre. Vine a darte el pésame.

Le miro algo incómoda y proceso mentalmente, Graham Sáenz ¿eh?, espera un momento ese apellido...

—¿Sáenz? —pregunto algo dudosa.

—Sí, mi padre es Bram Sáenz, el de la compañía de buffet de abogados —me sorprendo aún más, creo que mis ojos ya se salen de sus órbitas. Si el señor Bram es el padre de Aníbal, entonces, este rufián de aquí es su... ¿hermano? Pero Aníbal jamás me dijo que tenía hermanos, aunque tampoco se lo había preguntado, además, cuando iba a su casa jamás me encontré con este estirado.

—Entonces... ¿Aníbal Sáenz es tu hermano menor?

—Efectivamente —me responde con su voz serena y modulada, hasta ahora él ha mantenido una postura firme y no ha hecho tantos gestos al hablar como seguramente yo los hago. Vaya un abogado...

Estaba por preguntarle su edad, pero el señor Bruce interviene. Me presenta adecuadamente a Graham Sáenz y esta vez estrechamos nuestras manos. Sus manos están frías y las mías están sudosas, mientras el señor Bruce me habla sobre las cualidades de joven abogado de aquel tipo, observo como ese "gelado" disimuladamente se limpiaba su mano en su traje, casi por su cintura. Me avergüenzo un poco, pero no puedo evitar que mis manos estén sudorosas, no con todo este ajetreo.

—Personas como él son muy necesarias en el campo del derecho, con mente joven y fresca e ideales que puedan cambiar a los pensamientos viejos y retrógradas, grandes cosas espero de ti muchacho... —el señor Bruce se nota muy contento al hablar de Graham, creo que hasta parece que se sintiera orgulloso por sus logros, como un padre— Espero lo mismo de ti —afirma el señor Bruce recordando que yo estaba allí también.

—¿Qué? —digo distraída.

—Que espero que seas una buena profesional —rio nerviosamente ante su comentario y me rasco la cabeza. Él me mira como si quisiera una respuesta de: «Sí, viva lo seré y alegría y felicidad con todos».

—Bruce, mire la hora. Diez para las diez, debemos preparar todo para mañana —interrumpe el chico del cabello con excesivo gel.

—¡Oh sí! —exclama el señor Bruce. Me siento mal por no decir nada, pero no sabía que responderle, él es muy buena persona, ya tendrá sesenta años seguramente y, a pesar de que su condición de salud no es tan buena, el sigue ejerciendo su profesión porque se ve que la ama. Ojalá yo encuentre una que me haga amarla tanto para que, cada vez que la ejerza, sea feliz. Pero ahora estudiar es lo que menos quiero. No tengo cabeza para eso —. Mañana por la tarde pasaremos por ti —dice el señor Bruce mientras nos damos la mano como despedida.

—¿Por qué? —pregunto con curiosidad.

—Mañana será la lectura del testamento de tu padre.

—¡¿Queeé?! ¡El pelón dejó testamento! —exclamo muy fuerte y creo que mi voz se escucha por todo el salón atrayendo algunas miradas. Observo al señor Bruce algo sorprendido por el brusco comentario y el cabello con gel no pareció importarle porque seguía con esa expresión apática. Sé que Amelia me está observando con ojos fulminadores, los siento detrás de mi espalda. Me acomodo la garganta—. Digo, no sabía que dejó uno. ¿A qué hora será?

—La hora la confirmaremos mañana, el juez tiene que dar la confirmación primero, pero lo más probable es que será por la tarde. En todo caso no te preocupes, yo personalmente pasaré a recogerte a ti y la señora Amelia.

—¿Okey? Mañana nos vemos —digo con una sonrisa de boca cerrada. Se despide y se retira, el "Gelado" hace lo mismo. Suspiro y me aproximo de nuevo al ataúd de mi padre.

— Oye —me dice el señorito Graham, yo volteo lentamente, sin interés—, lindo traje —sonríe burlonamente y me quedo estupefacta; sin embargo, no tengo tiempo para involucrarme con él y darle una patada en su estómago por ser insolente conmigo. No estoy dispuesta a montar un circo estando mi padre aquí.

Amelia se acerca a mí y me regaña por todo. Ella es buena y comprensiva, sabe bien que este no es el lugar ni el momento para reprocharme todas mis acciones, así que por unas horas más estuvimos de pie conversando junto al ataúd de temas que despertaban mi melancolía.

Luego se nos unieron mis otros abuelos. No vi más a Aníbal ni a Zorraya. Abuean no dudó en llamar a Kate para que se uniera a nuestro grupo, me incomodé, pero seguí allí. Por una video-llamada nos comunicamos con mis tías, las hermanas de mi padre. La tía Anhalí, actualmente, vive en Londres con su esposo, y la tía Romina, la menor, aún está soltera, y no pudo venir porque estaba trabajando como voluntaria en Filipinas. No pude evitar emocionarme al verlas a través de la laptop, son las dos únicas hermanas de mi padre y se parecen al él un poco. Se me estaba cayendo una lagrimita y tuve que despedirme rápido para irme a mi habitación y así evitar que me vieran.




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