La Heredera

12. Afianzándonos

Ray.

Rayos, necesito recobrar mi compostura, ni siquiera habría sabido usar la tarjeta de débito, sino hubiese tenido el número de Graham, y no hubiese podido comprar nada porque no sabía la clave. En el comedor, vi a Soraya. Nuestras miradas se cruzaron, pero ella no respondió a mi saludo de mano. Y después tuve que aguantar las quejas de las chicas por no traerles sus ensaladas con un nombre extraño, pero eso fue porque ya se habían terminado.

Historia es un curso hermoso, la clase estaba entretenida y se notaba la calidad de enseñanza del profesor. Estoy cómodo estando con Bruno, y como se sienta detrás de mí, puedo fácilmente voltear y preguntarle, por ejemplo, cuándo saldrán los resultados del examen. Él me dijo que siempre salen al día siguiente, pero hoy no salieron y no sabía por qué. ¡Ya quiero ver mi puntaje!

Se siente bien conocer nuevas personas, pero me siento fuera de lugar. Es como un milagro para mí estar aquí y a pesar de lo que dijo Bumsu nadie ha sido grosero conmigo. Eso es un alivio. Hoy en la noche también llamaré a Marco para contarle de mi día.

Lisbeth es una buena chica; sin embargo, se ve que tiene su carácter. Bruno es un chico muy carismático, es un poco más alto que yo y me agrada mucho su entusiasmo. Y ahora sé que tiene una novia. ¿Algún día podré tener una novia? Esa idea me emociona. No he tenido una novia desde que he estado en el colegio. Y jamás hice con ella cosas como Soraya le hizo a Aníbal, es la primera vez que veo esa clase de manifestación de cariño en vivo y en directo. Dejando eso de lado...ya tengo hambre...

—¡Te dije que esperes, Runin! —me grita la loca—. Iré en el auto del imbécil del Gelado porque le había dicho a Flavio que no venga por mí y se le digo ahora se demorará.

—Ven si quieres, yo no te voy a botar porque el carro no es mío.

Ella rueda los ojos y caminamos hasta llegar a Graham. Aníbal me saluda levantando su mano y luego llama a Bumsu, ella me dice que le espere. Y solo mira a Graham, no le saluda, qué irrespetuosa. La observo cuando se acerca a Aníbal y dejo de mirar porque Graham me habla.

—¿Te fue bien hoy? —pregunta sacándose los lentes de sol.

—Sí, hoy hice amigos —le digo con una sonrisa en mi rostro. Más bien disculpe por llamarlo de repente, no sabía la clave.

—No te preocupes, yo olvidé dártela —hace una sonrisa de boca cerrada—. Ray, a pesar de que te dije que te llevaría y recogería de aquí hasta que conocieras el lugar, me temo que ahora estoy imposibilitado. Tengo demasiado trabajo en el estudio; además, como vivo solo a quince minutos de aquí, me toma demasiado tiempo irme a recogerte a la mansión y luego regresar.

—¡¿Qué?! ¿Ha estado haciendo doble carrera en ir y venir, a pesar de vivir aquí? Vaya, lo siento —Si lo hubiese sabido realmente no le hubiera hecho tomarse esa molestia.

—Bueno, eso no tiene importancia. Yo me comprometí a eso. Pero como Flavio, el chofer, ya regresó. Puedes venir aquí a salvo, además, estarás con la señorita.

—Claro, no se preocupe, Graham. Muchas gracias por todo —él hace una leve risilla y vuelve a colocarse los lentes de sol.

—Pero eso no quiere decir que no estaremos en contacto, yo aún seré tu apoderado. Bien vamos —afirma.

Bumsu ya está a nuestro lado. Subimos al auto y partimos. Nadie habla en el camino, nadie. Llegamos a la mansión y Bumsu sale disparada como si ya no aguantara ir al baño. Después de unas indicaciones me despido finalmente de Graham y entro a la mansión.

**

Susana.

«Hoy día debo ir a mi cita dermatológica», que estúpida excusa Zorraya, antes te inventabas mejores. Y Aníbal como siempre solo te hace caso. En estos días él se está disculpando mucho porque sus planes conmigo se cruzan con los de ella y como ella es su novia y yo su mejor amiga, respeta los grados de preferencia. Me lanzo en mi cama y espero por mi almuerzo. Ni siquiera tengo ganas de entrar a las redes, solo escucharé música.

A la mañana siguiente, llegamos tarde. Y Runin fue conmigo, es un problema si llegan a ver que venimos en el mismo auto. Me desagrada la idea de que Lisbeth y Bruno sepan que yo vivo con él. Pero con las habilidades natas de un detective de Lisbeth y la estupidez curiosa de Bruno lo sabrán muy pronto. No diré nada y esperaré que lo descubran por sí solos.

La lista de los puntajes salió. En el descanso, todos se amontonaron frente a la pared mural. A todos nos toman el mismo examen no importa de qué clase sea. Los cuatro fuimos a ver y me sorprendo que el primer puesto sea un alumno becado de mi aula, la mayoría de veces su puntaje supera a los de la clase "A". Somos ciento veinte alumnos en este ciclo. Lisbeth tiene el puesto diecinueve y yo el veintiuno, mi fecha de cumpleaños al revés. La gran revelación fue Runin que quedó en el puesto noventa y dos. ¿Por qué gran revelación? Porque el casi ignorante de este sistema de evaluación y sin mantener sus estudios continuados, le ganó al idiota que está aquí desde que nació, sí, a Bruno. Quien está en el flamante puesto ciento veinte y todavía debajo de los que faltaron (quienes tenían cero puntos). Sacó menos trece.

—Ya no sé qué decirte, cada examen me sorprendes más —dice Lisbeth sin esforzarse en mostrar su desánimo—. ¿Cuántas veces te digo que respondas solo lo que sabes y dejes las que no? ¿Por qué llenas todos los casilleros de la hoja de respuestas? —le regaña.




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