Mientras navegaba en mis recuerdos, ya era casi mediodía, mi padre y yo ya habíamos llegado a la villa, aquella enorme casa a pie de playa situada en la costa de Monte-Carlo donde solía vivir con mis padres antes de su divorcio, la verdad es que no había vuelto desde entonces.
La limusina se paró en la entrada principal y yo me asomé a la ventana para ver que Ágatha, mi mejor amiga, el tío Edgar, el mejor amigo de mi padre desde que eran niños y la tía Nadine, su mujer, nos estaban esperando en el patio, junto a la piscina.
Me alegré muchísimo de verlos otra vez después de tanto tiempo, miré ligeramente a ambos lados y me dí cuenta de que faltaba Darian, el hijo de Camille, la novia de mi padre, la cual estaba esperando ansiosa a que mi padre acabase de hablar para abalanzarse sobre él, ignorándome por completo como siempre.
Cuando el chofer me abrió la puerta para bajar, vi que Agatha, me estaba esperando con los brazos abiertos para darme la bienvenida.
Ella es dos años mayor que yo, nació una semana antes de mi cumpleaños, es decir, nacimos bajo el mismo signo zodiacal, y aunque sí que es verdad que compartimos el mismo carácter introvertido, es más responsable y paciente que yo, en todos los sentidos.
Es una chica, guapa y esbelta con una preciosa melena azabache rizada, la cual siempre lleva suelta, sus ojos son de color marrón intensos y la tez clara que de vez en cuando se oscurece ligeramente debido a los rayos del sol.
Siempre adorna su cuello con un collar de plata que posee una piedra de luna, y nunca se lo quita, ya que fue un regalo que le hice y yo llevaba otra igual a la suya.
Por el contrario, yo soy una chica más bien bajita y delgada, con la cadera definida, y los ojos de color hazel, la tez muy pálida, y una melena ligeramente más corta que la suya, de color castaño donde siempre lucía una preciosa tiara. Me suelo caracterizar por siempre ir muy elegante y con mis mejores vestidos hechos perfectamente a medida según la ocasión.
—¡¡Anda que avisas de tu vuelta!!, ¿Cómo te ha ido por España durante estos últimos meses? —dijo Agatha mientras decidía si estaba enfadada por no haberla avisado o emocionada por tenerme allí de vuelta otra vez.
—No tuve tiempo de avisar, papá me llamó por la mañana diciéndome que este verano volvíamos y la verdad es que ni me lo pensé dos veces al decirle que sí, eso y que quería que mi vuelta fuese una sorpresa.
Realmente quería que lo fuese, hacía 6 meses que no veía a Agatha, ella y yo solo nos veíamos en verano ya que pasaba todas las vacaciones conmigo, mi padre y su familia en Saint-Tropez.
Aunque hablábamos por videollamada cada día, la distancia se hacía pesada y echaba de menos los momentos en los que nos sentábamos en la cama una en frente de la otra y nos pasábamos horas y más horas hablando de nuestras cosas.
—Bueno como sea, te ha salido muy bien la sorpresa, lo último que me imaginaba era tu regreso después de tantos años, ya pensaba que no volverías nunca.
—Ocho años exactos hace que no volvía a la villa, desde el divorcio de mis padres y la verdad es que estos últimos años se me han hecho muy largos, lo he echado todo demasiado de menos; el establo, las playas, el centro comercial de Montecarlo... pero bueno ya vuelvo a estar en casa y espero que sea por una larga temporada.
—Como me alegra escuchar eso, de verdad —me dijo con una franca sonrisa que le cubría el rostro.
—Por cierto Agatha no he venido sola, te he traído una sorpresa, pero primero déjame ir a saludar a tus padres.
Ella asiente con un leve gesto y me acompaña mientras nos adentramos en el enorme patio situado en la parte delantera de la villa. El tío Edgar que estaba hablando con mi padre se gira bruscamente cuando me ve y sorprendido se dirige hacia mí y su hija.
—Vaya, vaya, Duque te llevaste una niña y has traído una mujer —dice muy contento de verme, después de tantos años. Tanto él como tía Nadine se acercan a mí para darme un abrazo de bienvenida.
—Gara, como me alegro de que hayas vuelto. Darían no ha podido venir a darte la bienvenida, ha dicho algo de que tenía que sacar a su caballo del establo por un problema relacionado con el box o algo parecido —me dice Camille mientras le quita importancia a la ausencia de su hijo, mientras se acerca para darme un suave abrazo, con la mejor de sus sonrisas, parece que de repente se acuerda que existo.
Recuerdo que Camille y mi padre empezaron a salir cuando mis padres se separaron. Tras un año de relación, ella y su hijo se mudaron a la casa de mi padre.
Ellos se conocieron cuando mi padre inauguró de nuevo la galería tras el accidente. Aquel día, mi padre, como era el anfitrión, estaba saludando a toda la gente que entraba. Agatha y yo estábamos sentadas en un sofá hablando cuando escuché que mi padre nos llamaba para presentarnos a Camille, una diseñadora de moda francesa y su hijo, que para mi sorpresa era el chico más guapo que había visto nunca.
Aunque lo único que recuerdo con claridad, son sus ojos color avellana intenso que cada vez que los miraba me sonrojaba al instante.
—Tranquila, sé que no hay nada peor que un caballo enfadado, además pasaré aquí todo el verano en algún momento imagino que lo veré —digo entre risas y todos se ríen. A lo lejos escucho un ladrido que me saca de la conversación, eso me recuerda a la sorpresa que tenía para Agatha.
—Agatha, ven que te tengo que enseñar algo —ella asiente con una sonrisa y me sigue hasta llegar a las puertas traseras de la limusina, de allí sale un precioso Setter Inglés, pelirrojo, que al ver a mi mejor amiga se abalanza emocionado.
—¡¡Rex!! Qué alegría, pensaba que tu madre no te dejaba moverlo de tu casa.
—No, no lo suele hacer, pero al saber que venía a la villa, que tendría sitio para correr y jugar tranquilamente y que no habría ningún riesgo de que se me escapara o le pudiera pasar algo cambió de opinión, al fin y al cabo, Rex es mi perro —dije encogiéndome de brazos y esbozando una leve sonrisa.