La Herencia

Capitulo 14


Renée comenzó a revisar los diversos gastos y sus montos con detenimiento, encontrándose con una verdadera locura. Habían gastado exorbitantes sumas de dinero en spas, billetes de avión, restaurantes de lujo, ropa de marca, hoteles cinco estrellas, maquillaje, joyas exclusivas, zapatos, tratamientos estéticos y bares; casi no podía creer lo que estaba viendo y es que aquel era un despilfarro monstruoso, no había otra forma de describirlo.
  – ¿Qué demonios es todo eso? – pregunto de pronto, saliéndose de sus casillas. 
  – Lo que ellos llaman gastos necesarios y una cuenta igual a esta llega cada mes, tenlo por seguro; así que les cortas el grifo o terminarán malgastando la fortuna. Están desangrando las cuentas y seguirán haciéndolo mientras se los permitas – le advirtió.
  – Fue por eso por lo que Oscar trabajo tanto durante años, para mantener este ritmo de vida y por lo que tomo esta alocada pero certera decisión al momento de su muerte. En su testamento solo te pidió que lo honrarás y no defraudaras la confianza que te fue otorgada, bueno pues lo harás si permites que esto continúe – le hablo siendo muy claro al respecto.
Después de sopesarlo un momento, Renée le volteo a ver.
  – Acompáñeme al banco, en efecto hay muchas cosas que hacer.
Regreso a casa a media tarde, después de un día de lo más extenuante y es que se vio envuelta en el lento engranaje de la burocracia, el cual alargó aún más de lo esperado los trámites que debía realizar. Lo peor es que sabía el día se encontraba aún lejos de terminar y lo peor aún se avecinaba.
Ese día a diferencia del resto del tiempo que llevaba en esa casa, decidió cenar en el comedor, sobre todo pues quería presenciar la reacción que tendría la familia cuando se diera cuenta de lo que había hecho y es que pensaba enfrentarse a ellos de una buena vez. Había retrasado bastante ese momento y no podía hacerlo más, ya no callaría. 
Se encontraba a media cena, cuando de pronto escucho como un par de autos entraban por el camino de graba del frente de la casa, además de una motocicleta que hizo rugir su motor. Era claro que había llegado el momento, así que se tomó un par de segundos para respirar con profundidad intentando obtener fuerza para lo que se avecinaba. 
Solo un par de minutos después las puertas de la casa se abrieron y por estás apareció toda la familia, los cuales tal parecía que se habían puesto de acuerdo para llegar a la vez. Se encontraban claramente molestos, entrando como una horda furibunda y es que era tal su alteración que ni siquiera parecieron reparar en su presencia; aun así ella no dijo o hizo nada para corregirlo, sino que decidió solo esperar.
  – ¡No puede ser que esto haya ocurrido!, pase la peor vergüenza de mi vida – exclamó Samantha muy alterada.
  – ¿Qué me dices a mí?... Rompieron la tarjeta en mi rostro – argumento Maria indignada, casi como si le hubiesen golpeado en el rostro e incluso eso probablemente le hubiese dolido menos.
  – ¿Donde les pasó a ustedes? – les cuestiono Derek, quien de todos era el relativamente más calmado. 
  – A mí en el restaurante, estaba comiendo con unas amigas y he pasado la peor pena que he vivido nunca – expreso María. 
  – A mí en la joyería – dijo Samantha.
  – Esa es poca cosa, yo no pude ni pagar en la gasolinería; apenas he sido capaz de llegar a casa – alegó Derek, sacudiendo el polvo de su chamarra.
  – No entiendo que pudo ocurrir – por desgracia Carl no parecía mucho más calmado que el resto.
  – Tal vez yo pueda ayudarles a entenderlo – intervino Renée de pronto, llamando al fin la atención de todos.
  – ¿Acaso has tenido tú qué ver con esto? – le cuestiono María con firmeza y es que daba por hecho que fue su culpa, de lo cual no estaba equivocada.
  – Cálmense y déjenme explicarles – les pidió con tranquilidad, sentada en la cabecera de la mesa.
  – Habla de una buena vez – exigió sin deseos de entrar en rodeos, pues apenas y soportaba escucharla.
  – Está tarde he ido al banco y cancelado cada una de las tarjetas que estaban ligadas a la cuenta empresarial – les informo con calma y es que no tenía por qué decir más, bastante tenía con hacérselos saber.
  – ¿Qué hiciste que...? – cuestiono Samantha pretendiendo haber escuchado mal o al menos eso esperaba.
  – ¿Como has tenido el valor de hacer algo así? – María casi no podía creer que hubiese sido capaz.
  – No fue valor; sino que se trataba de lo necesario, así de simple. Esas tarjetas estaban ligadas a la cuenta bancaria de la empresa, misma que dirigía Oscar y si aún podían usarlas era porque yo así lo permití; pero quiero que les quede en claro que ahora ese dinero me pertenece y no pueden disponer más de el a su antojo – estaba siendo lo más clara posible, pues sentía que el momento de callar había terminado.
Les había dado la oportunidad de llevar la fiesta en paz, de establecer una convivencia lo más cordial posible; más se había dado cuenta de que eso no parecía ser posible.
  – A ti no te pertenece nada, no eres de esta familia; tú eres una intrusa, una aparecida – pretendió insultarle Samantha, para su desgracia sus palabras no dañaron ni un ápice la gruesa armadura de Renée, quien les veía impasible.
  – No podrían estar más equivocadas, porque me corresponde legalmente y acordé a la última voluntad de Oscar – le corrigió mostrándose sumamente tranquila.
  – Si les soy sincera, por mí no habría hecho nada de esto. Pretendía permitir que siguieran usando esas tarjetas con libertad, pero hoy he visto sus estados de cuenta y casi no podía creer que fuesen capaces de gastar unas cantidades tan indecentes como esas, en especial en meras banalidades – fue de lo más concisa, clara y frontal al respecto.
  – ¿Banalidades dices? – cuestiono María como si le hubiese dicho un terrible insulto, aun cuando no era de ese modo.
  – Así es, solo se tratan de banalidades sin sentido – reitero sin temor a equivocarse, porque sabía que aquellas no eran ni en lo más remoto necesidades básicas.
  – Estás muy equivocada, esos son gastos estrictamente necesarios – Samantha estaba igualmente convencida de que lo que decía era correcto.
  – ¿Gastos necesarios? Gastar miles de dólares en una joyería no es para nada un gasto básico y por favor no digas más, que solo lo harás peor – le pidió totalmente escéptica a cualquier excusa o explicación que pudieran darle.
  – Lo que hagamos o no, no es asunto tuyo – intervino María, quien no estaba dispuesta a qué le controlarán bajo ningún motivo. 
  – Lo es si están desangrando las cuantas – respondió siendo lo más frontal posible. 
  – ¿A ti que te importa ese dinero? No es tuyo, no lo has trabajado – reprochó Samantha.
  – Al igual que ustedes, pero en cambió a mí me fue otorgado por Oscar para que no cayera en sus manos. Al principio no lo entendía, pero ahora sí que lo hago y me asegurare de que así sea – les indico con toda convicción mientras terminaba el contenido de su copa, la cual era de agua simple.
  – No puedes hacernos esto – le aseguro esta aparentemente convencida de que era así.
  – Claro que puedo y lo hice – respondió poniéndose de pie despacio, interrumpiendo el silencio que se formó con el rechinar de la silla al correrse contra el suelo.
  – Desde el día de hoy están disponibles sus herencias. La organización de Samantha está en marcha, los abogados están terminando los últimos trámites y en sus arcas está el dinero legado. María en su cuenta será depositado mañana por la mañana su mensualidad y Derek a tu correo llegará el boleto de avión, al igual que la información con la trasferencia de tus fondos – les hablo a cada uno con claridad y certeza.
Habiéndoles dicho lo que necesitaba no había motivo para que se quedara ahí por más tiempo, así que decidió marcharse.
Estos aunque furiosos no pudieron hacer nada al respecto y es que ella legalmente tenía todo el derecho de hacer con la herencia lo que mejor le pareciese.
 




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