La Herencia

Capitulo 25


Al escucharla este bajo de igual forma, hiendo tras ella.
  – ¿Con que derecho haz hecho eso? – le cuestiono dejando salir un poco de la furia contenida. 
  – Pensé que ya habíamos dejado ese tema atrás, pero por lo visto tu disculpa no era más que una mentira… Para tu información lo he hecho con el derecho que me da ser la poseedora de la herencia de tu padre – aclaro por enésima vez.
  – No creí que fueses una tacaña – le insulto.
  – Y no lo soy, es solo que no pienso seguir manteniéndolos a ustedes y sus estilos de vida tan estrafalarios – revelo con toda sinceridad. 
  – Bueno pues ahora tus acciones nos han dejado varados aquí – le reprochó.
Renée lejos de sentirse atacada por este comenzó a reír y eso solo fue peor.  
  – ¿De qué diablos te estas riendo? – cuestiono enojado.
  – De nada, es solo que actúas como si estuviéramos en medio de la nada y sin modo de regresar a la civilización – explico.
  – Y lo estamos – argumento.
  – ¿Dios porque los haces tan inútiles? – expresó exasperada.
  – ¿Qué has dicho? – le cuestiono disgustado.
  – Estamos a solo unos pocos kilómetros de la ciudad y aun menos de un paradero que conozco, si caminamos podríamos llegar a cualquiera de los dos sitios, pero será cansado. También podríamos llamar a alguien para que venga por nosotros – sugirió astutamente y le sorprendía que este no lo hubiese pensado ya, en especial pues lo sabía inteligente. 
  – Tienes razón – acepto y saco entonces su teléfono para pedir que fuesen por ellos, más cuando intento llamar se dio cuenta de que este no funcionaba.
  – Al parecer no tengo señal – le informo.
  – Que extraño, debería haberla; después de todo no estamos lejos de la ciudad – se sintió confusa y saco su teléfono para comprobar. 
  – Lo vez, si hay señal – le mostro.
  – Pues el mío no la tiene – enseño a su vez.
  – Pagaste el servicio, ¿cierto? – le pregunto luego de un momento, creyendo saber lo que pasaba. 
  – Claro, se cobra de forma automática a mi tarjeta de crédito – le respondió con naturalidad y al hacerlo Renée se dio cuenta de lo que sucedía.
  – ¿La misma que yo cancele? – esperaba se diese cuenta por sí mismo de lo que pasaba.
  – En efecto, ¿que con eso? – no fue sino hasta después de pronunciarlo que se dio cuenta de lo que pasaba.  
  – Así que todo lo que está pasando es tu culpa – señaló de forma instintiva.
  – ¿Como dices? – le pregunto tratando de asegurarse de haberlo escuchado bien.
  – Que todo lo que pasa es por tu culpa, que eres una desgracia para todos; eres como una maldición para mi familia – reitero sin arrepentirse de una sola palabra y es más solo lo empeoro dejándose guiar por su molestia. 
  – No Derek, nada de esto es mi culpa – afirmo, más cuando este se disponía a decir algo al respecto no se lo permitió y es que estaba demasiado molesta como para dejarlo.  
  – Permíteme… En primer lugar yo iba a venir hasta acá sola, tu fuiste el que deseaba pasar tiempo conmigo y eso me lleva a pensar en el motivo por el que buscabas algo así. Es claro que no deseabas disculparte conmigo, ni entablar ningún tipo de amistad, después de todo no me soportas siquiera; eso queda en claro escuchando lo que opinas de mí, por ende me pregunto sobre tu verdadero motivo – dejo al descubierto una vez más su sagacidad y por ende le hizo dar cuenta a Derek de que había cometido un muy grave error al salirse de sus casillas, al insultarla como lo hizo; era así en especial cuando había ido hasta ahí para todo lo contrario.   
  – En segundo lugar, eres un hombre adulto y no es mi responsabilidad mantenerte, si deseas continuar con el mismo estilo de vida que has llevado hasta este momento; entonces ponte a trabajar – le hablo con firmeza, dejando caer al piso el casco para comenzar a caminar por la orilla de la carretera.
  – ¿Qué crees que estás haciendo? – le cuestiono al verla marcharse.                              
  – Regresar a casa – respondió tan solo.
  – No puedes, es muy peligroso – declaró.
  – Si, pero si aún no te queda claro, se cuidarme muy bien sola – aclaro continuando con su camino sin prestarle la menor atención.
Deseaba alejarse de él cuanto antes le fuese posible y es que se sentía muy molesta. Estaba furiosa con Derek por como la había tratado y también por intentar engañarla; pero sobre todo consigo misma y es que sabía que fue una completa estúpida por dejarse embaucar por este con tan solo unas pocas palabras. No es que fuesen íntimos amigos, pero había creído en su intención de llevar las cosas de la mejor forma posible en la casa, ya que después de todo vivían juntos.

Luego de algunos pocos minutos y cuando tomaba su teléfono para llamar a alguien para que fuese por ella, recibió de pronto una llamada. El número se encontraba bloqueado, por lo cual no supo de quien se trataba hasta que respondió. 
  – Bueno – respondió un tanto dudosa.
  – Buenas noches, Renée, soy Max. Espero no estarte interrumpiendo – le respondió con educación.
  – La verdad es que me encuentras en una situación un tanto complicada, pero ¿en qué puedo servirte? – le pregunto.
  – Al contrario, ¿hay algo en lo que yo pueda ayudarte? – se ofreció, después de todo aquella llamada se trataba más que nada de una excusa para hablar con ella y si tenía suerte para verla.
  – No quiero molestarte, así que descuida – le pidió sabiendo que no tenían la suficiente confianza como para molestarlo con eso, sino que prefería llamar a alguno de sus amigos.
  – En verdad me gustaría ayudarte, solo dime lo que necesitas – insistió y es que después de su baile en la fiesta de María no había dejado de pensar en ella.
Siempre había sido un chico tímido y cuando creció se volvió un hombre en verdad callado y reservado. Solía preferir la soledad de su departamento con un buen libro a el mejor club de la ciudad, aun cuando en más de una ocasión había tenido la oportunidad de asistir a uno; además de que hacía mucho tiempo había aprendido cuál era su lugar. Lo hizo de una forma en verdad dolorosa y la cual quedo gravada para siempre en su memoria, lo cual hasta la fecha le hacía sentirse inferior al resto.
Sabía que ahora ella era su jefa, era consciente de la posición que poseía gracias a la herencia de Oscar; por lo cual estaba más allá de lo que podía aspirar y era una verdadera pena considerando lo que había despertado en él. 
  – De acuerdo, lo que sucede es que estoy varada fuera de la ciudad y necesito que alguien venga por mí – le revelo.
  – ¿Estas bien?, ¿acaso te ha ocurrido algo? – le interrogo preocupado por ella, por el motivo de su situación.
  – En absoluto, descuida. Solo necesito vengas por mí y traigas algo de combustible – le pidió consciente de que lo necesitaría.
  – Envíame tu ubicación y estaré ahí lo antes posible – le aseguro justo llegando hasta su auto.
  – Ahora lo hago y gracias de antemano – le dijo consciente de que no tendría por qué hacer algo como eso por ella.
Tan solo media hora después y mientras esperaba pacientemente a que Max apareciera, de pronto vio como un modesto auto negro se comenzaba a orillar. 
  – ¿Renée? – la llamo esperando se acercase, pues la luz era tan escasa que no podía ver si en efecto se trataba de ella.
  – Si, soy yo – respondió acercándose hasta el auto mucho más tranquila.
  – Gracias por venir – le expreso.
  – No hay problema, anda vamos – le insto abriendo la puerta del copiloto por ella.
  – Si no tienes inconveniente, ¿puedes llevarme a un sitio antes de volver a la ciudad? – le pregunto esperando no estar aprovechándose de su amabilidad.
  – No, en absoluto – aseguro dispuesto a ayudarla en lo que sea necesitase. 
Derek continuaba junto a su motocicleta con la esperanza de que alguien pasara, a quien pudiera pedir ayuda, pues no pensaba dejar su motocicleta e irse y es que temía que de hacerlo alguien pudiese robarla. En esos momentos esta era lo más valioso que poseía y aunque le preocupaba un poco dejar a Renée sola en la carretera, lo cierto es que era mayor su preocupación por su vehículo.
Por desgracia el tiempo pasaba y nadie aparecía e incluso temía que tendría que pasar la noche en plena carretera, cuando de pronto escucho como un auto se acercaba; así que enseguida se encamino hasta la orilla de la carretera y le hizo una señal para que se detuviese.
En esa ocasión tuvo suerte y este se detuvo, solo para llevarse una gran sorpresa al darse cuenta de que el acompañante se trataba de Renée. Sin embargo, fue mayor su desconcierto al percatarse de que quien conducía era Max. No tenía la menor idea de porque se encontraban juntos y es que hasta donde sabia no eran amigos, de hecho apenas y se conocían; más el verlo ahí le hacía replantearse esa percepción. 
  – Toma para que regreses a la ciudad – le dijo Renee arrojándole un pequeño bidón de combustible a los pies.




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