La Herencia

Capitulo 30


A la mañana siguiente Derek fue a buscar a Max hasta su despacho, dispuesto a aclarar algunas cosas con él. Sin embargo, no le encontró en el área de legales, lo cual le extraño y es que hasta donde sabia hay era donde debía estar. 
No fue sino hasta que le pregunto a una de las secretarias por este, que se enteró de donde estaba y eso valla que lo dejo profundamente sorprendido.
Sin demora se dirigió hasta la presidencia, a la oficina que siempre había pertenecido a su padre; en cambio la placa en la puerta había sido remplazada por el nombre de alguien más, el de Max.
Este comenzaba a instalarse en aquella oficina que tantas ocasiones visito en el pasado, primero como estudiante, luego como empleado, amigo, mano derecha y ahora era la suya. Lo siento es que esta no terminaba de parecerle de ese modo, pues siempre la vería como el espacio de Oscar, esta siempre le recordaría. 
Había decidido no cambiarle ni un solo detalle, pues de ese modo sentiría que Oscar jamás se había ido, que estaba a su lado para aconsejarle. Incluso no se sentía del todo cómodo al tomar asiento en aquel escritorio, pues sabia jamás podría remplazar a su legitimo dueño y por lo cual había optado por sentarse al otro lado, en la silla que usaba siempre que le visitaba, pensando que entraría en cualquier momento.
Se encontraba concentrado revisando unos papeles, cuando de pronto a puerta de la oficina se abrió y por un segundo tan solo creyó que se trataba de Oscar. Por desgracia sabia que eso era imposible y apenas volteo vio que se trataba de Derek.
  – ¿Qué haces aquí? – le cuestiono extrañado por su presencia en la oficina y en especial en un sábado por la mañana. 
  – Tengo algo importante que hablar contigo, pero me he llevado una gran sorpresa al enterarme que eres tú el nuevo presidente de la empresa – dijo con notable furia contenida en su voz.
  – En verdad que hay mucho de lo que hablar, por favor siéntate – le pidió indicando la silla a su lado para estar más cómodos mientras hablaban.
Derek en cambio paso de largo para tomar asiento en el lugar de su padre, mismo que le quedaba bastante grande y no por sus dimensiones físicas, sino que se trataba de algo más bien de carácter y valor moral. Después de todo nadie podría ser jamás como Oscar y de eso no había la menor duda.
Max por su parte solo organizo los papeles que tenía esparcidos por todo el escritorio y le volteo a ver.
  – Siento mucho el no habértelo dicho antes, es solo que ha ocurrido todo demasiado rápido – admitió, consciente de que debió ser por él por quien se enterara. 
  – ¿Cómo es que esto ha pasado?, había dado por hecho que Lucas continuaría fungiendo ese cargo – admitió confuso.
  – Renée deseaba que fuese de ese modo, pero él se negó y ha confiado en mi para representarla – le conto sin entrar en detalles, pues lo creía lo más conveniente.
  – La llamas por su nombre, tal parece que son mas cercanos de lo que creía; después de todo deben de serlo para que ella tuviera la confianza de entregarte la presidencia – admitió de forma un tanto maliciosa mientras se recargaba de forma cómoda en su asiento.   
  – ¿Qué quieres decir con eso?, habla claro – pidió sin deseos de andarse con rodeos.
  – Quiero saber qué relación tienes con Renée – le soltó así sin más y sin explicación alguna.
Al escucharlo Max quedo en silencio un momento, luego de lo cual comenzó a reír con fuerza y sin poder evitarlo. 
  – No sé a qué viene todo esto; si ha confiado en mi es por lo buen abogado que soy y perdón que lo diga, siempre he trabajado para esta empresa y buscando lo mejor para ella – afirmo sin temor a equivocarse.
  – Ya me imagino, al igual que buscas lo mejor para su nueva dueña – comento con sarcasmo.
  – Siendo sincero, no me interesa en lo más mínimo las ideas que te puedas haber hecho y es que este puesto lo he ganado por mis propios méritos. Aunque entiendo que te tome por sorpresa y quizás estes molesto; más creí que vendrías a verme para hablar, para ponernos al corriente, después de todo tienes años fuera del país. No obstante, parece que me equivoco. Ahora si me disculpas y no tienes nada más para decirme tengo muchas cosas que hacer como para perder el tiempo en tus necedades – le insto de forma educada para que se fuera, pero eso no quitaba el hecho de que lo estuviese corriendo de su oficina.
 – Esas cosas tendrán que esperar, porque aún no hemos terminado esta conversación – estaba manteniendo la calma, aunque muy dificultosamente. 
  – Derek, por favor no hagas las cosas más difíciles. Ni tú tienes derecho a preguntar lo que has hecho, ni yo estoy dispuesto a contestar; así que lo mejor será que te marches de una vez – le exigió siendo mucho más claro al respecto.
  – Ten bien presente que no lo are hasta obtener por lo que he venido y esa es tu respuesta, ¿qué tienes que ver con Renée? – cuestiono de nueva cuenta y con mayor firmeza.
  – Nunca cambiaras Derek, pareces creer que aun te sirvo; pero no es así – afirmo con furia.
  – No ahora eres el presidente de este imperio y yo lo perdí todo; pero te equivocas en algo y es que yo no te veía como un empleado, tu eres mi amigo, mi mejor amigo – reconoció cambiando de pronto su expresión mientras sonreía. 
  – Claro que lo soy – le respondió regresándole la expresión mientras se ponían en pie para darse un fuerte abrazo, pues a pesar de los altibajos siempre habían sido como hermanos.
  – ¿En verdad tienes muchas cosa que hacer como para hablar con un viejo amigo?, ¿o es solo un pretexto? – le cuestiono.
  – Por ti puedo tomarme un tiempo, mientras no sigas con estas tonterías – reconoció.
  – Entonces vallamos por un trago – le pidió.
Ambos entonces salieron de ahí tan amigos como siempre, dirigiéndose a un discreto bar cerca de las oficinas. Derek pidió por supuesto un wiski, mientras que Max opto por una cerveza.
  – ¿Seguro que no quieres pedir algo más fuerte? – cuestiono encontrando su elección demasiado suave.
  – No en realidad, pues aún tengo que volver a la oficina – le explico.
  – Tranquilo amigo, que no creo que haya problema si faltas por el resto del día; en especial si ahora eres el jefe – le dijo haciendo una clara insinuación a su puesto.
  – Si bueno, por desgracia yo no tengo el respaldo de una fortuna tras de mi como para darme ese lujo; a pesar de lo que pueda parecer sigo siendo solo un empleado – descarto su idea.
  – Si no lo recuerdas yo tampoco – le respondió terminándose el trago de una sola vez.
La verdad es que aún le continuaba resultando difícil el aceptarlo; sin embargo, poco a poco comenzaba a ser consciente de que no llevaría más el estilo de vida al que estaba acostumbrado.
  – En eso tienes toda la razón – reconoció, haciendo chocar sus copas una vez le fue rellenado su trago.
Por desgracia eso torno el ambiente un tanto pesado y es que estaban conscientes de que en esa situación ambos se encontraban en bandos contrarios. 
  – Anda cuéntame, ¿dónde estuviste todos estos años? La última vez que supe de ti estabas en Paris – cambio Max de forma drástica el tema.
  – ¡Wow!, de eso hace ya 5 años. Luego fui a España, Grecia, Italia e incluso pase algún tiempo en Turquía. Sin embargo, estuve ahí todo este tiempo hasta donde mi padre sabia– reconoció con cierta gracia por eso.
  – Eso crees tú, pero a estas alturas deberías saber ya que él era más inteligente y estaba más enterado de lo que pasaba con su familia de lo que todos ustedes pensaban – le recordó haciendo referencia a lo sucedido con el testamento.
  – Estuviste cerca de él estos años, ¿cierto? – le pregunto pensando por primera vez en eso.
  – Así es, desde que acabe la carrera inicie a trabajar con él – le conto tratando de controlar un poco su emoción, pues sabía que el perder nunca había sido algo que le cállese en gracia a este y se había perdido los últimos años de su padre.
  – Siendo honesto y fuera de mi anterior actitud diría que tuviste suerte, pero eso es una gran mentira y es que te conozco lo suficientemente bien como para saber qué lo que lograste lo hiciste con esfuerzo, después de todo siempre fuiste muy dedicado en todo lo que hacías – no podía dejar de reconocerlo, en especial cuando su padre se lo había repetido hasta el cansancio mientras crecían.
  – Me alegran tus palabras y aunque me complazca el verte y hablar un poco, sé que no es por eso por lo que me has buscado. Así me lo has hecho saber desde un inicio – le recordó, consciente de que por más que deseasen aparentar que aun eran los amigos que alguna vez fueron, nada era ya de ese modo.
  – En efecto – reconoció echándose un poco al frente para verlo con mayor claridad mientras le hablaba.
  – ¿Tienes algo que ver con Renée? – volvió a cuestionarle.  
  – No, solo nos estamos conociendo, somos amigos – confeso al fin.
  – Eso me alegra, porque no me gustaba la idea de tener que sacarte del camino – le dijo tornándose un tanto amenazante al hacerlo y ambos sabían que era capaz de hacerlo.
  – ¿De cuándo acá te importa que una mujer este con otro para tratar de seducirla? – inquirió haciéndole ver que tanto le conocía y es que debía reconocer que tenía la razón. 
  – Responde de una vez – le exigió cuanto este se quedó sin palabras.
 




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.