La herencia maldita

Capítulo 40.

Paola.

Sentí su acercamiento con cada fibra de mi ser y me di la vuelta. Para ser honesta, me pareció que estaba más cerca de lo que resultó ser. Se paró a un metro de mí e hizo la vista que contemplaba la puesta de sol. Por el rabillo del ojo, vi a Ro sacar del mirador a Cookie y a Alan y su perro, dejándome sola con Felipe, o mejor dicho, con mis miedos, desconfianza e inseguridad.

Sentí que estaba ofendido por mí, porque Ro le dijo de lo que quería acusarlo. Resultó feo, pero habría sido aún peor, si le hubiera dicho todo esto yo misma, en un momento de calentón.

Me di cuenta de que tenía que explicarle mis pensamientos, pero no sabía por dónde empezar, para no parecer una tonta en absoluto. Por lo tanto, decidí comenzar con propuestas comerciales para publicitar nuestro balneario.

- Sabes, hoy vi videos promocionales de otros balnearios y decidí que necesitamos incluir estas bellezas en nuestro video. - Dije mientras le enseñaba con mi mano alrededor. - ¿Cómo crees que?

- No pienso en nada. En general, me parece que necesitamos separar áreas de actividad. Tú harás la jefa del balneario y yo lo haré de bodega. Sería mejor para los dos y para el negocio. - dijo secamente.

- ¿Por qué?

- Me parece extraño, que sigues preguntándolo, - Se rio. - Aunque por qué me sorprende, en realidad. Tienes problemas para entender unas cosas simples. Si quieres te lo explico más claro. Primero, no quiero trabajar con alguien que no confíe en mí. En segundo lugar, en la situación actual, ni yo ni tú podemos dividir la propiedad por razones financieras. Mi oferta de liberarte de deudas, a cambio de un mes de trabajo, según tengo entendido, la rechazaste, por lo que la mejor salida sería separar las actividades. No te entrometerás en mis asuntos, y yo en los tuyos.

- No, lo entendiste mal, - traté de corregir la situación.

- No, Paola. Ro me contó todo sobre tus problemas. - me interrumpió.

- ¡No tengo ningún problema! - exclamé, maldiciendo a Ro. - Es que la vida me ha enseñado a comprobar antes de confiar.

- ¿Sí? Entonces, ¿por qué me acusaste de hacerte la trampa? Tú misma viste las cuentas de la cooperativa, tú misma estudiaste los documentos del banco, tú misma calculaste la cuota del préstamo, tú misma dijiste que este negocio no trajo ni un centavo de beneficio.

- Sí. Yo vi, pero...

- ¿Me culpaste solo porque quería ayudarte y cobrar las deudas del castillo? ¿Te pareció tan extraño? ¿Por eso buscaste algo sospechoso en mi acto? - preguntó Felipe, mirándome directamente a la cara.

- Sí, me pareció extraño porque me pusiste unas condiciones tan extrañas que no supe qué pensar. - respondí tratando de justificarme.

- ¡¿Qué extraños requisitos?! Te pedí que hicieras el papel de mi novia, porque así era la explicación más sencilla para los aldeanos, por qué mi padre te dejó el veinte por ciento de la cooperativa y a tu madre la mitad del castillo. ¿Qué tiene de extraño esto? - preguntó, claramente comenzando a ponerse nervioso.

- No, eso no, pero sobre mi comunicación con...

- ¿Con Tomás? ¿Te gustaría que te explico eso también? Él está comprometido con la hija del director de la escuela, tú eres "mi prometida". La gente no entenderá por que estáis pasando tanto tiempo juntos. Ya te lo he explicado cien veces, esto no es París, aquí hay otros principios morales. ¿Te cuesta tanto contener tus impulsos sexuales solo unos días? - preguntó mordazmente.

¡Eso sí, era un golpe bajo! ¡¿Como se atreve?! ¡Come se permite llamarme así! Me atraganté con el aire. Era como, si se me formara un nudo en la garganta, no podía emitir ningún sonido, nunca me hubiera pensado eso. Nunca estaría confundida de esa manera. ¡Nunca nadie me ha insultado así! Levanté la mano para abofetearlo, pero él logró interceptar mi mano, la llevó a mi espalda y me apretó contra él.

-No dejaré que me golpees de nuevo, - gruñó. - ¿Crees que, si eres mujer, entonces todo te está permitido?

- Precisamente por ser mujer, tengo todo el derecho a tener sexo con quien yo quiera. Y la opinión de los aldeanos, sobre todo la tuya... - le dije complicando la situación.

Solo quería decir "¡no me importa!" e incluso ya abrí la boca para un discurso ardiente, mientras él la cubrió abruptamente con un beso duro y exigente. Era como si me hubieran arrojado al cráter de un volcán que escupía fuego y su aliento me abrasaba los pulmones. ¡Me quemé por su beso y al mismo tiempo me dio una dicha pecaminosa! De un ataque tan traicionero con un sesgo erótico mis piernas se debilitaron, tuve que agarrarme al enemigo.  No me esperaba tal giro, y perdí el momento de la resistencia.

En el buen sentido, debería haberme indignado, pero me besó tan bien que decidí que no era pecado recibir una pequeña compensación por los nervios gastados. Dios mío, qué bien me sentía. Me derretía en sus brazos, no me importaba que todo estuviera mal y en unos minutos me estaría lamentando de lo sucedido, pero en ese momento, me subió al séptimo cielo y no podía perder la oportunidad de sentirme feliz por un segundo. Era algo que nunca más podría volver a experimentar, pero entonces mi dulce agonía fue abruptamente interrumpida, por inercia me acerqué al hombre que se había apartado de mí.

Me miró con tal desprecio que se me revolvieron las entrañas. “No puede hacerlo de esta manera. Yo no quería eso. ¿No podría simplemente disculparme?” – pensé.

¡No pude! Porque me enfureció y excitó tanto que los pensamientos razonables no entraban en mi cabeza.

- ¿Piensas que después de eso me acostaría contigo? - Escuché mi voz y no era para nada, o más bien era lo que me daba miedo pensar y mucho menos decirle en voz alta.

- Bueno, veo, que estas como una gata en celo. Mañana en la celebración anunciaremos la terminación de nuestro compromiso y podrás arrastrar a cualquiera a tu cama, pero no al castillo. Ten un poco de conciencia y respeto por mi padre. - dijo groseramente, me soltó y cojeó hacia las escaleras.



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En el texto hay: humor, odio amor, finalfeliz

Editado: 15.05.2023

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