Tiempo:
12:36 pm, 20 de septiembre de 1432.
Lugar:
A metros de la Aldea de los Wolonchis, Parte Sur, Continente Delrich.
Los días habían transcurrido desde el incidente en el cráter entre el grupo de chicos y los Calarians, algunos de los Wolonchis habían llegado rápidamente a la aldea gracias a sus artefactos de vuelo, o a su habilidad innata de poder colgarse de las lianas y árboles, cuando los Wolonchis querían escalar los árboles sacaban un aguijón que se extendía como una cola que salía desde su cintura, con ayuda de aquel aguijón podían subir cualquier árbol con suma facilidad.
El viaje hacia la aldea había tardado mucho más de lo esperado, pero teniendo a los Wolonchis como guías, aquello se había convertido en un paseo por el bosque, (uno más tranquilo que los días que habían pasado desde que habían desembarcado hasta la batalla del árbol de piedra) si no hubiera sido por el líder Luda, probablemente Zacarias habría resultado gravemente intoxicado por una fruta venenosa que quiso probar, la mano derecha del líder Luda, Mediren, alcanzó a sacarle la fruta venenosa de las manos, durante tres días tuvo que viajar con ampollas en sus manos, pero gracias a un par de medicinas hechas por Mediren, las ampollas de Zacarias desaparecieron en un periodo de tiempo increíblemente rápido. Luxon había aprovechado aquel tiempo para contarle a Amvaquar y Makkia, todo lo que les había informado a los demás acerca de lord Vilurian y las demás cosas.
—Señor Luxon —dijo Zacarias que aún se estaba rascando sus marcas que habían dejado aquellas ampollas—, ¿RJ45 está bien?
—Claro Joven Zacarias, está en la aldea sano y salvo. Y lo más importante de todo es que es funcional. —declaró Luxon corriendo un par de ramas.
—¿Quién ha sido capaz de repararlo? —preguntó Makkia, admirando todavía cómo eran capaces de subir por los árboles los pequeños Wolonchis, aunque todavía le daba algo de asco como sacaban sus agujones.
—Uno de los Wolonchis que vive allá en la Aldea y trabaja con esa tecnología lo va a reparar —contestó el anciano.
—¿Y después de eso? —preguntó Nedra—, ¿A dónde vamos?
—A ningún lado, en la aldea de los Wolonchis termina nuestro viaje —dijo Luxon.
—¿Qué quieres decir con que termina nuestro viaje? —preguntó Nailuj, quién iba al lado de Elaisa. A pesar de que los días habían pasado todavía se encontraba un poco afectada por los sucesos.
—Así es, debemos esperar a un par de compañeros. Qué los ayudarán a cruzar hacia el castillo de Lord Vilurian, los que no quieran ir volverán a su vida en cada Sector, pero… los que quieran respuestas deberán ir con ellos —concluyó Luxon.
—¿Y usted no vendrá con nosotros? —preguntó Amvaquar, quién estaba caminando al lado de la Calarian Rusi, Rusi era la única que se acercaba tanto a los humanos y en especial a Amvaquar. El chico no sabía porque lo hacía, pero el poder rascar su piel y ver su felicidad al sacar su lengua negra a pesar de haber perdido a su hijo, le daba algo de felicidad a Amvaquar, y la necesitaría con Las Buscadoras pisándole los talones.
—Yo no iré con ustedes, tengo que terminar unos negocios en el Sector seis —contestó el anciano, además de hacer “Eso”, pensó para sí mismo. Con solo pensar en “Eso” se le hizo un nudo en la garganta que solo calmó después de que Luda el líder de los Wolonchis le convido con unos tragos de agua de su suministro de agua que llevaba en la espalda, pero para Luxon solamente tenía el tamaño de un jarrón.
Los puentes de madera comenzaron a ser más visibles con cada paso que daba el grupo. Dichos puentes iban cruzando de izquierda a derecha de árbol en árbol, llevaban de una parcela a otra parcela, está parcela era una base circular que rodeaba al tronco principal de los árboles, como si se tratase de un anillo. Los puentes asciendian y descienden conforme se debían encontrar con las bases en forma de anillos.
—En cada base vive una familia de la Aldea —explicó Luda—, vivimos en lo alto para no ser encontrados por los Vesuros.
—¿Qué son los Vesuros? —preguntó Nailuj.
—Son los que ví antes de llegar a Delrich —afirmó Zacarias—, ¿No recuerdas los cangrejos grandes?
—Oh claro, así es —dijo el chico de flequillo negro.
—Por ciertas noches somos acosados por esos monstruos, a diferencia de los Calarians que hemos llegado a un acuerdo al aprender su lengua natal —dijo Luda, caminaron entre los puentes hasta llegar a una zona sin árboles—. Aquí está el centro de nuestra aldea —afirmó Luda, señalando hacia arriba, el grupo fijó su vista hacia arriba y pudo ver una especie de habitación, como si fuera un salón en medio del aire suspendido sobre sus cabezas, simplemente estaba conectado a cuatro puentes principales los cuales a su vez venían desde los árboles—. Descansaremos allí por ahora, está dedicado al salón de juntas para ocasiones especiales, pero creo que es el único lugar dónde podemos caber todos. Y creo que es una ocasión muy especial.
Todos subieron por una de las escaleras que colgaban, todos los siete del grupo, pues los Calarians subieron con ayuda de sus garras por la corteza del árbol y los Wolonchis sacaron sus aguijones para subir por los árboles. Una vez estuvieron todos arriba ingresaron por uno de los puentes, corrieron una de las cortinas y pudieron ver el interior del salón de juntas. Tenía un escenario en medio del tamaño de una cama de doble plaza, en frente unas gradas para que se sentaran los Wolonchis de la aldea, debía de haber al menos un centenar de asientos en esas pequeñas gradas. El grupo de los siete humanos se sentó alrededor del escenario de los Wolonchis (les quedaba perfecto para simular una mesa) los Wolonchis que habían dirigido la expedición al árbol de piedra se sentaron sobre el escenario sacando otras mesas rectangulares más pequeñas acorde a su tamaño de entre sesenta y treinta centímetros de estatura. Grupos y grupos de Wolonchis llegaban por los cuatro puentes, parecía que el rumor de los gigantes humanos se había esparcido por toda la aldea. Solamente entraron unos diez Calarians, los demás se quedaron debajo cuidando la aldea en caso de la llegada de Las Buscadoras. Luda se levantó de su pequeño asiento, se encontraba a la cabeza de esa mesa y a un lado su mano derecha Mediren; levantó el gran jarrón y lo colocó sobre la mesa, levantó su cubierto de madera y golpeó el jarrón diciendo: