Siglo XXI.
Una luz iluminó el cielo durante siete días. En el primer día el ganado enloqueció.
En el segundo día, la flora terrestre se secó.
En el tercer día, el suelo empezó a temblar, a desquebrajarse, a separarse.
En el cuarto día, la humanidad perdió la estabilidad y el autocontrol.
En el quinto día, los temblores levantaron muros de agua procedente del más oscuro rincón del océano y engulleron todo a su paso, hasta el último atisbo de lo que la tierra solía ser.
En el sexto día, el agua de todos los mares, ríos, lagos y pantanos, se evaporó. La vida empezó a morir, los débiles sucumbieron, los fuertes enloquecieron. La luz del sol se apagó, y cuando el mundo era tan negro que podía confundirse con un vacío absoluto empezó el séptimo y eterno día: la oscuridad.
Siete días bastaron para crear el mundo, siete días para que empezara una era en la que vivieron nuestros antepasados; y siete días fueron suficientes para destruirlo.