Todo lo que recuerdo desde mi nacimiento fue el manto de mentiras. Desconocía en un principio quien era, desconocía si tenía familia a pesar de que nunca estuve sola, solo sabía que mi nombre era Sara. No recuerdo mucho cuando descubrí la verdad, cuando comprendí toda mi realidad.
Mi padre había muerto, ejecutado injustamente en una cruz para proteger a todos los pecadores de esta tierra, para protegerme a mí, su hija, su descendencia. Mi madre, sumida en el dolor me renegó como su propia sangre para mantener mi vida protegida. Estuve molesta mucho tiempo, muchos años, no con mi padre… con mi abuelo, aquel al que todos veneraban.
Existieron muchas leyendas de mi vida, de quien era en verdad. Algunas lejos de la realidad, otras ciertas, otras… que cambiaban toda mi vida, incluso de dónde vengo y hacia donde caminé.
El mundo luego del sacrificio de mi padre se había sumido en la mentira y en la miseria. No tardé en ver que el pecado del que nos había librado mi padre seguía vagando entre los hombres. Y a pesar de que era consciente de que esos mismos pecadores lo habían ejecutado quise continuar con su labor.
Fui separada de mi madre cuando ella tomó otro rumbo… no pude molestarme con ella cuando gracias a esa mentira seguía viva. No supe de ella en muchos años, desconocía si estaba bien, si sufría algun dolor, hasta que a mi llegaron las noticias de su muerte. Recé por ella, oré porque su alma descansara en paz junto a la de mi padre.
Viajé sin rumbo continuando la labor de mi padre. Vi muchas cosas y conocí diversas personas. Vi los dos lados de la moneda y comprendí un poco mejor el amor de él por estas personas.
Mientras yo vagaba por los caminos me dieron muchos nombres…
Para ellos fui una gitana que pedía limosna, gracias a mi nombre me nombraron como una princesa sin familia real. Muchas verdades se revelaron frente a mis ojos, yo seguía maravillándome y comprendiendo lo que él amaba.
Pero aún estaba molesta… con Él. Lo que quería saber en verdad era porque abandonó a su hijo, eso nunca pude contestarlo a lo largo de mi camino.
Muchas leyendas protagonicé, muchos paisajes vi, pero los años se me fueron arrebatados. Mi vida fue corta, que miseria fue en la que fui sumida cuando no recuerdo cuando ni donde mi corazón se detuvo.
Leyendas memorables, una vida larga llena de los lujos que llaman mi nombre. Una descendencia proveniente de mí, un lazo de sangre. El hombre, que al igual como mi padre y mi abuelo, veneraba mi nombre y mi misión ya hecha en la tierra.
Eso no era nada comparado con mi realidad. Sin familia, sin un hogar, sin recuerdos más que mis misiones para con el ser humano… sin importar que sean pecadores. Yo también lo era, aun cuando era nieta de Él… era pecadora, todos los que pisaban esta tierra lo eran.
Dije adiós a mi vida siendo pecadora, pero aliviada de que había seguido la labor de mi padre, y que aun siendo tarde escuché en los últimos momentos como veneraban su nombre. Agradeciéndole que salvara a pecadores como nosotros, que aun con su sangre derramada nos diera una puerta para redimirnos a nosotros mismos, para salvarnos.
Ese era el lugar a donde yo quería llegar… quería encontrarme con mis padres. Y aunque sea por un momento estar junto a ellos, pero nunca lo hice…
Y por segunda vez comprendí la verdad cuando abrí mis ojos, pero en la tierra que había visto nacer a mi padre.