El sol calentaba la tierra, regalándole la vitalidad para crear vida. Respiré el aire fresco que me regalaba el día, el olor del rio llegó a mí y me sentí en paz por un breve momento, conmigo, con mi alma, con el pasado que acecha en mis sueños. A diferencia de otras ocasiones, los 32 años de mi vida me pesan sobre mis hombros como nunca antes lo habían hecho.
El sol, el cielo, el murmullo del viento y la sabiduría de la tierra han sido mis compañeras en este camino, pero sobre todo de la mano de la soledad. No he querido pensar en ella, no he querido recordar mi vida antes de mi muerte, en donde había sido acompañada por las memorias tortuosas.
Ahora casi se siente de la misma forma, aunque es un poco más doloroso que la vez anterior. Porque el adiós me tortura, me roba el sueño y me consume en mis noches de desvelo. Los ojos de mi amado me han perseguido, como si me castigara, porque ese había sido mi pecado.
El egoísmo de amar cuando no merezco hacerlo…
La belleza de sentir cuando mi deber es la misión…
La felicidad de vivir…
El anhelo de haber vivido una vida… a su lado
He sido la peor de las pecadoras, me están torturando, pero me lo merezco. No he cumplido lo que soy, he olvidado quien soy. Me he cegado ante la maravilla del amor y me he alejado de Él. Merezco mi dolor, merezco mi tortura, mi delirio…
Merezco no verlo…
Porque desde la primera vez no me merecía la pureza que me regalaba… no merecía conocerlo…
No merezco amarlo
////////////////
Vivo en una tranquila ciudad al oeste en la provincia romana de Egipto que tiene frontera con la provincia de Cirenaica. Vivimos en una tranquilidad disfrazada desde hace muchos años, precisamente desde el reinado de Justiniano I, en donde los bizantinos lograron recuperar Roma e Italia de mano de los barbaros, pero dejó a nuestro pueblo Egipto expuesto.
Gracias a la falta de protección a la que estuvimos expuestos en el 618, nuestra capital, Alejandría era atacada, conquistada y sometida. Ya habíamos olvidado lo que significaba libertad… éramos prisioneros en nuestra propia tierra.
Subo el ultimo saco de trigo a la carreta y respiro con fuerza por ese esfuerzo—Ese sería el último por hoy—murmura con cansancio.
—¿Se va tan rápido?
El pelinegro se voltea luego de escuchar eso de su compañero de trabajo—Me dijeron que los caminos están bloqueados, la otra ruta es mucho más larga, no quiero tardar en el pedido.
—Tienes razón, entonces buen viaje Eron.
—Hasta mañana Hazan.
El conocido comerciante Eron de 49 años se alejó del puesto de venta de su viejo amigo. Aunque hace años que conoce a Hazan, pero no lo conoce fuera de su vida de comerciante también. Supone que lo que saben el uno del otro es suficiente, la vida privada no entran en los negocios. Y muy buenos negocios por cierto.
Al ser una ciudad pequeña y tranquila, él es el único comerciante entre las dos ciudades. Lo cual le trae muy buenos beneficios, pero aun así para el hombre es imposible alegrarse con eso a pesar de lo que gana porque conoce la razón de ser él el único comerciante.
La represión de los soldados ha acabado con la mayoría de ellos, destruyendo sus vidas por completo, de forma drástica. Y aunque Eron odia a esos malditos soldados, su silencio lo ha mantenido con vida. Porque ha pasado totalmente desapercibido para ellos.
Los viajes siempre han sido en silencio, pero nunca tan largos. Y siendo sincero espera que el camino se arregle con rapidez porque estos largos viajes son exhaustivos. El dia era caluroso además, y le agregaba más agotamiento a su cuerpo, solo quiere descansar… pero es algo que tiene un precio demasiado alto a pagar, y Eron desea vivir uno años más.
Luego de que el tiempo pasaba tan calmado a su lado mientras avanzaba en el camino, a lo lejos algo se veía, lo cual llamó su atención. Una cabaña, una pequeña y rustica cabaña, por lo que divisó a lo lejos, estaba asentada a muy pocos metros de la orilla del rio Nilo.
Pero eso no era lo impresionante, lo que llamaba la atención era la parcela que había frente a su casa, con varias hectáreas sembradas.
Eron frunció el ceño con confusión, porque desde que tiene uso de razón ha trabajado con su padre que también fue comerciante, y cuando él empezó tras la muerte de su progenitor, nunca escuchó que estas tierras estuvieran ocupadas por ningun señor. Siempre supo que eran tierras desérticas y completamente inhabitables… pero al parecer todos los rumores se equivocaron.
No pudo evitarlo, debía seguir su camino. Pero cuando menos se lo imaginó ya estaba obligando al caballo a desviarse para ir a su puerta. Quería saber quién era la persona que habitaba ahí, ni él podía entender esa curiosidad tan repentina e insana. No tuvo necesidad de tocar la puerta, la persona salió, y era quien meno se imaginó Eron.
Una mujer, una bella mujer de cabello castaño y ojos del mismo color, pero con una profundidad y un brillo que le recordaron a la Luna. Estos se abrieron con asombro cuando se posaron en él, Eron pudo entender su sorpresa. Nadie nunca había pasado por estas tierras, y nunca se esperó que alguien por primera vez hiciera algo como lo que el comerciante acaba de hacer.