La hija de mi amigo

3. La bebé del tío Jacobo.

Puse música en mi teléfono, una canción infantil, y los alumnos bailaron alzando sus brazos y moviendo sus caderas, haciendo también palmas al ritmo de la canción. Era una actividad para que los pequeños hicieran algo de ejercicio físico al mismo tiempo que se divertían con sus compañeros. 

 

— Ahora que estamos animados, vamos a jugar a los números. — Habló el profesor Dean a mi lado, por cada clase había dos profesores. — Adela, por favor. 

Asentí al profesor y caminé después hacia un mueble, de él cogí una caja de práctico donde había fichas cuadradas con números. 

 

— Quiero ir al baño. — Me agarró una de las alumnas del jerséis. — maestra… 

La carita de Ana estaba arrugada y apretaba las piernas. 

 

— Acompáñala, yo me encargo de los demás. — Me dijo el profesor Dean que agarró de mis manos la caja. 

 

— Está bien. — Contesté mirando a la pequeña Ana y agarrando su manita caminamos hacia la puerta. — Vamos rapidito, antes de que te hagas pis encima. 

Ana sonrió, aunque su cara se arrugó mucho más, al final tuve que cargar con ella y llevarla rápido hasta el cuarto de baño antes de que se lo hiciera encima. 

Me preguntaba como estaría la pequeña Deva. Después del trabajo iría a casa de mis padres. Aunque me molestaba, Mateo tenía razón, no podía hacerme responsable de pronto de otro niño. 

Insistí llamando al número de teléfono de Jacobo e incluso mandando mensajes pero no les llegaban, eso me preocupaba ya que parecía cansado. Su nota podía decir cualquier cosa menos que tuvieran pensando volver. 

 

— Maestra. — Me llamó Ana que se agarró de nuevo a mi jersey. 

 

— Sí, cariño. Volvamos a la clase. — Le hablé a Ana y ella me sonrió. 

Guardando mi teléfono móvil en el bolsillo de mi jersey caminé con la pequeña Ana hasta la clase, nada más entrar mi alumna corrió hacia sus compañeros. El profesor Dean estaba diciéndole los números según los sacaba de la caja y los niños los iban repitiendo. 

 

 

Cuando llegó la hora del recreo me disculpé con Dean y fui hasta la clase de los más pequeños. Cuando entré en la habitación me encontré con las tres profesoras que cuidaban de los seis bebés de pocos meses, sin contar a Deva, que estaba siendo una carga más para ellas. 

 

— Adela. — Me habló una de las profesoras. 

 

— ¿Cómo se ha portado Deva? — Pregunté y me acerqué hasta el cochecito, era de Biel pero que utilicé para Deva. 

Deva dormía tumbada en el cochecito y parecía tranquila, era como si no echara de menos a su padre. 

 

— Es una bebé muy tranquila, es como si no quisiera molestar. — Me dijo Fernanda. — Pero me sorprende que su padre la abandonara con lo tranquila que es. En definitiva, ese amigo tuyo es un mal hombre. 

No creía que Jacobo quisiera abandonar a Deva, era que no se encontraba bien por la muerte de su pareja… O tal vez quería pensar así porqué tenía miedo de que Jacobo no fuese la clase de persona que siempre creí que era. 

 

— Acaba de comer, así que no te preocupes y vuelve con tu clase. — Habló Dulce María, otra de las profesoras, que tenía en sus brazos a uno de los bebés y le daba su biberón de leche. 

 

— Gracias por hacerme el favor de acoger a Deva en vuestra clase. De no ser así no sé qué habría hecho con ella. — Dije apenada, como si tuviera la responsabilidad de cuidar de Deva. 

 

— ¡Mamá… ! — Reconocí la voz de mi hijo gritando entre lágrimas. 

Miré hacia la puerta y lo vi con uno de sus profesores. Biel se me acercó, agarrándose a mis piernas y mirando con enojo a Deva. 

 

— ¿Qué te ocurre Biel? — Le pregunté y acaricie su cabello. 

Biel me miró haciendo pucheros y señaló a la bebé. 

 

— Mamá me va a cambiar. — Dijo con los ojitos llenos de lágrimas. 

 

— Mamá no va a cambiar a Biel por nada ni nadie en el mundo. — Lo calmé y me agaché. — ¿Por qué dices eso? 

Biel que miraba a Deva gruñó molesto y me abrazó llorando. Era más que evidente que no le gustaba la bebé.

 

— No quiero a mi mamá con ella. — Susurró y froté su espalda, calmando a la bestia llorona. 

 

— Biel. — Lo llamó su profesor.

Me levanté cargando con mi hijo de dos años, no sabía cómo había llegado a sus oídos sobre Deva, pero debía hablar con él. 

 

— Profesor, hablaré con mi hijo. — Después miré a las profesoras y les agradecí de nuevo por cuidar de Deva. 

 

 

Le entregué a mi hijo un batido de chocolate, que empezó a beber rápidamente y me senté con él en un banco del patio. Sus compañeros de clase jugaban en los columpios. 

 

— Seguro que no te has comido tu comida. — Le hablé cruzando las piernas. Biel me miró, con sus ojitos que amenazaban con seguir llorando. — ¿Quién te ha dicho sobre Deva? — Le pregunté seria, aunque era más probable que lo hubiera escuchado de algún profesor chismoso. 

 

— Mamá tiene una bebé. — Dijo Biel y siguió bebiendo de su batido. 

Sonreí y me giré hacia él, mirando a mi hijo mientras él me miraba de reojo. Entonces pensé en Jacobo y en la manera más simple de explicar la situación que había con Deva. 

 

— ¿Te acuerdas del tío Jacobo? — Le pregunté y mi bebé encogió sus hombros. — Vamos Biel, piensa. ¿No te acuerdas de él? Tío Jacobo te compraba muchos globos y chucherías y te llevaba de paseo los domingos. 

No era como si hubiera pasado un año desde que no lo hubiera visto, pero a fin de cuentas solo tenía dos años. 

 

— ¿Globos? — Preguntó mi hijo y le asentí. — A papá no le gusta el tío Jacobo. 

 

— A tu padre nunca le ha gustado. — Murmuré y Biel se me quedó mirando. — Verás, Deva es la hija del tío Jacobo y tenemos que cuidar de ella hasta que él regrese. 



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En el texto hay: familia, hijos, amor

Editado: 02.01.2023

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